Conde-duque de Olivares


(Redirigido desde «Conde-Duque de Olivares»)
Conde-duque de Olivares
Secretario de Despacho Universal de la Monarquía Católica (Valido del Rey de España)
Count-Duke of Olivares.jpg

El Conde-Duque de Olivares a caballo (c. 1634), cuadro de Diego Velázquez expuesto en el Museo del Prado.

Información personal
Nombre secular Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar
Mandato 25 de enero de 1622 - 23 de enero de 1643
Nacimiento 6 de enero de 1587

Roma, Italia
Fallecimiento 22 de julio de 1645

(58 años)

Toro, España
Entierro Monasterio de la Inmaculada Concepción
Familia
Casa real Casa de Olivares
Padre Enrique de Guzmán, embajador de España.
Madre María Pimentel de Fonseca
Consorte Inés de Zúñiga y Velasco Isabel de Anversa
Descendencia véase Descendencia
[editar datos en Wikidata]
Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar (Roma, 6 de enero de 1587 - Toro, 22 de julio de 1645) fue un noble y político español, III conde de Olivares, I duque de Sanlúcar la Mayor, I marqués de Heliche, I conde de Arzarcóllar y I príncipe de Aracena, conocido como el conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV (que reina hasta 1665).



Reseña biográfica

Gaspar de Guzmán y Pimentel era nieto de Pedro Pérez de Guzmán y Zúñiga, I conde de Olivares, y bisnieto del III duque de Medina Sidonia.
Provenía del 'clan de los Guzmanes', de Teba, Málaga, del que nació
también santo Domingo Guzmán, fundador de la orden de predicadores.
Nació en Roma, donde su progenitor, Enrique de Guzmán, era embajador de España. Vivió en Italia hasta los doce años, pues su progenitor fue sucesivamente virrey de Sicilia y de Nápoles. Como tercer1 hijo de la Casa de Olivares, rama menor de la poderosa Casa de Medina Sidonia, se le destinó a la carrera eclesiástica. A los catorce años fue enviado a estudiar derecho canónico a la Universidad de Salamanca.
Sin embargo, las muertes sucesivas de sus dos hermanos mayores le
convirtieron en heredero del título, de forma que tuvo que abandonar en 1604 los estudios para acompañar a su padre en la corte de Felipe III, donde éste había sido nombrado miembro del Consejo de Estado y Contador Mayor de Cuentas. Al morir su padre en 1607, heredó el mayorazgo de Olivares
y se concentró en cortejar a su prima, Inés de Zúñiga y Velasco, con la
que se casaría ese año, con la pretensión de obtener el título de Grande de España. Ante el fracaso en esta pretensión, se retiró a Sevilla para administrar sus dominios, donde pasaría ocho años y compraría la jurisdicción de la villa de Bollullos de la Mitación.


Ascenso al poder



El conde-duque de Olivares, Velázquez (1638), Museo del Hermitage.
En 1615 consiguió que Francisco de Sandoval, duque de Lerma, lo nombrase gentilhombre de cámara del príncipe Felipe, futuro Felipe IV, con lo que regresó a la corte. Desde ese cargo intervino en las luchas de poder entre el valido del rey, el duque de Lerma y su hijo, el duque de Uceda, apoyando a este último. A la caída de aquel, en 1618,
Olivares se encontró formando parte de la facción ganadora. Desde ese
papel, emprendió la creación de un polo de poder alternativo, apoyándose
en su tío Baltasar de Zúñiga y Velasco, que había sido llamado a la corte en 1617 por el duque de Uceda, a sugerencia de Olivares. Éste, hombre inteligente y de gran influencia, supo hacerse con el favor del futuro Felipe IV, de forma que cuando accedió al trono en 1621 lo nombró favorito en lugar del duque de Uceda, triunfando la facción de Olivares. El 10 de abril de ese año, el rey concedió a Olivares el título de grande de España, utilizando la fórmula convencional «Conde de Olivares, cubríos». Finalmente, a la muerte de su tío en 1622, se hizo cargo del gobierno como valido.


En lo tocante a la política que habría de seguir en Nueva España, envió para poner en práctica su proyecto reformista al marqués de los Gelves, hombre ya viejo para la época pero acostumbrado a obedecer.


Desde 1622 sus cargos en la corte fueron Sumiller de Corps y Caballerizo mayor,
con los que se garantizaba el acceso constante a la persona del rey,
tanto dentro de palacio como cuando salía de caza, e incluso con la
obligación de dormir en sus aposentos. Desde 1636 también fue camarero mayor. Aparte de otras dignidades y oficios, llegó a ser Comendador Mayor de la orden de Alcántara, Alcaide del Alcázar de Sevilla, Gran Canciller de Indias, General de la caballería española, Tesorero general de la Corona de Aragón y Teniente General. Tuvo asiento en las Cortes de Castilla.


Obra como ministro

Una vez instalado en el poder inició una actividad política
frenética. En el interior trató de llevar a cabo un amplio programa de
reformas, mientras que en el exterior tuvo que hacer frente a una serie
de compromisos bélicos ocasionados por la reanudación de la guerra con
Holanda, el apoyo a los Habsburgo austriacos y la enemistad de Francia, dirigida por el cardenal Richelieu.


Entre las reformas internas, llevó a cabo una campaña contra la
venalidad y corrupción del anterior reinado, eliminando de la corte a
los miembros de las facciones de Lerma y Uceda y condenando los abusos
del reinado anterior con castigos ejemplares. Sin embargo, para afianzar
su poder, situó en puestos clave a sus propios parientes, amigos y
clientes, y acumuló para su casa títulos, rentas y propiedades.


Sustituyó también el tradicional sistema de consejos por una serie de
juntas, que abarcaban diversos ramos de la administración pública
(Armada, Sal y Minas, Obras y Bosques, Limpieza y Población), o que
cumplían otras funciones como la Junta de Reformación, que velaba por la
moralidad de la Corte, o la Junta de Ejecución, organismo ejecutivo
para la rápida toma de decisiones. También trató de implantar una serie
de medidas económicas de corte mercantilista,
como incentivos a las manufacturas de lana y seda, fomento del
comercio, medidas proteccionistas, etc., que sin embargo no llegaron a
cuajar ante la falta de vigor y constancia. Sin embargo, los proyectos
más ambiciosos se referían a la Hacienda y consistieron en la supresión
del impuesto de los millones,
la creación de unos erarios estatales para la financiación de las obras
públicas y el fin de las acuñaciones masivas del reinado anterior, a
fin de contener la inflación.
No obstante, todas las reformas se estrellaron siempre con el hecho
fundamental de la ruina de la economía de los reinos de la monarquía y
la pérdida de crédito internacional.




Retrato de Gaspar de Guzmán, atribuido a Diego Velázquez (1624), Museo de Arte de São Paulo.
El conde-duque también se preocupó de lo que le pareció el problema
fundamental de la monarquía, consistente en la diversidad de
prerrogativas reales en cada uno de los reinos de la monarquía,
aceptación de la diversidad de normas y costumbres locales que era una
constante en la política borgoñona. El programa político de Olivares
quedó recogido en el que sería conocido posteriormente como Gran Memorial2 que presentó al rey en 1624 y cuyo contenido se basaba en dos conceptos principales: reputación y reforma.


En el mismo, se sugiere una solución diametralmente opuesta a las que
habían ensayado anteriores soberanos, introduciendo la uniformidad
legal en los diversos reinos. Para ello, proponía un plan de reformas
encaminadas a reforzar el poder real y la unidad de los territorios que
dominaba, con vistas a un mejor aprovechamiento de los recursos al
servicio de la política exterior. En su opinión, la eficacia de la
maquinaria bélica de la monarquía, sostén de su hegemonía en Europa,
dependía de la capacidad para movilizar los recursos de sus reinos, lo
cual requería una administración más ejecutiva y centralizada. Esto es
lo que se llamó la Unión de Armas, proyecto para incrementar el compromiso de todos los reinos de España para compartir con la Corona de Castilla
las cargas humanas y financieras del esfuerzo bélico. De esta forma, se
preveía la creación de una reserva común de 140.000 hombres, aportados
proporcionalmente a su población por todos los reinos de la monarquía.
Esta medida fue interpretada por los territorios de la Corona de Aragón (Reino de Aragón, Principado de Cataluña, Reino de Valencia y Reino de Mallorca) como un peldaño más en su sumisión a la monarquía.[cita requerida]


En el exterior, aunque Olivares dejó a un lado las campañas
imperialistas y agresivas, se concentró en la defensa de lo heredado del
siglo anterior. Los Países Bajos y Alemania fueron los escenarios donde se llevó a cabo esta lucha por la supervivencia. La lucha ya había comenzado en Alemania en 1618, con el desencadenamiento de la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648). Los Habsburgo españoles no participaron directamente, sino
que enviaron dinero y hombres a sus parientes austriacos. Estas tropas
colaboraron en el aplastamiento de la rebelión bohemia, y simultáneamente se invadió el Bajo Palatinado. La rebelión de los católicos de la Valtelina contra sus señores protestantes de la Liga Grisona, permitió estacionar tropas españolas en el valle y proteger el camino español entre Génova y los Países Bajos, operación refrendada por el tratado de Monzón en 1626. Con respecto a Holanda, se reanudaron las hostilidades con las Provincias Unidas al no prorrogarse la Tregua de los Doce Años, considerada ruinosa por la corte hispánica. Al principio tuvieron algunas victorias, como la Fleurus (1622) o la rendición de Breda (1625).


Sin embargo, las guerras provocaron un endeudamiento creciente por
falta de de nuevos recursos financieros, hasta llegar a la bancarrota de
1627.
Desde entonces, las derrotas militares se sucedieron, abriendo camino a
la decadencia del poderío de los Habsburgo españoles en Europa. La
monarquía había perdido las buenas relaciones con la Inglaterra de los Estuardo, al fracasar las negociaciones para casar a la Infanta María Ana con el príncipe de Gales. En Flandes perdieron Bolduque (1629), Maastricht (1632) y Breda (1637), y la flota española fue derrotada por la holandesa en la batalla de las Dunas (1639). En Italia, la segunda guerra de sucesión de Mantua se había resuelto con la anexión por parte de Francia del Marquesado de Montferrato, mediante el tratado de Cherasco en 1631, perdiéndose definitivamente la Valtelina, en 1639. En el Imperio, la resonante victoria española de Nördlingen de 1634, en la que el Cardenal-Infante Fernando arrolló el ejército de Gustaf Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar, dio paso a la irrupción de Francia en la guerra, que entraba así en su fase decisiva.


Tras la victoria de Breda, en 1637, el Conde-Duque escribió al rey un memorial para defenderse, conocido como Reformación en tiempo de guerra,
siendo ya un secreto a voces las conspiraciones de los enemigos del
valido. En aquel documento, Olivares justificaba su gestión y se
exculpaba de los problemas que acuciaban al país, alegando que las
decisiones que había tomado en sus, por entonces, 15 años de gobierno,
habían sido absolutamente necesarias. Además, explicaba al monarca cómo
funcionaban y qué tramaban los grupos opositores. Con su política
autoritaria, el valido se había granjeado la animadversión de buena
parte de la Iglesia y de la nobleza, que se sentía ultrajada por un
aristócrata de rango inferior, ya que aún no era Grande de España. Una y
otra veían su poder mermado y sus posesiones amenazadas porque el
conde-duque se había propuesto acabar con sus privilegios con el fin de
reforzar la autoridad del rey.


Final



Tumba de Gaspar de Guzmán en Loeches
Olivares protagonizó en el periodo 1627-1635 un último intento de
imponer sus reformas por la vía autoritaria. La política unificadora
seguía siendo, a los ojos del conde-duque, la única posibilidad de
salvación para la monarquía, pues era preciso que los demás reinos
contribuyesen a las cargas militares que Castilla
sola ya no podía sostener. Sin embargo, las resistencias fueron aún
mayores y, unidas a las derrotas militares, minaron el prestigio del
valido. Tras un primer sobresalto con el motín de la Sal de Vizcaya (1630-1631), el descontento en el interior de los reinos peninsulares estalló por fin en 1640. La ocupación francesa de Salses, en el Rosellón,
con lo que la guerra llegaba a Cataluña, fue el pretexto hallado por
Olivares para imponer la Unión de Armas. Sin embargo, el sistema de
reclutamiento fue declarado contrario a las constituciones catalanas por
la Diputación catalana, y los disturbios surgidos a raíz de la
obligación de alojar las tropas terminaron creando un clima de tensión
que desembocó en el trágico Corpus de Sangre (junio de 1640) y la secesión catalana,
que no sería sofocada hasta 1652. Del mismo modo, meses más tarde, y
por razones similares (esta vez las tropas eran para sofocar el
levantamiento en Cataluña), se produjo la insurrección de Portugal en diciembre de 1640, que conduciría a su independencia y el fin de la unión dinástica con el resto de reinos hispánicos. A las derrotas castellanas en Montjuich (junio de 1641) y Lérida (octubre de 1642) se unió la Conspiración independentista en Andalucía (en el verano de 1641), con lo que el conde-duque perdió finalmente todo su crédito político y fue desterrado el 23 de enero
de 1643, en lo que influyó la nobleza, que transmitió al monarca la
noticia de que el de Olivares se hacía pagar con favores de mujeres los
cargos y prebendas públicas que otorgaba. Primero se retiró a su señorío
de Loeches,
en las inmediaciones de Madrid. Incluso entonces, los detractores del
antiguo valido siguieron formulando acusaciones contra él, hasta que
consiguieron que el rey le desterrara más lejos, a la ciudad de Toro en 1643, y que fuera procesado por la Inquisición en 1644. Allí murió en 1645 y está sepultado en un convento fundado por él en Loeches.


Valoración

El autoritarismo del conde-duque no había sido bien recibido por los
súbditos de la monarquía, incluso si tal autoritarismo era la
consecuencia de la convicción de que la supervivencia de la monarquía
requería la movilización para la guerra de todos los recursos humanos y
tributarios disponibles. La caída de Olivares no supuso, sin embargo,
ningún cataclismo. Felipe IV
había gobernado veintidós años con el conde-duque y gobernaría otros
tantos sin él. No obstante, la caída de Olivares hizo salir
definitivamente a la luz dos hechos que ningún soberano de la casa de
Habsburgo podría cambiar. Por un lado, la hegemonía entre las potencias
europeas de la monarquía hispánica estaba a punto de pasar a Francia.
Por otro, la corona había visto fracasar sus esfuerzos por reformar el
ordenamiento administrativo, constitucional y económico, en su
pretensión de encarar favorablemente los cambios que estaba
experimentando Europa. Sus esfuerzos resultaron aún más baldíos por
cuanto la sociedad española, al igual que sus coetáneas europeas, eran
instintivamente reticentes a todo cuanto significase "novedad".


Hasta el advenimiento de una nueva dinastía, ningún ministro se
atrevería a impulsar unas reformas tan radicales como las propugnadas
por Olivares. Debido a su fracaso, el conde-duque había desacreditado
muchos de los aspectos de la política con la que se le asoció. Sin
embargo, sus medidas reformistas, desde sus planes de repoblación hasta
los de reforma fiscal, reaparecieron de una forma u otra durante el gran
movimiento reformista borbónico del siglo XVIII.


El personaje de Olivares es hoy recordado acaso más por su presencia
en las artes que por su faceta política. Apoyó al joven pintor Velázquez,
de orígenes andaluces como él, en su acceso a la corte de Madrid.
Velázquez pintó diversos retratos de Olivares, como el ecuestre del Museo del Prado
y varios de cuerpo entero conservados en diversos países. Una efigie de
Olivares, basada en un retrato de Velázquez y realzada con una orla por
Rubens, fue grabada por Paulus Pontius.


Por otro lado, los historiadores[¿quién?] dicen que fue Olivares, y no Felipe IV, quien impulsó la construcción del Palacio del Buen Retiro
de Madrid, un amplio proyecto que revolucionó el ámbito de la pintura
en la ciudad, gracias a los encargos y compras masivas que se efectuaron
para decorar este nuevo palacio. Se dice que Olivares propuso la gran
obra para distraer al rey y gozar de mayor libertad en sus tareas de
gobierno.


Descendencia



Doña Inés de Zuñiga y Velasco Condesa de Monterrey. Esposa del conde-duque de Olivares. 1660. Museo Lázaro Galdiano.
Hijos de su matrimonio con Inés de Zúñiga y Velasco (1584-1647) :


Hijos de su relación con Isabel de Anversa:


  • Enrique Felipe de Guzmán (1613-1646), marqués de Mairena casado con Juana de Velasco y Tovar (m. 1687), de cuyo matrimonio nació:
    • Gaspar de Guzmán y Fernández de Velasco (1646-1648).

Filmografía

Referencias

  1. "A las doce del día
    de los Reyes Magos del año de 1587 nació, en Roma, Gaspar de Guzmán,
    futuro conde-duque, tercero de los hijos de los Condes de Olivares y
    segundo de los vivos..." El conde-duque de Olivares (la pasión de mandar), pág. 22.
  2. La autoría del Gran Memorial, así como su fecha de redacción, está todavía disputadas, vid. Rivero Rodríguez, Manuel (2012). «El "Gran Memorial" de 1624, dudas, problemas textuales y contextuales de un documento atribuido al conde duque de Olivares» (PDF). Libros de la Corte.es (Madrid: IULCE-UAM) (4): 48–71. ISSN 1989-6425. OCLC 806746177. Consultado el 29 de noviembre de 2014..

Bibliografía

Enlaces externos