sábado, 7 de febrero de 2015

El primer submarino obra de un español | Espejo de navegantes

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El primer submarino obra de un español

El primer submarino obra de un español

Publicado por el feb 3, 2015
Este año se cumple el Primer Centenario del
Arma Submarina Española, nacida por Real Decreto de 17 de febrero de
1915, dentro del programa de construcciones propuesto por el almirante
Miranda y aprobado por las Cortes.
Tal fecha no puede pasar desapercibida para este
espacio dedicado a la Historia Naval y con énfasis en la arqueología
submarina, sobre todo si contamos que implicó, poco después, la creación
de la primera Escuela de Buceo moderna en nuestro país, asociada
obviamente a los nuevos y revolucionarios buques. Por eso dedicaremos
varias entradas de este blog a un tema siempre apasionante y en continuo
avance y desarrollo, tanto en lo militar, en lo deportivo o en lo
referido a la investigación subacuática.
Comenzamos con la poco conocida historia del primer español que ideó, diseñó y probó con todo éxito un submarino,
que no es, como normalmente se dice, Narciso Monturiol y Estarriol,
sino un personaje muy diferente, aunque su ventaja fue realmente escasa:
menos de un año.
El personaje era Cosme García Saéz, nacido en Logroño el 27-IX-1828, hijo de un modesto ebanista.
De formación autodidacta, pronto destacó por su habilidad en la
mecánica y creatividad, aprendiendo y destacando entre otros oficios en
el de impresor y armero. Hacia 1854 se trasladó a Madrid con su familia,
buscando horizontes más amplios, ocupando durante algún tiempo el cargo
de Regente de la Imprenta Nacional, o colaborando en periódicos de la
época.
Cosme García Saéz en una fotografía de la época
Cosme García Saéz en una fotografía de la época
 Pero su creatividad se mostró con tres simultáneas
patentes de inventos en mayo de 1856, sobre tres máquinas bien
distintas: un fusil de retrocarga, una imprenta portátil y una máquina
de Correos para fechar cartas y objetos postales. El fusil, pese a las
pruebas satisfactorias, terminó siendo rechazado por ser un arma
demasiado avanzada para la época, en que aún imperaban las armas de
avancarga, y considerarse, de forma un tanto timorata, que sus complejos
mecanismos serían demasiado frágiles para los azares y fatigas del
combate. Con la imprenta se imprimieron las sucesivas ediciones de una
de las primeras gramáticas de griego de la época, debida al catedrático y
luego rector de la Universidad Complutense D. Lázaro Bardón. Pero el
éxito fue rotundo con la maquina de Correos, pues fue la primera
realmente fiable utilizada por el todavía joven servicio, estando en uso
durante más de veinte años y proporcionando grandes ingresos al
inventor.
 Justamente viajando por toda España para enseñar el
uso, mantenimiento y reparación de sus máquinas, Cosme García recaló en
Barcelona, concibiendo allí la revolucionaria idea de inventar un buque
que navegara por debajo de la superficie del mar. Para ello, y con mejor
criterio que muchos inventores posteriores, ideó primero un prototipo
pequeño, como base de experimentación, que serviría para madurar mejor
el modelo definitivo. El pequeño buque era metálico, de tres metros de
largo, 1’5 de manga y 1’6 de puntal, y aún se movía por la acción de
remos, probándose en el puerto de Barcelona en 1858, tras su
construcción por “La Maquinista Terrestre y Marítima”, pionera en España
de las construcciones metálicas. Por supuesto que el modelo no
consiguió hazañas portentosas, pero era un obligado primer paso
indispensable.
Planos del primer prototipo de submarino
Planos del primer prototipo de submarino
 Hombre de concepciones rápidas, Cosme García
encargó a la misma empresa poco después el segundo y más maduro modelo,
que tras realizar sus pruebs preliminares en las mismas aguas, fue
conducido a Alicante, donde realizaría las oficiales, empezando la nueva
serie de ensayos en el verano de 1859 y solicitándose la patente el 9
de julio de ese mismo año.
 El nuevo submarino era considerablemente mayor ( 6 x
1’75 x 2’3 ), también enteramente metálico, y ya con las formas
exteriores muy parecidas a las de un sumergible convencional, en lo que
acertó el inventor, pues hasta mucho después los submarinos navegaban
normalmente en superficie y las formas ahusadas o de corte circular, muy
apropiadas para al inmersión, eran completamente inadecuadas para
superficie. El buque ya era impulsado a hélice, y gran avance: contaba
con timones de buceo a proa, un detalle fundamental en un submarino y
que faltó en proyectos posteriores y mucho más sofisticados.
Prototipo
Planos del primer prototipo de submarino
Concebido en principio para el rescate de restos
sumergidos, el buque tenía múltiples aberturas acristaladas para
observar el fondo, así como otras para los brazos metálicos necesarios
para la recogida de restos. Su mayor limitación fue que se utilizaba la
fuerza humana para mover la hélice, pues en aquella época sólo existía
la proporcionada por las máquinas de vapor, completamente inadecuadas
para un submarino. También, para su uso bélico, se ideó un cañón de
retrocarga y se sugirieron otras armas.
 El 4 de agosto de 1860 se celebró finalmente la
prueba oficial, sumergiéndose el inventor con uno de sus hijos en aguas
del puerto y permaneciendo bajo el agua durante tres cuartos de hora,
con plena facilidad de movimientos o parado entre dos aguas,
atestiguando oficialmente el hecho el Gobernador Civil de la Provincia,
el Comandante de Marina del Puerto y numerosos testigos, que avalaron
oficialmente con sus firmas lo conseguido. De su primacía no cabe duda,
pues el Ictíneo I de se probó en el mismo lugar, pero el 7 de mayo de
1861, y cabe señalar que este primer modelo de Monturiol era de casco de
madera, poco mayor en dimensiones, y que la fuerza empleada era
igualmente humana.
 Animado por el éxito, Cosme García solicitó una
entrevista con los reyes, entonces Isabel II y Francisco de Asís,
esperando el apoyo oficial, que no obtuvo, con la excusa de los
recientes y grandes gastos de la Guerra de África. El inventor, que había invertido todos sus beneficios con la máquina de Correos en sus dos sucesivos prototipos,
recurrió a patentarlo en la vecina Francia, el 25 de abril de 1861,
pero la Marina de Napoleón III tenía su propio proyecto de submarino
(que resultó un completo fracaso) y rechazó el del español.
 Buscando un éxito que se le regateaba, Cosme García
volvió al diseño de armas, con una nueva patente de fusil de retrocarga,
que consistía en la reconversión de los viejos de avancarga. El modelo
triunfó totalmente en las pruebas y se encargaron una serie de 500
ejemplares a la fábrica de armas de Oviedo. Es de señalar que los
cerrojos de su invención no podían fabricarse en España, por su elevada
técnica, por lo que hubo que encargarlos a la industria belga, entonces
puntera, como había sido también el caso de las máquinas de Correos.
Todo parecía ir de la mejor manera posible, pero el Ejército decidió
cambiar sus especificaciones y las armas recién fabricadas no tuvieron
continuación.
El último modelo de fusil de rertocarga, fabricado en serie
El último modelo de fusil de rertocarga, fabricado en serie
 Un arruinado y decepcionado Cosme García pasó sus
últimos años en la miseria, ayudado solamente por algunos buenos amigos y
falleciendo el 23 de junio de 1874 en Madrid. Poco antes de su
muerte, habiéndosele reclamado los derechos de anclaje de su submarino,
que había permanecido en Alicante, ordenó a uno de sus hijos que lo
adentrara en el mar y lo hundiera.
 La Armada Española, en reconocimiento a su
mérito, ha dado su nombre sucesivamente a tres submarinos: el “A-2”,
comprado a Italia en 1917, el “S-34”, cedido por los Estados Unidos en
1972, y más recientemente al “S-83”, en construcción, y significativa y
dolorosamente, el primer submarino que lleva su nombre que es de
construcción española.

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