sábado, 14 de febrero de 2015

Foro de opinion, noticias y entretenimiento - COSAS DE ARAGÓN, PORQUE TAMBIÉN EXISTE - ARAGON

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BOIRA_A
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#181 · 02/Jul/2014, 15:20

Cementerio de Torrero

Historia.


Durante los últimos años del siglo XVIII y los
primeros del siglo XIX, numerosas órdenes y decretos obligaban a los
ayuntamientos a la construcción de cementerios municipales. Sobre todos
ellos, el que tuvo mayor eficacia fue el decreto de las Cortes el día 1
de noviembre de 1813 que ordenaba que se dispusieran en toda España, en
el plazo de un mes, cementerios provisionales en los que fueran
inhumados todos los cadáveres hasta que se construyeran los permanentes,
queriendo poner así fin a la dispersión de los enterramientos en
diversos lugares dentro de las ciudades.

Tradicionalmente en
Zaragoza, como ocurría en todas las ciudades y pueblos de España, los
cadáveres eran enterrados en el interior de las iglesias, en los
cementerios o fosales que las parroquias tenían en el exterior de ellas y
en los conventos y monasterios. Desde el año 1791, el Real y General
Hospital de Nuestra Señora de Gracia poseía, muy cerca de Zaragoza, en
el camino que conducía a la cartuja de la Concepción, un cementerio en
el que se sepultaban todos aquellos enfermos que fallecían en el
Hospital y que no tenían sepultura propia en el interior de su iglesia,
en su cementerio o en ninguna de las parroquias de la ciudad. Este
cementerio del Hospital de Nuestra Señora de Gracia es el que se
convirtió, a partir del año 1814, previo acuerdo de la Sitiada del
Hospital, en el cementerio provisional que el decreto ordenaba,
provisionalidad que duró hasta el mes de septiembre del año 1823. Con
anterioridad, el Ayuntamiento había intentado acomodar para tal fin las
ruinas del destruido convento de Trinitarios Descalzos, extramuros de la
ciudad. En la actualidad subsiste este cementerio que antaño fue del
Hospital de Gracia y hoy es propiedad de la Diputación Provincial,
conocido popularmente como Cementerio de la Cartuja.

La historia
del Cementerio de Torrero comienza en el año 1823. Desde este año, el
Ayuntamiento de Zaragoza comenzó a hacer las gestiones para construir un
cementerio permanente en la margen derecha del Canal, cercano a
Zaragoza, en la zona llamada Monte de Torrero. El coste de las obras
proyectadas para la construcción ascendió a 135.058 reales de vellón que
el Ayuntamiento distribuyó entre todas las parroquias zaragozanas, ya
que cada una de ellas dispondría de un cuadro de sepulturas en
propiedad. De todas las parroquias la única que costeó su parte
correspondiente fue la de San Pablo, ya que las demás, según los
informes, alegaban que no disponían de fondos.

Comenzaron las
obras el día 30 de noviembre de 1832 adjudicándoselas en subasta a
Bernardo Nobella por un importe de 152.000 reales de vellón, de los
cuales 100.000 fueron pedidos al Ministerio de Hacienda.

Después
de diversas dilaciones producidas por el mal estado de las arcas
municipales y el poco apoyo que el Ayuntamiento tuvo por parte de las
parroquias, fue inaugurado solemnemente y bendecido por el entonces
arzobispo de la diócesis de Zaragoza don Bernardo Francés Caballero, el
día 2 de julio del año 1834.El primer recinto tuvo una extensión de unas
sesenta mil varas cuadradas.

La calle central del cementerio,
que discurre en sentido norte-sur, se comenzó a formar en el año 1844 y
fue construida la primera manzana de nichos en el año 1866. El día 6 de
febrero de 1867 el cementerio pasó a ser dependencia totalmente
municipal.

La primera ampliación se llevó a cabo entre los años
1935 y 1936, tomando parte de los terrenos que quedaban a la izquierda
de la entrada principal. Una segunda ampliación tuvo lugar en el año
1966 y se incorporaron en el mismo recinto los cementerios civil,
musulmán, evangélico y alemán, que antes tenían ingresos distintos. En
la actualidad, el cementerio tiene una extensión de 405.642 m2 y dispone
desde 1974 de un nuevo complejo funerario que incluye, además de los
servicios tradicionales, dos recintos comunitarios para realizar
ceremonias de cualquier confesión religiosa; cuatro velatorios con salas
independientes para la exposición de cadáveres; sala de autopsia;
cámara frigorífica; horno crematorio y tres despachos para celebrantes
de distintas confesiones.

Numerosos hombres ilustres han sido
inhumados en el cementerio de Torrero a lo largo de su más de siglo y
medio de existencia. De entre todos ellos, podemos hacer mención de don
Agustín Alcaide, condecorado por el general Palafox; don Miguel
Salamero, defensor de la ciudad en el primero de sus sitios; los
catedraticos Bruno Solano y Cosme Blasco y Val, este último cronista de
la Ciudad; del ilustre polígrafo y padre de la patria aragonesa Joaquín
Costa, fallecido en 1911; del periodista Mariano de Cavia; del tenor
Miguel Fleta, muerto en el año 1938; de la pianista Pilar Bayona y, por
último, de Don José Camón Aznar, fallecido en 1979, zaragozano ilustre
que donó a Aragón su rica colección de arte creándose con ella el Museo e
Instituto de Humanidades que lleva su nombre y del que en otro capítulo
se trata más largamente. Todos ellos y otros más recibieron sepulturas o
terrenos gratuitos por parte del Ayuntamiento, reconociendo de esta
forma la gratitud de la ciudad por sus méritos.

Los cementerios,
desde su fundación, se convirtieron en lugares donde, en recuerdo de los
difuntos, se levantaban complejos monumentos funerarios en los que se
aunaba la arquitectura y la escultura. El cementerio de Torrero es un
ejemplo de este tipo de ciudad de los muertos, donde florecen los bellos
panteones y las capillas funerarias.

Desde el punto de vista
estructural varios son los tipos de enterramientos que en él
encontramos. Podría ser el más sencillo el tipo de fosa, cubierta con el
panteón de piedra o simplemente con una cruz en la cabecera. Es éste el
enterramiento en tierra más generalizado. Para los miembros de una
familia se dispuso la cripta subterránea, con nichos, que al exterior
puede estar cubierta con panteón, en algunos casos de gran
monumentalidad escultórica o con capilla funeraria provista de altar en
el que pueden celebrarse los diversos oficios religiosos. Por último, se
han impuesto en los últimos años, aunque la primera manzana fue
construida, como ya antes se ha hecho mención, en el año 1866, el
enterramiento en nichos que economiza considerablemente el espacio
necesario para las sepulturas.

Desde el punto de vista
estilístico, hay una gran variedad en la elección de formas para los
panteones y las capillas funerarias. En la arquitectura se va a dar, en
primer lugar, una gran influencia del clasicismo. Se construyen algunas
capillas funerarias siguiendo los esquemas más puros de la arquitectura
clásica, con variedad de motivos decorativos, algunos de los cuales no
están del todo dentro de la ortodoxia religiosa católica, aunque siempre
se contrarrestan con la presencia, irreemplazable, de la cruz. Hay
algunos panteones y capillas funerarias en los que el estilo que ha
inspirado al artista es el egipcio, con la presencia de discos solares
alados y otros motivos de la vida de ultratumba, no faltando la
presencia de la esfinge que vele el sueño de los muertos. El estilo
arquitectónico que más impera en las construcciones funerarias de
Torrero, al igual que en otras muchas necrópolis de España, es el
neogótico, de frágiles y elevadas agujas, de esbeltas formas y calados
ventanales. Junto a él, un forzado neorrománico, en algunas ocasiones
timbrado de cierto bizantinismo.

En la escultura, va a ser
también el clasicismo el estilo que va a imperar, de serenas formas y
expresiones, retratos en algunos de los casos de los difuntos en cuyo
recuerdo se levantaron los monumentos funerarios. Junto a estas
esculturas clasicistas se encuentran otras modernistas, esculpidas por
artistas zaragozanos o foráneos que embellecieron -en breve espacio de
tiempo- el cementerio convirtiéndolo -sin lugar a dudas-, en un bello
museo de escultura al aire libre. Fundamentalmente los materiales
empleados en las esculturas antiguas es la piedra y el mármol,
imponiéndose en los últimos años algunas obras de bronce.

De
entre todas las capillas funerarias, algunas de ellas muy modernas,
construidas con gran profusión de vidrios de brillantes colores, hay que
destacar la de la familia de Antonio Portolés (en la avenida que lleva a
la Fosa Común), de formas clásicas con bellos relieves de bronce de los
escultores Carlos Palao y R. Bayod (1912), además de la que es
propiedad del Cabildo de Zaragoza (avenida principal, derecha, cuadro
26) o la que tiene sobre su puerta una escultura de Antonio Bueno, del
año 1957, que representa a Cristo resucitado, propiedad de la familia
Lara Faguas (avenida principal, esquina a la que lleva a la Fosa Común).

La
lista de escultores que han colaborado con sus obras en el
embellecimiento del cementerio de Torrero sería interminable de
presentar, pudiéndose destacar entre ellos al ya nombrado Bayod,
Buzzi-Gussoni, Cavero y Viarge, Górriz y García, Pico y Ruiz, Perie, y
otros muchos.

Son varios los escultores catalanes que tienen
obras en este cementerio, destacándose entre todos ellos Enrique
Clarasó, con cuatro obras de innegable belleza y de gran interés. De
entre todas ellas tal vez son las más interesantes la de la familia de
Alberto Aladrén (avenida principal, izquierda, frente a la manzana nº9
de nichos), representando un enterrador en el momento de cavar una fosa o
la del tiempo, simbolizando un viejo en actitud de arrancar las hojas
del libro de la vida y con reloj de arena, hoy desaparecido, que se
encuentra en la sepultura de las familias Gómez Arroyo y Sancho Arroyo
(avenida principal, derecha, sepultura perpetua nº 398-399). De Ramón
Subirat son los dos pequeños ángeles que sostienen la cartela central
del panteón de la familia Figueras, de hacia el año 1896 (panteón 27,
cuadro 22).

De entre todos los escultores aragoneses, vamos a
destacar por su gran significación al escultor Dionisio Lausén. Es
autor, entre otras notables obras, del Ángel de la oración del mausoleo
de la familia de Matute-Pérez de 1899 (cuadro 6) o la escultura del
Silencio del sepulcro de la familia de Antonio Morón de 1904 (avenida
principal, derecha, frente a la manzana nº 14 de nichos), además del
mausoleo de Joaquín Costa (final de la avenida principal).

No
podemos olvidar el impresionante conjunto de la Fosa Común, obra del
escultor zaragozano José Bueno, en la segunda década de este siglo.
Representa a dos hombres desnudos que sostienen el cuerpo de otro hombre
muerto (calle transversal a la avenida principal).

De la última
estatuaria sepulcral podríamos destacar la escultura de niña de la tumba
propiedad de Eduardo Álvarez y Pilar Sarto (cuadro A-2, sepultura 2,
detrás de la de Joaquín Costa) y la modernísima escultura de la Piedad,
obra de Venancio Blanco para la tumba del profesor José Camón Aznar
(panteón I, cuadro 41).

AUTOR: RINCON GARCÍA, W.: El cementerio de Zaragoza, Guía Histórico-Artística de Zaragoza, 1




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#182 · 05/Jul/2014, 09:41

ALFONSO III
Un breve reinado de problemática gestión

“Gobernar no consiste en resolver problemas, sino en hacer callar a quienes los plantean” (Giulio Andreotti)


Vía GEA | Alfonso III ‘el Liberal’, primogénito de Pedro III y Constanza II de Sicilia, accedió al trono de Aragón, tal día como hoy, hace 725 años, esto es, en 1285. Su corta gestión como rey estuvo mediatizada por dos problemas de gran importancia, a los que se dieron soluciones que, en modo alguno, fueron definitivas. Esos problemas pasaron por la posesión de Sicilia, entremezclada con la lucha por el equilibrio peninsular con Castilla, y la oposición de la nobleza aragonesa.


El dominio de Sicilia, donde Alfonso había gobernado antes de ser rey, desbordó el marco estrictamente aragonés, internacionalizándose al entrar en escena, por unas u otras razones, el pontificado, la casa francesa de los Anjou
y los reinos de Francia, Castilla, Sicilia, Mallorca y Aragón. Antes de
morir, su padre, Pedro III, había hecho prisionero al candidato
pontificio para el trono de la isla, Carlos de Salerno, hijo de Carlos
de Anjou. De ahí que los franceses, sus aliados, amenazaran el valle de Arán, Aragón y Gerona, ciudad ésta que –con el valle aranés– cayó en manos de Felipe III de Francia. Esta invasión fue posible merced a la ayuda que el rey Jaime II de Mallorca,
tío de Alfonso III, prestó a la coalición franco-pontificia, a cuyos
ejércitos dejó pasar a través de los territorios que el reino mallorquín
poseía en el Rosellón, al otro lado de los Pirineos. Por otra parte, Sancho IV de Castilla dejó desamparado al aragonés al no enviar los refuerzos previamente concertados.



Como réplica, Alfonso III invadió las Baleares,
mientras los franceses eran derrotados en Panissars. Y, en la lucha
interna por el trono castellano, se puso de parte del infante Alfonso de la Cerda, a quien proclamó en Jaca como rey de Castilla,
a la vez que atacaba militarmente a Sancho IV, tras haber concretado un
tratado de amistad con los benimerines. En compensación, Alfonso de la Cerda cedía a Alfonso III el reino de Murcia,
cesión que nunca llegó a ser efectiva. Y Carlos de Salerno fue liberado
a condición de su renuncia al trono siciliano en favor de Jaime,
hermano de Alfonso III, quien, poco después, sería su sucesor en Aragón
con el nombre de Jaime II. Ante la imposibilidad de tomar Sicilia,
defendida por el futuro Jaime II, el papa buscó una solución pacífica al problema con Alfonso III, llegándose a la firma del Tratado de Tarascón (1291), solución no definitiva, de ahí que poco después se tuviera que sellar el Tratado de Anagni (1295).



Por otra parte, la oposición de la nobleza aragonesa al rey fue un episodio más de la vieja lucha entre la monarquía y los nobles aglutinados en la Unión Aragonesa, que, con el pretexto de que Alfonso III se había proclamado rey antes de jurar los Fueros de Aragón, se le opusieron militarmente y amenazaron con entregar la corona a Carlos de Valois. Alfonso III tuvo que ceder otorgando el conocido Privilegio de la Unión.


Alfonso III, tras escasos seis años de intenso reinado, moría en 1291 antes de casarse con Leonor de Inglaterra, dejando el trono a su hermano Jaime de Sicilia, desde ese momento Jaime II de Aragón.




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#183 · 05/Jul/2014, 09:43
DICTAMEN SOBRE EL TÍTULO “PRINCIPE DE GERONA”
Autor: Juan Ferrando Badía.
Pleno: 12 de febrero de 1990

Índice
NOTA PRELIMINAR
I. DEFINICIÓN DE LA CORONA DE ARAGÓN Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA
A) Introducción
B) La Corona de Aragón
II. ESTRUCTURA POLÍTICA DE LA CORONA DE ARAGÓN
A) La Corona de Aragón era una unión real
a) La “Unión Real”
b) La confederación de Estados
c) El Reino de Valencia en la Corona de Aragón
B) A modo de Conclusión
III. EL PRINCIPADO DE GERONA
Historia reciente
IV. EL PRINCIPADO DE GERONA EN EL MARCO DE LA CORONA DE ARAGÓN
Datos históricos
V. EL PRINCIPADO DE GERONA, PATRIMONIO DE LA CORONA DE ARAGÓN
Conclusiones

NOTA PRELIMINAR
En
fecha 2 de febrero de 1990 el Molt Excel·lent President de les Corts
Valencianes remitió a este Consell Valencià de Cultura el siguiente
escrito:
“La
Mesa de las Cortes Valencianas, en su reunión celebrada el día 1 de
febrero de 1990, de conformidad con lo establecido en el artículo 5º de
la Ley 12/1989, de 30 de octubre, del Consell Valencià de Cultura, ha
acordado dirigirse a la Institución que V.E. preside para solicitarle
dictamen en relación con el título de Príncipe de Gerona, en el marco de
la antigua Corona de Aragón.
En consecuencia, el Consejo Valenciano de Cultura extiende el siguiente dictamen:

I.- DEFINICIÓN DE LA CORONA DE ARAGÓN Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA
A.- Introducción
El
Reino de Valencia, como institución de derecho político, tiene
fundamentalmente dos grandes épocas: la primera se inicia en el año 714
con la creación del reino musulmán en el marco del Califato de Córdoba y
finalizó su existencia el 9 de octubre de 1238 con la conquista de la
ciudad de Valencia por Don Jaime I, rey de Aragón. El Reino valenciano,
en su primera época, adquiere, bajo el reinado de los musulmanes, una
autonomía, una autoridad propia y una personalidad tales, en todos los
niveles, tanto en el económico como en el cultural, que más bien parece
ser Valencia un mundo árabe distinto al de Córdoba. Tuvo el reinado
islámico valenciano su siglo de oro y aportó al pensamiento y a la
cultura islámica grandes filósofos, poetas, jurisconsultos e
historiadores, humanistas y teólogos que amamantaron con sus ideas y
pensamientos a las generaciones cultas y estudiosas de Bagdad y
Alejandría. La época musulmana, especialmente en su dimensión
económico-social, ha influido decisivamente en la estructura y
personalidad económica, social y cultural del posterior reino cristiano y
ha durado hasta la actualidad. La otra época en que hemos dividido la
historia de Valencia, como Reino, es la que se inició con Jaime I a
mediados del siglo XIII, hasta su abolición por Felipe V.

B.- La Corona de Aragón
El
Reino de Valencia estuvo integrado desde sus orígenes en la Corona de
Aragón. El profesor Ubieto lo define así: “Se llama Corona de Aragón al
conjunto de hombres y países que estuvieron sometidos a la jurisdicción
del monarca que dominaba en Europa, prescindiendo del carácter
constitucional de cada territorio, que podía ser un reino (Aragón,
Mallorca, Sicilia, Cerdeña, Córcega, Nápoles), un ducado (Atenas y
Neopatria), un marquesado (Provenza), un condado (Barcelona, Rosellón, y
Cerdeña), o un Señorío (Montpellier)”. (La creación de la Corona de
Aragón “Temas Valencianos”, Valencia , 1977, pág. 3).
No
es difícil demostrar que cada uno de estos ex-reinos integrados en la
Corona de Aragón, tuvo una estructura institucional y una vida política
independiente. Cada uno de ellos tenía distintos códigos jurídicos,
tanto de carácter privado como público, distintas cortes y gobiernos.
Cada uno de ellos tenía, pues, sus propios fueros o leyes, acuñaba su
propia moneda y tenía su propio mercado, etc.
La
Corona de Aragón comenzó a constituirse en 1137 y finalizó, de manera
definitiva, en el siglo XVIII, con motivo de la Guerra de Sucesión
española. Felipe V, el primer rey Borbón, venció en la batalla de
Almansa (25 de abril de 1707) a los ejércitos partidarios del Archiduque
Carlos de Austria, conquistando inmediatamente Valencia (el 8 de mayo) y
Zaragoza (el 25 del mismo mes). El 29 de junio de 1707 dictaba un
decreto por el que abolía y derogaba los fueros, privilegios, prácticas,
costumbres, exenciones y libertades que gozaban los reinos de Aragón y
Valencia, sometiéndolos a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y
forma de gobierno que tenían allí, y a sus tribunales. El final de la
Corona de Aragón se consumó el 12 de Septiembre de 1714, cuando Felipe V
conquistaba Barcelona, y el 3 de julio de 1715 la ciudad de Palma de
Mallorca. A partir de este momento, varios decretos del primer rey
Borbón fueron desmontando todas las instituciones de cada uno de los
ex-reinos integrantes de la Corona de Aragón y fueron sustituidas por
otras a imagen y semejanza de las vigentes, bien en Castilla o en
Francia. La Corona de Aragón, como entidad geográfica y como institución
política, había dejado de existir.
No
es el caso de estudiar ahora la estructura política, social y económica
del Reino cristiano valenciano, que fundara el rey Jaime I. Lo que sí
interesa es distinguir entre reconquista y repoblación. Dice Ubieto, en
la última parte de la introducción al Llibre del Repartiment, reeditada
en 1978, que “el lector no profesional debe tener en cuenta que ambos
conceptos acostumbran a ir siempre juntos. Pero…, no deben confundirse.
La reconquista supone una acción violenta, por la fuerza de las armas,
echando a los que tienen el poder. La repoblación es una ocupación
pacífica de tierras que generalmente no tienen dueño o que están yermas,
 y que, en cualquier caso, siempre suponen el asentamiento
en un territorio que anteriormente ya está poblado. La reconquista
valenciana, se produjo entre 1232 y 1245; y, por sus características, es
irrepetible. La repoblación cristiana se inició en este período y dura
hasta hoy, aunque ahora se conoce con el nombre de inmigración”.

II.- ESTRUCTURA POLÍTICA DE LA CORONA DE ARAGÓN
A.- La Corona de Aragón era una unión real
El
Reino cristiano de Valencia lo fue desde el año 1238 hasta 1707, tanto
política como administrativamente; y a partir de 1833 tan solo fue Reino
desde un punto de vista administrativo, pues a partir de esa fecha la
división territorial de España será, por obra de Javier de Burgos, según
el modelo provincial francés. El Reino de Valencia fue un Estado
independiente y soberano en el marco de la Corona de Aragón. El vínculo
que unía entre sí a reinos como el Balear, el Valenciano y el Condado de
Barcelona, etc., era la Corona. Por eso, desde el punto de vista de la
técnica constitucional, la Corona de Aragón era una “unión real”, y, por
tanto, no llegó nunca a ser ni una “confederación”, ni menos aún una
“federación”. Y, por supuesto, jamás fue una “confederación
catalano-aragonesa”, como se atrevió a afirmar, en 1869, Antonio de
Borarull de Brocà. Tampoco es cierta la afirmación de J. Reglá (Historia
de Cataluña, Madrid, 1978 , páginas 43 y siguientes), de que “la unión
entre los diversos reinos integrantes de la Corona de Aragón, fue de
tipo personal…”; y la del marqués de Lozoya, quien también incurre en el
mismo error que Bofarull. Dice: “El Reino de Aragón, el Principado de
Cataluña, el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca, constituyen una
confederación de Estados” (Véase el mapa de las cuatro comunidades
citadas en la página 60 del Tomo Segundo de Historia de España del
marqués de Lozoya, Salvat, 1952).
Por
todo ello creemos oportuno –para intentar deshacer esos errores
históricos– referirnos , aunque sea brevemente, a estas nociones de
técnica constitucional.
¿Qué
es la “unión personal”? La “unión personal” se verifica por la casual y
temporal identidad de la persona física del soberano de dos o más
Estados. El hecho de que dos o más Estados tengan, en común, el Jefe de
Estado, deriva o bien de una casual coincidencia en la misma persona de
las llamadas a ocupar el trono de los diferentes Estados, según el orden
de sucesión (por ejemplo, Hannover-Inglaterra, en 1714-1837;
Holanda-Luxemburgo, en 1815-1890), por ofrecimiento de la corona por
parte de  un Estado al soberano de otro (por ejemplo,
Sajonia- Polonia, en 1697-1763), o bien por otros motivos jurídicos
(Bélgica-Congo, en 1885-1908).
Los
dos o más Estados permanecen jurídicamente independientes y distintos
el uno del otro. El oficio de jefe de Estado es también distinto para
los dos Estados, siendo tan solo común la persona física, vínculo que se
disuelve apenas cesa la causa que lo ha determinado. Esto aconteció con
la “unión personal”entre Inglaterra y Hannover, que se disolvió en 1837
con la subida al trono de Inglaterra de la reina Victoria, quien, según
la Ley Sálica en vigor en Hannover, no podría reinar en el trono de
este último Estado.
a) La “unión real”
La
Corona de Aragón constituyó una “unión real”. ¿En qué consiste? La
“unión real” existe cuando la identidad de la persona física del monarca
no deriva de una causal coincidencia, sino que es querida por los
respectivos códigos de dos o más Estados o por un pacto asociativo que
puede ser también tácito entre éstos, si bien permaneciendo distintas
las coronas de los Estados. A la identidad del monarca, suele acompañar
también la identidad de otros órganos jurídicos y de aquellos órganos
que coadyuvan al soberano en el despliegue de sus funciones.
Al
igual que la “unión personal”, la “unión real” consiste en que en un
mismo monarca confluyen dos o más coronas, que permanecen distintas.
Pero –según García Pelayo– se diferencian: a) en que la “unión real “,
no está provocada por un hecho causal de naturaleza física y personal,
sino que descansa sobre un fundamento jurídico establecido de modo
deliberado y consciente; b) en que tiene un carácter permanente,
asegurado por órdenes concordantes de sucesión a la Corona; y c) en que,
algunas veces tienen consecuencias orgánico-jurídicas para cada uno de
los Estados.
Según
la teoría dominante, y desde el punto de vista jurídico –expone García
Pelayo–, sólo las dos primeras notas son esenciales a la “unión real”,
la cual, además de portador de la Corona “puede” tener otros órganos
comunes; pero tales órganos “no son de naturaleza esencial, sino
accesoria”.
Por
consiguiente, “en la ‘unión real’, no hay un nuevo Estado, sino dos o
más Estados independientes cuya soberanía no se encuentra afectada por
el hecho de compartir un mismo monarca.
Cada uno de los órganos, incluida la Corona, son independientes en el marco de cada Estado, y los actos de sus  portadores
no afectan al otro Estado. Sin embargo, los ejemplos históricos de la
‘unión real’ se caracterizan por una relativa analogía en lo que se
refiere a la política exterior, lo cual suele dar lugar a una serie de
órganos comunes, además del monarca, destinados a hacer efectiva esa
política común. No se trata, pues, de órganos únicos, sino de órganos
que forman parte de cada uno de los Estados”… (Vid. M. García Pelayo,
Derecho Constitucional Comparado, Madrid, 1986).

b) La confederación de Estados
La
confederación de Estados se concreta en una permanente relación
jurídica internacional de varios estados independientes que, sin dar
vida al nuevo Estado, se unen, por medio de un “tratado internacional”,
para la consecución de fines comunes.
Con
la confederación no se crea un superestado, sino sólo una “sociedad
internacional de Estados”, que obra mediante un congreso de delegados o
una cámara legislativa común e integrada por todos los Estados de la
confederación. Tal órgano tiene unos poderes, cuyos actos obligan tan
solo a los Estados participantes, y no directamente a los súbditos de
los Estados asociados. Sus deliberaciones, para poder obligar a los
súbditos, deben convertirse previamente en derecho interno de cada uno
de los Estados participantes (a no ser que exista, en los Códigos de los
Estados confederados, una norma por la que se establezca la conversión
automática de las deliberaciones de la dieta confederal en derecho
interno).
No
existe un territorio confederal. No hay súbditos o ciudadanos
confederales, ni existe una potestad de imperio de la confederación en
cuanto tal.
Según
S. Scelle, podemos definir la confederación de Estados como una
“asociación en la cual los gobernantes de los diversos Estados abandonan
una parte más o menos importante de su competencia internacional en
manos de los órganos confederales. Los miembros de éstos vienen a
acrecer el número del colegio gubernamental internacional”. De esta
manera, según nos dice Burdeau, la confederación de Estados es una
unidad de carácter internacional, porque los Estados-miembros conservan
su independencia. En efecto, continúa diciendo dicho autor, existe una
autoridad central (la antigua Dieta de la confederación germánica, por
ejemplo), pero sus decisiones deben ser tomadas por unanimidad. La
confederación no forma un Estado central distinto de sus miembros. Es
por lo que se explica el carácter  esencialmente
transitorio de esta forma de asociación. O bien los Estados recuperan su
total autonomía, o bien, nos dice Burdeau, si los factores que han
determinado a los Estados a asociarse continúan existiendo, ellos se
integran en una forma más coherente: el Estado federal.
Los
ejemplos recientes de confederación son los siguientes: la Unión
francesa –hoy ya fenecida–, surgida en 1946 en sustitución del viejo
imperio colonial francés, y la Unión Irlanda-Indonesia de 1949 (Vid. G.
Burdeau, Droit constitutionnel et institutions politiques, París, 1979).
c) El Reino de Valencia en la Corona de Aragón
El
Reino taifa valenciano, desde la conquista por el rey Jaime I
(1213-1276), entró a formar parte de los reinos y condados que
constituían la Corona de Aragón que, como fácilmente se puede colegir de
lo expuesto anteriormente, no constituía ni una confederación
catalano-aragonesa, ni tampoco una federación, sino tan solo una “unión
real”. La Corona de Aragón venía configurada “por el sometimiento a la
soberanía de un mismo monarca, pero sin alcanzar la fusión de las
estructuras políticas de los reinos que se le unían. El concepto que la
Monarquía tiene en estos países es un concepto “pactista”, por el cual
los súbditos quedan sometidos al poder real, únicamente a cambio de que
el rey cumpliera el derecho del país”. Valencia fue un reino separado,
que nunca estuvo sujeto a otro reino o condado de los que integraban la
Corona de Aragón. Por eso, el rey Jaime I –añade la profesora Cabanes–
“no le quería obligar a otras leyes, antes era su voluntad que en todo
se gobernase como reino apartado y no unido con éste, y que, cuando era
de ello servicio, hacía en él merced a ninguno, pues no era obligado a
dar de su reino a ninguna persona si por su voluntad no fuese”. De tal
modo, en las tierras de la recién conquistada Valencia, Jaime I de
Aragón fundó, entre el 11 de abril y el 21 de mayo de 1239, un nuevo
reino, al que fijó unos límites precisos, señalados en sus textos
legales, y en los que insistiría al conceder su segundo testamento, por
el que deja Valencia a su hijo Pedro –al futuro Pedro III de Aragón y I
de Valencia–, consignándolo en la forma siguiente: “…Y dejamos al dicho
Pedro, nuestro hijo, todo el reino de Valencia, desde Biar hasta el río
de Uldecona, y desde el río Alventosa hasta el mar, y desde Requena, que
forma frontera con Castilla, hasta el mar”. (Vid. A. Cabanes, en
“Organización autonómica del Reino de Valencia”, Temas valencianos,
Valencia, 1978, páginas 3 y ss.).

B.- A modo de Conclusión
La
Corona de Aragón no es, pues, susceptible de ser calificada como
confederación catalano-aragonesa, ya que, en sus comienzos, el Condado
de Barcelona -y no reino, ni principado- fue (por el matrimonio de Ramón
Berenguer IV con Petronila, la hija de Ramiro II, el Monje) el que se
integró en el Reino de Aragón. Ramiro II cedió a Ramón Berenguer el
reino, o sea, la función real y el gobierno pero no el título, ya que
Ramiro no abdicó. Conservó el título de rey, que, a su muerte (1154),
heredó su hija Petronila. Como es sabido, era costumbre aragonesa vedar
el ejercicio de la función real a las mujeres, pero no la transmisión
del título real; por ello, haciendo uso de tal derecho, Petronila cedió
en vida (1164) el título de rey a su hijo Alfonso II, dos años después
de la muerte de su esposo. Los herederos de Ramón Belenguer IV adoptaron
los títulos de Rey de Aragón y Conde de Barcelona, con lo cual el
último título queda en segundo plano y prácticamente postergado.
En
el reino de Alfonso I (II de Aragón, sucesor de Ramón Berenguer), el
nombre de condado (no ya el de Cataluña, que no significa nada entre los
títulos de los reyes) pasa a segundo lugar, y en los reinados sucesivos
cada nuevo reino que se añade a la Corona le hace retroceder un puesto
más. Así, Jaime I lo ostentará como cuarto título, ya que era rey de
Aragón, de Mallorca y de Valencia y Conde de Barcelona.
Por
otro lado, es conveniente recordar, con el Catedrático de Metafísica de
la Universidad de Barcelona, D. Francisco Canals Vidal, que, en una
conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI (Madrid, 1988), decía: “En
el año 987 de nuestra era, Catalunya no existía. No tenía ese nombre, no
había aparecido aún la lengua catalana, y tan sólo había perdidos al
nordeste de la península ibérica, una serie de pequeños condados:
Ausona, Gerona, Besalú, Barcelona, que dependían, sin unidad jurídica ni
histórica entre sí, del rey de Francia unos, y del conde de Tolosa
otros: Urgell, Ribagorza, Pallars… Todos ellos eran producto de las
conquistas de los francos a los moros, siendo en principio bien
constitutivos de la ‘marca gotia’ y después de la ‘marca hispánica’.
Nunca se les denominó ‘marca catalana’ y hasta 1258, fecha del Tratado
de Corbell entre Luis de Francia y Jaime de Aragón, subsistió un
vasallaje, al menos nominal, entre ellos y Francia”. Y continuaba
exponiendo: “Por aquellos tiempos, el Jalifato de Córdoba era la primera
potencia de Europa. La capital tenía cientos de miles de habitantes y
sus ejércitos llegaban con facilidad hasta los últimos núcleos
cristianos. Por ello, el Conde de Barcelona, Borrell II, hijo de Wifredo
el Velloso, solicitó una tregua al Jalifato de Córdoba, que le fue  concedida
a cambio de la sumisión y la no alianza, en el futuro, con los reyes
francos. Pero al aparecer Almanzor, en 985, y atacar la Marca Hispánica,
ocupando, saqueando e incendiando el Condado de Barcelona, y a reanudar
sus marchas victoriosas por el norte, Borrell II, sintiéndose
amenazado, pidió, en vano, auxilio al rey de Francia, Hugo Capeto, pero
éste no acudió a socorrerle, y Borrell II se refugió en las montañas de
Montserrat con los restos de sus ejércitos, haciendo frente a los
sarracenos. En el año 987 se eligió rey de Francia a Hugo Capeto, el
cual, habiéndose desintegrado el poderío de Carlomagno y para evitar
otro Roncesvalles, el rey francés exigió ciertas garantías a Borrell II
para prestarle ayuda. Estas garantías consistían en que Borrell II
renovara su vasallaje y acudiera antes de Pascua del año siguiente –988–
al norte de los Pirineos. En marzo del mismo año, Borrell II, teniendo
miedo, no acudió a la cita negándole homenaje y fidelidad al rey
francés. Al no rendirle acto de vasallaje se desvinculó de esa forma de
la Corona francesa”.
Jaime
I logra, más tarde, que los tres condados de la antigua Marca
Hispánica, que aún permanecían separados del Condado de Barcelona, el de
Ampurias, el de Urgel y el de Pallars Subirá, se le declarasen
vasallos. Jaime I firmó en 1258 con el rey de Francia Luis IX –que más
tarde sería San Luis de Francia–, el Tratado de Corbell, por el que el
rey francés renunciaba a sus pretensiones feudales, mientras que Jaime I
renunciaba al sur de Francia, salvo a su Señorío de Montpellier, ciudad
que le vio nacer el 1 de febrero de 1208 de María de Montpellier y
Pedro II de Aragón. Así pues, es con Jaime I cuando se puede hablar de
Cataluña y no desde Wifredo el Velloso. ¿Cómo podía ser, pues, una
confederación catalano-aragonesa, si Cataluña era un feudo francés,
precisamente en la época de mayor auge de la Corona de Aragón?
A
modo de conclusión, la Corona de Aragón venía configurada, pues, por la
sumisión a la soberanía de un mismo monarca, pero sin alcanzar la
fusión de las estructuras políticas de los reinos que se le unían. El
concepto que de la Monarquía se tiene en estos países es un concepto
“pactista”, por el cual los súbditos quedan sometidos al poder real,
únicamente a cambio de que el rey cumpliera el derecho del país
respectivo.
De
tal manera es cierto lo que venimos afirmando de que el vínculo entre
los diversos reinos, condados y señoríos era la Corona –y, por tanto que
la Corona de Aragón era una “unión real” (y no una confederación
catalano-argonesa)– que la propia fórmula que el Rey Jaime I utiliza en
sus documentos, desde el 28 de septiembre de 1238, bien lo refleja. Dice
así: “Nos Jaime, por la gracia de Dios, rey de Aragón, de Valencia, de
Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier…”.

III. EL PRINCIPADO DE GERONA
Historia reciente
El día 15 de marzo de 1977, el Rey don Juan Carlos I aceptó el título de príncipe de Gerona para su hijo Felipe.
El
rey don Juan Carlos I, al aceptar el título de príncipe de Gerona para
su hijo, nuevamente renovaba una tradición secular en el marco de la
Corona de Aragón. En efecto, el hijo y heredero del trono, don Felipe,
era –desde un punto de vista legal– ya (desde el 22 de enero de 1977,
fecha en que se publicó en el “Boletín Oficial del Estado” un Real
Decreto del 21 de enero de 1977) titular del principado de Gerona. El
Real Decreto citado indicaba que “de acuerdo con la tradición española
sobre títulos y denominaciones que corresponden al heredero de la
Corona” don Felipe asumía los títulos vinculados históricamente al
sucesor en el trono. Interesa subrayar que la fecha del 22 de enero de
1977 es la fecha –legalmente– de concesión de los títulos al heredero,
por lo que cualquier noticia acerca de presuntas “concesiones”
posteriores resultaba y resulta irrelevante.

IV. EL PRINCIPADO DE GERONA EN EL MARCO DE LA CORONA DE ARAGÓN
A.- Datos históricos
El
principado de Gerona es el título propio de los herederos de la Corona
de Aragón, que, como se indicó, comprendía, entre otros, los territorios
de Aragón, Mallorca, Valencia, el condado de Barcelona, etc. La
titulación completa, en el siglo XV, de los monarcas aragoneses era la
siguiente: “Reyes de Aragón, de Sicilia, de Valencia, de las Mallorcas,
Conde de Cataluña, de Córcega, del Rosellón y de la Cerdeña, marqueses
de Cristán y de Gozianos”.
Fue
precisamente, en el año 1351, el rey Pedro IV de Aragón y II de
Valencia (1336-1387), Pedro el Ceremonioso –y Pedro III, décimotercer
Conde de Barcelona–, quien designó, por un Real Privilegio, fechado en
Perpiñán el 16 de febrero del mismo año, duque de Gerona a su hijo el
futuro el Juan I de Aragón y de Valencia (1387-1396), a semejanza de los
usos del reino de Francia, en donde el primogénito de los monarcas
ostentaba el título de duque de Normandía. (Del citado Real Privilegio  existen sendos traslados en el Archivo de la Corona de Aragón y en el Archivo Municipal de Gerona).
El
título de duque de Gerona continuó vigente hasta que, en 1412, por
muerte sin sucesión legítima del rey Martín I de Valencia (1396-1410),
se produjo un interregno (1410-1412), que dio lugar al conocido
“compromiso de Caspe”. En él –y por mayoría de ocho votos contra uno–
fue elegido rey, o mejor dicho, considerado heredero más prospicuo, el
infante don Fernando de Castilla, sobrino de Martín el Humano e hijo de
la Infanta doña Leonor, hermana de dicho rey Martín, que reinará como
Fernando I de Valencia y Aragón (1412-1416).
Este
nuevo monarca aragonés, Fernando I, en febrero de 1414, elevó a la
categoría de principado el primitivo ducado de Gerona, para equipararlo
en rango al recientemente creado principado de Asturias, propio de los
herederos de Castilla (instituido en 1388) y que fue, por tanto, el
primer principado español. El primer príncipe de Gerona fue el futuro
Alfonso V de Aragón y III de Valencia (1416-1458), más conocido como
Alfonso el Magnánimo.
Reunidos
en Zaragoza (vid., más ampliamente, Menéndez Pidal, Historia de España,
vol. XV, Madrid 1970, págs. 359 y s.s.) los prohombres aragoneses,
catalanes, mallorquines, y valencianos, amén de representantes de los
restantes territorios de la corona (sicilianos, sardos, etc.), se inició
la ceremonia de la primera –y única– investidura del primer príncipe de
Gerona, cuyo protocolo ha llegado hasta nuestros días:
“Estando
el rey don Fernando en el throno, llegóse a él su hijo mayor, el
infante don Alfonso (que ya dos años antes había sido jurado por sucesor
en los reinos) e vistióle el rei un manto mui rico, e púsole un chapeo
en la cabeça, e una vara de oro en la mano e dióle paz en el rostro e
título de príncipe de Girona, como antes se llamaba duque porque ya en
el vecino reyno de Castilla se avía dado al sucesor el de principe de
Asturias”. Vease un detallado programa de los festejos en ZURITA, Anales
XII, 34; el relato circunstanciado del testigo presencial Alvár García
de Santa María, reeditado por J.F. Andrés de Uztarroz, “Coronaciones de
los Reyes de Aragón”, Zaragoza, 1641, págs, 91 y ss.; y también J. DE
BLANCAS, “Coronaciones de los Serenísimos Reyes de Aragón”, Zaragoza,
1641, pág. 82).
Dos
años después, hallándose en la ciudad de Gerona Fernando I de Aragón y
de Valencia, Fernando de Antequera, libró, el 19 de febrero de 1416, a
favor de su citado primogénito el correspondiente diploma creándole
príncipe titular de la ciudad.
Desde
el futuro rey Alfonso el Magnánimo –Alfonso V de Aragón y III de
Valencia– hasta el hijo de don Juan Carlos I, actual heredero de la
Corona, sólo quince príncipes han sido oficialmente reconocidos como  titulares
del Principado gerundense (a diferencia del asturiano, del que don
Felipe de Borbón y Grecia es el XXXV titular). Desde un punto de vista
estrictamente oficial, en efecto, el título de príncipe de Gerona había
quedado en suspenso desde el siglo XVIII, cuando Felipe V suprimió los
fueros de Aragón, Cataluña y Valencia, por el apoyo de esos pueblos a la
causa del archiduque Carlos de Austria en la Guerra de Sucesión
española. Con Felipe V, la legislación castellana se aplicó a todos los
ex-reinos y condados de la Antigua Corona de Aragón.
El
Ayuntamiento de Gerona, en 1771 solicitó del Rey Carlos III que hiciera
revivir oficialmente el título principesco. La misma petició fue
elevada en 1860 a la reina Isabel II, y en 1871 a don Amadeo de Saboya,
sin conseguirse nunca resultado práctico. Todos estos procedentes
prueban que la tradición seguía arraigada en el pueblo. El Real Decreto
de 22 de agosto de 1860, puesto a despacho ante Alfonso XII, en donde se
declaraba que “todas las demás provincias de la Monarquía española
comprenderán fácilmente que no pudiéndose usar tan varia denominación a
un tiempo (la de Asturias, por Castilla y León; la de Gerona, por el
heredero de la Corona de Aragón, y Viana por Navarra), natural es que se
adopte la más antigua (es decir, el Principado asturiano)”, patentiza
el exquisito tacto del hijo de Isabel II, Alfonso XII, pues, pretende
justificar el uso del único título del heredero al trono de España, el
de Príncipe de Asturias, sin herir la sensibilidad de los otros pueblos
de su Monarquía; señal que estos compartían viva su respectiva historia.
Don
Juan de Borbón y Battenberg, siendo conde de Barcelona, –y que debería
haber sido, desde un punto de vista estrictamente dinástico, Rey de
España con el nombre de Juan III a no ser porque el franquismo creó una
nueva Monarquía–, decidió, como Jefe de la Casa Real en el exilio, que
su heredero, Don Juan Carlos, pasase a usar la histórica denominación
gerundense en su pasaporte, ya que el título de “Príncipe de Gerona”
pareció menos desafiante que el de Asturias. En ocasión de compromiso
matrimonial de don Juan Carlos con la princesa Sofía de Grecia, en 1961,
se hizo pública un comunicado en el que, sin embargo, el novio aparecía
nombrado con los tres principados tradicionales de la dinastía:
Asturias, Gerona y Viana. De esta manera D. Juan de Borbón restauró, con
gran sentido histórico, los tres títulos que confluían en el heredero
del Trono de España.
El
Rey Juan Carlos I, siguiendo las directrices de su padre, ha renovado
la tradición secular de un modo oficial. Su hijo y heredero, Don Felipe,
es titular de los tres citados principados desde el 22 de enero de
1977, fecha en que fue publicado en el “Boletín Oficial del Estado” un
Real Decreto, fechado el día anterior, en el que se indicaba que “de
acuerdo con la tradición española sobre títulos y denominaciones que
corresponde al heredero de la Corona”, Don Felipe asumía los títulos
históricamente  vinculados al sucesor en el trono. Es
importante subrayar –repitámoslo una vez más– que ésta es la fecha de la
concesión legal de los títulos históricos al heredero.
En
la España autonómica, creada por la Constitución del 29 de Diciembre de
1978, cada Comunidad, llevada por la propia lógica y dialéctica
implícita en el concepto de Estado autonómico, ha intentado reactualizar
su historia en busca de los signos de su identidad, de su razón de ser y
de su vocación cara al futuro. Por eso, no debe extrañarnos que los
diversos pueblos españoles hayan comenzado este camino. Por eso también,
debemos aplaudir que los antiguos pueblos que integraron la Corona de
Aragón quieran revitalizar su historia, y, por tanto, los títulos que
dignificaron su Corona. En este caso concreto, el título Príncipe de
Gerona para el heredero de la Corona de Aragón. La Constitución española
de 1978 –siendo coherente con lo previsto en el artículo 143 de la
misma–, en el sentido de que la razón de acceder a la autonomía por
parte de todos los cuadrantes de la geografía española (Vid. Art. 2) es
que tengan unas “características históricas, culturales y económicas
comunes” (Vid. también art. 147, 1, a.) ha querido conectar con la
realidad de la estructura histórica española (Vid. art. 3, 2 y 3; art.
4, 2, etc.). Por eso se ha hecho eco de los tres títulos que adornan al
heredero de la Corona de España, ya que estos tres títulos, el de
Príncipe de Asturias, el de Gerona y el de Viana, así como con los
restantes títulos históricos, como son el Ducado de Montblanc, el de
Conde de Cervera y el de Señor de Balaguer (pertenecientes también a la
dinastía aragonesa) son trasunto, en parte tan solo, de la estructura
histórica española. Y así, el artículo 57, en su apartado 1º dice: “La
Corona de España es hereditaria en la sucesión de S. M. Don Juan Carlos I
de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en
el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación,
siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la
misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el
varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de
menos.
“2.
El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el
hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de
Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de
la Corona de España”. (Vid. el Real Decreto 54/1977, de 21 de enero, BOE
núm. 19, de 22 de enero, sobre Títulos y Denominaciones que
corresponden al Heredero de la Corona. Por otra parte, hay que señalar
que S.A.R. Felipe de Borbón y Grecia fue proclamado Príncipe de Asturias
el 1 de noviembre de 1977).

V. EL PRINCIPADO DE GERONA, PATRIMONIO DE LA CORONA DE ARAGÓN
Queda
expuesto que el título de Príncipe de Gerona era el que debían ostentar
los herederos de la Corona de Aragón, los futuros reyes de la misma. Y
se han enumerado también los diversos territorios que integraban la
citada Corona de Aragón. Por tanto, todo lo que concierne a la antigua
Corona de Aragón es patrimonio común de todos los miembros que antaño
integraron.
Con
la historia en la mano, fue la Corona de Aragón la que coadyuvó, junto
con la Corona de Castilla, a construir lo que más tarde –siglo XIX–
llamaríamos Nación Española, que no fue más que una consecuencia de la
previa unidad territorial de las dos Coronas en un solo heredero.
Parece
ser que se está estudiando en Gerona todo lo relativo al protocolo a
seguir en los actos de una ceremonia que no puede ni debe ser de
“proclamación” o de “investidura”, pues D. Felipe ya está investido,
legalmente, como Príncipe de Gerona desde 1977, como ya se expuso, y
desde un punto de vista constitucional, también se halla investido de
éste y de otros títulos “vinculados tradicionalmente al sucesor de la
Corona de España”. Los actos que puedan tener lugar quizá, el próximo
mes de abril en Gerona, aprovechando una visita de su Alteza Real a
Cataluña–, sólo deben tener el carácter de un homenaje popular, análogo
al que se le tributó como Príncipe de Asturias en Covadonga, ya que,
siendo el título de Príncipe de Gerona, patrimonio común de todos los
ex-miembros de la Antigua Corona de Aragón, se habrá de contar no solo
con la participación del pueblo catalán, sino también con el de las
Comunidades Autónomas de Aragón Valencia e Islas Baleares.
Por
tanto, coherente con la historia, la Comunidad Autónoma de Valencia –el
Antiguo Reino de Valencia– pide al gobierno de España y a su Rey que,
en caso de llevarse a cabo el homenaje al Príncipe heredero, se tenga en
cuenta la estructura histórica que, en su día, tuvo la Corona de
Aragón.
No
existe protocolo ni ceremonia específica a tener en cuenta, dejando
aparte la primera y única “investidura” celebrada en Zaragoza, y que ya
hemos reseñado (se trata de una ceremonia de carácter medieval). Lo
lógico sería que fuera el Alcalde de la ciudad de Gerona quien
mantuviera un primer plano en la celebración, otorgando los diplomas y
obsequios, que se requieran, a su Alteza Real. Y, así mismo, parece de
todo punto lógico, que siguiendo el mismo orden en que aparece cada uno
de los ex-miembros de la Corona de Aragón en la titulación que el propio
Jaime
I se daba, se siguiera en orden de representación: primero el
Presidente de la Diputación General de Aragón, luego, el Consejo General
Interinsular Balear, el Consejo de la Comunidad Valenciana y la
Generalidad de Cataluña, pero asistiendo, en igualdad de condiciones, al
frente de sus respectivas representaciones. Finalmente, junto a la
bandera nacional española, deberían figurar, como es natural, en
igualdad de número, las enseñas propias de las cuatro Comunidades
autónomas citadas.
En
consecuencia, el patrimonio de la Corona de Aragón debe se
administrado, por igual, por sus herederos, los antiguos “miembros” que
la integraron. El propio Estatuto de Autonomía de la Comunidad
Valenciana, del 1 de julio de 1982, adopta una actitud idéntica cuando
se refiere a la regulación del Archivo de la Corona de Aragón. Dice en
su Disposición Adicional Segunda lo siguiente: “El Gobierno Valenciano y
el Consejo de Cultura informarán el correspondiente anteproyecto de la
norma estatal que regule la situación del archivo de la Corona de Aragón
cuyo Patronato contará, en todo caso, con una representación paritaria
de las Comunidades Autónomas interesadas en el mismo”.


Cuanto mas conozco a la gente, mas quiero a mi gata Osca y es que En siendo de Aragón que me llamen como quieran.





Si tu supieras lo que pienso de ti, aun hablarias peor de mi.





En Aragón el que más come, más la goza .


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#184 · 13/Jul/2014, 20:07 · Editado por BOIRA_A

Un sarcófago del siglo XII, un viaje en el tiempo a los orígenes de Aragón




 
EFE 13/07/2014


n sarcófago de comienzos del siglo XII guardado en el Real Monasterio
de las Benedictinas de Jaca (Huesca) es una de las primeras y más
valiosas muestras de lo que fueron los orígenes de Aragón, e invita a un
viaje en el tiempo hacia una época oscura y violenta pero también de
luces y de pasión por el conocimiento. El sarcófago custodia en su
interior los restos de las tres hijas del que es considerado el primer
rey de Aragón, Ramiro I (1007-1063), y sus fascinantes relieves
escultóricos han favorecido que sea considerado por los expertos como
una de las obras cumbre del románico funerario español.


Así lo asegura el historiador Domingo Buesa, director de un curso
sobre la Catedral de Jaca que ha servido de marco esta semana a un
seminario científico más específico sobre el denominado sarcófago de
Doña Sancha, hija del rey Ramiro cuyo papel en la creación del Reino de
Aragón consideran fundamental los investigadores. Buesa asegura, en
declaraciones a Efe, que Doña Sancha dedicó su vida, una vez viuda, al
cuidado y crianza de los hijos de su hermano, el rey Sancho Ramírez, y
entre ellos al futuro monarca aragonés Pedro I. Pero no se limitó a esta
labor ya que ayudó a su hermano en las tareas de europeizar Aragón
vinculándolo al Papado y de contrarrestar la oposición de nobles y
abades. En reconocimiento a su labor, el rey Pedro I ordenó construir a
su muerte un sarcófago con relieves escultóricos que rinden homenaje a
la dinastía de Ramiro I.


Los estudios de ADN de los restos hallados en el interior del
sarcófago, entre ellos los de Doña Sancha y los de sus hermanas Urraca y
Teresa, revelaron recientemente que correspondían a personas altas y
con problemas de artrosis, tal como ha investigado la profesora Begoña
García Lejarreta de la cátedra de medicina legal de la Universidad de
Zaragoza. En la obra participaron dos artistas, aunque los expertos
insisten en que la parte frontal, dividida en tres escenas, es la más
valiosa y la única ideada originalmente, ya que la trasera iba a estar,
en principio, adosada a un muro.


La directora del Museo Diocesano de Jaca, Belén Luque, explicó
durante el debate que la cara central del sarcófago muestra el alma de
Doña Sancha izada al cielo por dos ángeles, mientras que en los
laterales aparecen tres dignatarios eclesiásticos (izquierda) y las tres
hijas del rey Ramiro I (derecha).


La parte posterior de esta urna funeraria, considerada de calidad
inferior desde el punto de vista artístico, muestra una imagen de unos
caballeros en lucha, con representaciones de animales que ha estudiado
el profesor Armando Serrano, archivero de la Fundación Casa de
Ganaderos. Los restos de Doña Sancha, muerta en 1097, fueron depositados
en el sarcófago y guardados en el monasterio benedictino de Santa Cruz
de la Serós, del que fue abadesa desde 1070. Labrado años después por
orden de su sobrino, el rey Pedro I, el sarcófago fue trasladado en el
año 1662, seis siglos después, hasta su actual ubicación en Jaca,
pasando a ser un referente del románico en opinión del profesor de la
Universidad de Cantabria Fernando Villaseñor.


El debate abierto en el seminario jaqués permitió a los expertos
debatir no sólo sobre el contexto histórico en el que se produjo la obra
sino sobre la simbología de las imágenes que emergen de la piedra.
Entre ellos, el profesor Antonio García Omedes, responsable de la web
romanicoaragonés.com, describió las imágenes que componen el sarcófago,
dedicado en su parte frontal a la propia condesa Doña Sancha. Según
García Omedes, la parte del frontal que muestra el relieve de tres
dignatarios eclesiásticos es una imagen del funeral de la condesa. A su
juicio, la parte posterior es una representación metafórica del comienzo
de una expansión territorial que continuó en los siglos siguientes y
que propició más tarde la creación de la Corona de Aragón.




Cuanto mas conozco a la gente, mas quiero a mi gata Osca y es que En siendo de Aragón que me llamen como quieran.





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#185 · 15/Jul/2014, 10:03

ALBARRACÍN: La joya del medievo

P1290826


Hacía tiempo que le tenía ganas a
esta ciudad así que en uno de los múltiples viajes para ver a mi
familia nos desviamos un poco de la ruta y nos plantamos allí.
Según cuenta la historia Albarracín tiene fama de “difícil de
conquistar” y con la primera vista de la ciudad me pude hacer una idea
de por qué había sido así. Bajo mi punto de vista creo que quién
quisiera conquistar la ciudad como mínimo tenía que ser un atleta en
potencia ya que para subir las cuestas y escaleras hay que tener ganas.
Hay constancia de que en la zona ya había pobladores durante la Edad de
Hierro, más tarde la familia musulmana Al-Banu-Razín creó un pequeño
reino taifa cediéndoselo después a la familia cristiana de los Azagra
que mantuvieron Albarracín como un Señorío independiente de la corona
Castellano-Aragonesa hasta 1285, fecha en que la ciudad fue conquistada
por Pedro III.
Vistas de Albarracín
Como nuestro viaje fue dicho y hecho no me dio tiempo a mirar
mucha cosa pero sí que vi unas horas antes de ir una empresa que se
dedicaba a hacer visitas guiadas por el módico precio de 3,50 €, como
era medianoche y no tenía muchas esperanzas de que me contestaran decidí
apuntarme un teléfono que tenían y llamarles por la mañana para ver si
con mucha suerte tenían dos huequecillos para que pudiéramos hacerla.
Plano de Albarracín facilitado por “El Andador”
Llegamos a Albarracín sobre las
11:30 previa parada en el Nacimiento del Río Tajo que está
aproximadamente a unos 40 km. antes de llegar a la ciudad pero a parte
de una estatua gigante no tiene mucha cosa más si no quieres pasarte
todo el día caminando ya que son todo rutas senderistas.
Nacimiento del Río Tajo



Nacimiento del Río Tajo
 
Como hasta las 14 horas no podíamos ir al hotel aparcamos el coche
en un aparcamiento que hay justo enfrente de la antigua escuela de los
niños ya que el tráfico por el casco antiguo está restringido y
empezamos a ascender por unas escaleras que desembocan en la Calleja del
Postigo para llegar a la ciudad. Nuestra primera visita fue a un bar
del pueblo, más concretamente al Casino que está situado en la C/
Azagra, 16 para reponer fuerzas, luego salimos y empezamos a andar sin
rumbo fijo por las callejuelas de la ciudad hasta que por suerte
encontramos una pequeña tienda de
EL ANDADOR,
la empresa que había visto por internet. Casualidades de la vida que
tenían una ruta a las 12:45 así que compramos los tickets y nos fuimos a
la plaza del ayuntamiento a esperar que viniera nuestra guía.
Vistas de Albarracín desde la carretera



Vistas de Albarracín desde la carretera



Vistas de Albarracín desde la carretera



Tienda dónde hacen las visitas guiadas del “Andador”
Como un clavo apareció la que nos iba a acompañar la siguiente
hora y media, se llamaba María Tremedal, un nombre que no había oído
nunca pero que por lo visto por esa zona es muy común. Tras una
introducción a la historia de la ciudad nos dirigimos hacia la Calle
Azagra, una de las más pintorescas de Albarracín ya que es muy estrecha y
los tejados se sobreponen unos encima de otros, en esta calle hicimos
una parada en la Casa de los Navarro de Arzuriaga, data del siglo XVII y
pertenecía a una familia de origen navarro que se dedicaba a la
trashumancia. Como dato curioso, es la única casa que está pintada de
azul ya que sus propietarios quisieron emular la arquitectura del sur ,
dónde hacían numerosos viajes.
Casa Navarro de Arzuriaga
Casa Navarro de Arzuriaga
A medida que íbamos avanzando, nuestra guía nos daba más datos
sobre la ciudad, era como transportarse al pasado. Albarracín es
conocido como “Nido del Águila” ya que era un lugar de difícil acceso y
desde la cima de la montaña se podía divisar hasta 12 km. a la redonda.
Su caso antiguo está construido sobre una montaña y tiene la defensa
natural del Río Guadalaviar así que como ya he comentado antes, a ver
quién era el osado que intentaba acceder hasta allí!!!! Fue declarado
Monumento Nacional en el año 1961 y está propuesta para ser declarada
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, bien merecido lo tiene!!!!



Imágenes de Albarracín



Imágenes de Albarracín



Imágenes de Albarracín
Seguimos nuestro paseo hasta la Iglesia de Santiago pasando por
una casa que está bastante torcida, por lo que nos dijo nuestra guía se
cree que está así por algún error de cimentación o  por capricho de su
constructor. De todas maneras creo que nunca lo averiguaremos, de ahí
viene el encanto de la casa….jejejeje. 
Casa torcida de Albarracín
Tras una breve parada en la Iglesia de Santiago proseguimos hasta
el Pórtico de Molina pasando por la panadería. Porque el grupo iba a
toda leche y había cola sino arraso con todos los bollos ya que salía un
olorcillo a pan que me incitaba a entrar como los ratones a seguir al
Flautista de Hamelín!!!!
Iglesia de Santiago



Calle Azagra
El Pórtico de Molina da paso al antiguo barrio de los palacios,
recibe este nombre porque de ahí salía el camino que se dirigía hacia
Molina de Aragón,
el barrio de los palacios fue mandado construir en los extramuros de la
ciudad por Pedro III para hacer ver a los habitantes de Albarracín que
iba a continuar el asedio a la ciudad hasta que se rindieran, vamos que
tenía paciencia!!!
Pórtico de Molina
Desde este portal tenemos una de las estampas que más se repiten
en postales, libros y demás, la Casa de la Julianeta, actualmente es una
residencia de artistas y la casa representa la arquitectura típica del
pueblo, estrecha en su base y amplia en su planta alta que le da un
toque “raro” por llamarlo de alguna manera, parece que a medida que
pasas por delante se te vaya a caer encima pero es uno de los lugares
más chulos de la ciudad.
Casa de la Julianeta
Hicimos un alto en el camino para visitar por dentro una casa
noble, la de los Pérez Toyuela, que está justo al lado de la Casa de la
Julianeta, tuvimos la oportunidad de ver todas sus estancias, en la
entrada tiene la cuadra dónde  ponían a los animales, subiendo al primer
piso encontramos las habitaciones de los sirvientes de la casa y la
bodega, parece un laberinto y por último, la segunda planta que era la
residencia de los nobles con muchas fotos en blanco y negro de los
antiguos habitantes de la casa aunque más bien parecen sacadas de la
peli de “Los otros”, personalmente me dieron mucho yuyu, jejejeje. Como
curiosidad esta casa guarda una celosía típica musulmana desde dónde las
mujeres podían observar quién llamaba a la puerta y unos picaportes en
forma de lagarto que según se cree por allí ahuyentan a los malos
espíritus. En el interior no está permitido hacer fotografías así que no
os puedo mostrar los muebles y los azulejos tan chulos que había!!!
:-(
Casa Pérez Toyuela



Casa Pérez Toyuela
Casa Pérez Toyuela
Seguimos nuestra ruta bajando por unas escaleras que hay justo
enfrente de la casa y que desembocan en la Calle del Mesón, justo al
lado está el Adarve del Fondón desde dónde podemos admirar una vista
panorámica de la ciudad con el Río Guadalaviar como telón de fondo. Más
tarde atravesamos el Portal del Agua, llamado así ya que por allí se
bajaba al río para coger agua y nos dirigimos al Palacio Episcopal, como
dato, antiguamente podíamos adivinar el nivel económico de la casa por
el número de clavos que tenían sus puertas y por la forja, a más clavos y
más forja, más ricos eran sus dueños y como no, en el Palacio Episcopal
creo que les faltó puerta para poner más clavos, imaginaos!!!!!



Vistas desde el Adarve del Fondón



Portal del Agua



Portal del agua
Actualmente en el palacio se encuentra el Museo Diocesano pero
cuando estuvimos nosotros ya estaba cerrado así que no pudimos verlo.
Igual pasó con la catedral, sólo es posible visitarla mediante otra
visita guiada que hace la
Fundación Santa María.
Fue construida sobre la antigua mezquita y es de estilo renacentista,
destaca la cúpula de la torre construida con azulejos azules.



Catedral de Albarracín
Después de hacer algunas fotillos desde un mirador que hay justo
enfrente de la catedral nos dirigimos a nuestras dos últimas visitas: la
primera, el Palacio de los Monterde que destaca por los tres lagartos
de su picaporte, la cantidad de forja que tiene y la imagen de la Virgen
del Pilar que se puede admirar en la puerta. Y la segunda: La Casa de
la enseñanza que es la actual Sede Comarcal y data del siglo XVIII,
antiguamente aquí estaban las escuelas de niñas de la ciudad, destaca su
nombre y fecha de construcción grabadas en la forja.
Palacio de los Monterde
Palacio de los Monterde

Nuestra visita había llegado a su fin así que
nos dirigimos hacia la tienda del andador dónde nos ofrecieron una
degustación de chorizo, salchichón y queso aunque con toda la gente que
había a poco tocamos. Eso sí, algunos se pusieron hasta el culo de comer
ya que se plantaron en la primera fila y cogían el embutido a
puñados…hay gente para todo!!!!



Detalles de Albarracín
Ya eran casi las dos así que decidimos ir a por el coche y
dirigirnos a nuestro hotel, el Doña Blanca, si queréis podéis visitar la
ficha del mismo pinchando
aquí.
Una excelente opción para disfrutar de la ciudad sin la atadura del
coche y además te sirven el desayuno en la habitación a la hora que
queráis!!!
Hotel Doña Blanca
Hotel Doña Blanca



Hotel Doña Blanca
Tras dejar todos los trastos y hacer el check in volvimos a coger
el coche para dirigirnos hacia los Pinares de Rodeno que son unas
curiosas formaciones de piedra roja arenisca sobre las cuales crecen los
pinos y está declarado paisaje protejido. Nos sentamos en una especie
de mirador que hay y nos comimos unos bocatas que traíamos hechos desde
Madrid, sin lugar a dudas un lugar espectacular aunque hacía mucho
viento y poco pudimos quedarnos.
Pinares de Rodeno



Pinares de Rodeno



Pinares de Rodeno



Pinares de Rodeno



Pinares de Rodeno



Pinares de Rodeno
Nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino: Las pinturas
rupestres. El primer cartel que divisamos fue el de La Fuente del
Cabrerizo, aparcamos el coche y allá que nos fuimos. Nada más empezar a
andar encontramos un mirador que estaba suspendido sobre una roca y
desde allí se divisaba un camino que bajaba y bajaba…buf, la caminata se
presentaba chunga y yo que pensaba que las pinturas estaban al lado del
coche!!!! Ya que estaba allí no iba a quedarme sin verlas así que
empecé a bajar por la montaña por unas escaleras que había, después
según las indicaciones nos adentramos en un camino un poco destartalado y
tras 3 km. andando divisamos las rejas que nos habían dicho!!! Menuda
decepción, por más que buscaba el cabrito pintado en la roca no veía
nada pero es que estas pinturas rupestres son especiales, están como
gravadas en la roca pero aún así no se veía un pimiento así que hice
unas cuantas fotos a unos monigotes que me parecían que podían ser y
emprendimos el camino de regreso al coche, ahora venía lo chungo ya que
todo lo que baja luego tiene que subir…



Mirador de la Fuente del Cabrerizo



Fuente del Cabrerizo
Fuente del Cabrerizo
Fuente del Cabrerizo



Fuente del Cabrerizo
Por más que miraba no veía el centro de interpretación así que
seguimos un poco más con el coche y llegamos a dónde salen todos los
caminos que se dirigen al resto de pinturas y el centro de
interpretación pero ya estaba cerrado. Estaba anocheciendo así que como
vimos que no había ninguna cerca decidimos dejarlo para otra ocasión,
las distancias son estas: Abrigos de los Toros del Prado de Navazo – 2,8
km., Abrigo de la Cocinilla del Obispo – 2,5 km. y Cueva de Doña
Clotilde – 2,3 km.



Mapa de las Pinturas Rupestres del Rodeno en Albarracín
Zona pinturas rupestres
Zona pinturas rupestres
De regreso al hotel paramos en el Museo Trebuchet Park
que cuesta 3 € y es una especie de parque temático dedicado a las
máquinas de asedio, la chica de la puerta nos dijo que era una visita
guiada que duraba una hora y media y entre que no nos gustan mucho los
museos y era tanto tiempo decidimos no entrar a verlo así que nos
dirigimos al hotel de nuevo para dejar el coche y nos fuimos directos a
la
Oficina de Turismo de Albarracín que estaba al lado para coger información y mapas.
Preguntamos en la OT para ver si nos daba tiempo hacer el paseo
fluvial y nos comentó la chica que todavía faltaba hora y media para que
oscureciera así que nos aventuramos y lo comenzamos por el parque
infantil que hay en la Calle las Puentes. El paseo dura aproximadamente
unos 40-50 minutos, depende de las fotos que hagáis ya que desde aquí
hay unas vistas impresionantes de toda la ciudad,  la alcazaba, las
murallas y las torres (Andador, la Muela, en ruinas y Doña Blanca). De
esta última torre se cuenta una leyenda que dice que la infanta Doña
Blanca huyó de Aragón por miedo a los celos de su cuñada la reina, al
llegar a Albarracín la familia Azuaga aparentemente la acogió aunque
nunca más nadie la volvió a ver con vida, se dice que fue encerrada en
la torre y murió de pena, hoy en día todavía es posible ver su alma que
baja en las noches de luna llena a bañarse al río Guadalaviar. No me
extrañaría nada ya que sus aguas son cristalinas!!! Seguimos nuestro
paseo fluvial hasta el molino del rey, de ahí volvimos a la ciudad a
través del Portal del Agua.
Paseo fluvial



Paseo fluvial



Empezó a llover un poco pero todavía se podía andar perfectamente,
nos dirigimos hacia la Plaza del Ayuntamiento y aquí os contaré un
secreto: si os metéis en la página www.albarracin.org
podéis ver en primera persona lo que se cuece en la plaza ya que hay
una pequeña web en uno de los ventanales del ayuntamiento así que podéis
hacer una videoconferencia en toda regla, jejejeje.
Plaza Mayor Albarracín
Plaza Mayor Albarracín
La plaza del Ayuntamiento en su origen fue un mercado y hoy en día
todavía se utiliza como plaza de toros durante las fiestas de la
ciudad. En el lado derecho hay un mirador desde dónde podréis ver toda
la zona este de Albarracín.
Plaza Mayor de Albarracín
Plaza Mayor de Albarracín
Hacía mucho frío, seguía lloviznando y teníamos hambre así que nos
dirigimos de nuevo al bar de por la mañana y nos pedimos unas raciones y
de ahí nos fuimos hasta el hotel. Nuestra visita a la ciudad había
llegado a su fin y ahora puedo afirmar con conocimiento de causa que
Albarracín es uno de los pueblos más bonitos de España.
Vista de Albarracín desde las murallas



Vista de Albarracín desde las murallas



Vista de Albarracín desde las murallas
Aparte de las visitas que nosotros hicimos hay algunos otros lugares que os detallo a continuación que podéis visitar también:
Museo del juguete:
Un museo que se encuentra en una casa de mediados del siglo XX dónde se
exponen varios juguetes procedentes de todas partes del mundo. La
entrada cuesta 3 €.

Museo de la forja: Una colección de 134 piezas creadas por Adolfo Jarreta, maestro de la forja. La entrada cuesta 2,50 €.
Territorio Dinópolis – Mar Nummus: Exposición de una amplia colección de fósiles marinos de la zona. La entrada cuesta 4,50 €.
Estas son algunas páginas web útiles para que podáis preparar vuestro viaje:
Espero que con este relato os haya animado a visitar Albarracín, no os arrepentiréis,  podéis seguirme también en Facebook, Google Plus y Twitter.


Cuanto mas conozco a la gente, mas quiero a mi gata Osca y es que En siendo de Aragón que me llamen como quieran.





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#186 · 01/Ago/2014, 00:29

Aragón: el nacimiento de un Reino

Aragon


Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
Antes de la invasión musulmana el
territorio de lo que había de ser el reino de Aragón carecía de
personalidad propia. Ni constituía una unidad administrativa ni tenía
unidad cultural. En la época romana había integrado en su mayor parte el
convento jurídico cesaraugustano, que estaba incluido en la provincia
Tarraconense y su romanización había sido muy desigual. En los altos
valles del Pirineo el proceso civilizador avanzó al compás de la
cristianización.
Tal era el panorama que ofrecía el valle
del Ebro cuando a comienzos del siglo VIII hizo su aparición las
huestes del Islam. El país se sometió sin dificultad, ya que tan sólo
exigían el respeto a la nueva situación, en la cual se reconocían
expresamente la propiedad territorial, el libre ejercicio del culto y
las autoridades privativas de los cristianos. Tampoco se produjo
ocupación militar de todas las ciudades, pues fueron muy escasos los
musulmanes llegados en las primeras expediciones. De momento
establecieron guarniciones en las plazas que tenían especial interés
estratégico, como Pamplona, Zaragoza y Huesca. Distinto pudo ser el caso
de las zonas rurales y montañosas, donde la resistencia es posible que
fuera mayor, aun cuando carecemos de información concreta.
La sumisión del país, en la forma que
sumariamente acabamos de relatar, dio lugar a que no se produjera una
llegada masiva de gentes de fuera, árabes o beréberes. La inmediata
conversión al Islam de algunos jefes, como Casius, conde del distrito de
Borja, produjo que la población islámica de Aragón descendiera, en su
mayor parte, de cristianos renegados.
Esta circunstancia que se dio
fundamentalmente en las zonas urbanas, no se produjo en los territorios
montañosos del norte; en ellos no habrá otras autoridades que las
cristianas, las cuales responderían ante los emires del fiel
cumplimiento de los pactos y del pago de los tributos.
De esta forma, y aún sin proponérselo
expresamente, el país quedó bajo dos estructuras político-religiosas
diferentes que vinieron a acentuar las diferencias económico-sociales
que se producirían entre los valles pirenaicos y el valle del Ebro. Con
el tiempo, los primeros sirvieron de refugio a los rebeldes o
disconformes, apareciendo como tierras de libertad, al menos para los
cristianos.
Como es sabido, la reacción cristiana se
inició muy pronto en los territorios noroccidentales, donde godos y
astures, liderados por don Pelayo lograron la histórica victoria de
Covadonga que dio lugar al nacimiento del reino de Asturias y al inicio
de la Reconquista. Pero la reacción en las zonas pirenaicas fue mucho
más tardía, pudiéndose decir que el primer movimiento de rebeldía vino
como consecuencia de la batalla de Roncesvalles (15 de Agosto de 778),
si bien no contra los usurpadores musulmanes, sino contra los invasores y
potencialmente liberadores francos.
Consecuencia de aquella derrota fue la
creación por parte de los francos del reino de Aquitania, cuya principal
misión sería la de vigilar la frontera sur y extenderse más allá de los
Pirineos, naciendo así la Marca Hispánica. En ella se distinguieron
tres zonas principales: la vasco-navarra, la aragonesa y la catalana. En
la zona central, origen de lo que andando el tiempo se convertiría en
el reino de Aragón, se destacan tres territorios claramente separados
por la naturaleza y que inicialmente siguieron trayectorias históricas
dispares hasta su integración definitiva en el reino de Aragón: Aragón,
Sobrarbe y Ribagorza.
En una fecha incierta, en los comienzos
del siglo IX, apareció un ente político, liderado por Iñigo Arista, que
pugnaba por su independencia y que se configurará como el futuro reino
de Navarra. Por aquellos años, en el Pirineo central, encontramos a
Aznar Galindo, investido con la autoridad de conde, que estableció una
dinastía condal hereditaria en Aragón, en tanto que Sobrarbe, unido a
Ribagorza, estaban vinculados a los condes de Tolosa.
Hacia la mitad del siglo IX, el
territorio aragonés tuvo una gran importancia en el conjunto de Al
Ándalus, pero no precisamente por la actuación cristiana, sino por la
personalidad y el peso de las acciones de Musa ben Musa, gobernador de
la frontera superior, que incluía todo el valle del Ebro. Este llegó a
denominarse el Tercer rey de España, ya que su autoridad se extendió de
Huesca al Tajo y de Zaragoza a las fronteras de Álava y Castilla. Por su
parte, el Aragón cristiano se mantenía bajo la tutela de Navarra,
aunque conservando su personalidad independiente.
Esta situación se prolongó hasta la
muerte de Sancho Garcés III de Navarra (1035), momento en el que se
dividió el reino entre sus hijos, correspondiéndole a Ramiro el
territorio del antiguo condado de Aragón incrementado con otros que no
formaban parte del núcleo originario, pero que ya en estas fechas podían
tenerse por aragoneses; en total unos 4.000 km2 frente a los 600 que
habían constituido el núcleo originario en el siglo IX.
Por lo que respecta a los condados de
Sobrarbe y Ribagorza, fueron asignados a otro de sus hijos, Gonzalo,
manteniéndose, al igual que Aragón, sometidos a la soberanía de su
hermano García III el de “Nájera”. A la muerte de Gonzalo, sus
posesiones fueron incorporadas a Aragón.
En aquel momento, nadie habría
pronosticado que el pequeño reino de Aragón estaba llamado a extenderse
de la forma como lo hizo en siglos posteriores, encerrado como estaba al
norte de las sierras prepirenaicas y enfrentado a un sólido sistema
defensivo musulmán, apoyado en un poblamiento especialmente denso.
Sin embargo, dentro de este estrecho
espacio territorial habitaba una sociedad en pleno crecimiento, y cuya
única solución consistía en expandirse a costa de los musulmanes del
sur, favorecida esta circunstancia por el hundimiento del califato de
Córdoba y la aparición de los reinos de taifas, entre ellos el de
Zaragoza.


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#187 · 01/Ago/2014, 00:30

La unión “matrimonial” de Aragón y Cataluña

Aragon_Cataluña


Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
El paso de la situación subalterna de
Aragón, con respecto al reino de Pamplona, a la condición de reino
independiente, no fue obra de un día, sino resultado de la política
paciente y tenaz de los dos primeros reyes de la dinastía: Ramiro I y
Sancho Ramírez.
Los recursos militares del reino de
Aragón resultaban todavía insuficientes frente a una taifa como la
zaragozana, capaz de movilizar considerables contingentes y de buscar
alianzas con otros estados hispanocristianos. Pese a ello, Ramiro I
logró ampliar sus estados en unos  centenares de kilómetros cuadrados
que no alteraban en lo esencial la situación heredada de la época de
Sancho el Mayor.
En 1063, el rey aragonés, animado por
estos pequeños éxitos parciales, se atrevió a una maniobra de gran
alcance al intentar la toma de Graus lo que provocó el primer
enfrentamiento con Castilla. El infante castellano, don Sancho, acudió
en ayuda de su feudatario el rey de Zaragoza, produciéndose la muerte
del aragonés en la batalla del mismo nombre.
Consolidado como reino independiente, el
breve espacio de tiempo en el que coinciden en el gobierno de sus
respectivos reinos Sancho II de Castilla, Sancho IV de Navarra y Sancho
Ramírez de Aragón, fue suficiente para que se produjera entre ellos la
“Guerra de los Tres Sanchos”.
El asesinato del rey de Navarra, Sancho
IV el de “Peñalén”, originó la partición de este reino entre Castilla y
Aragón, ocupando Sancho Ramírez las comarcas situadas a la orilla
izquierda del Ebro, hasta Magra. De esta forma, el antiguo territorio
subordinado a Navarra, se había erigido por encima de ésta mediante la
absorción de parte del mismo.
El aumento de los recursos humanos y
económicos producidos por esta incorporación, así como las disensiones
en el reino taifa de Zaragoza, permitieron a Aragón ampliar notablemente
sus territorios. Política que continuó durante el reinado de su hijo
Pedro I, que consiguió la conquista de Huesca en 1096, ante cuyos muros
había muerto su padre.
En el momento de su muerte, legaba a su
heredero una base de partida inmejorable, ya que las defensas de la
antigua Marca Superior de Al Ándalus habían sido claramente superadas.
Quedaba por completar el trabajo apoderándose de los grandes centros
urbanos del Ebro, tarea que le correspondería a Alfonso I.
En este momento histórico se produjo una
situación que, de haber fructificado, hubiera supuesto dar un paso de
gigante hacia la unidad política lograda tres siglos más tarde por los
Reyes Católicos. Nos referimos al enlace de Urraca, reina de Castilla y
León, y de Alfonso I el “Batallador”, rey del unificado reino de Navarra
y Aragón.
Problemas de diferente índole, el menor
de los cuales no fue la falta de sintonía entre los cónyuges, llevó a su
separación y produjo un retroceso en este proceso unificador.
Alfonso I logró otro gran salto adelante
con la conquista de Zaragoza el 18 de Diciembre de 1118, pero su
derrota ante los almorávides en Fraga en 1134 le llevó a una profunda
depresión que le causó la muerte.
Su testamento ocasionó múltiples
problemas, dado que disponía en él que las Órdenes Militares se hicieran
cargo de sus reinos. La situación provocó, por una parte la partición
del reino, constituyéndose de nuevo Navarra como reino independiente, al
tiempo que la exclaustración de su hermano, Ramiro II el “Monje”, que
se hizo cargo del reino.
Esta anómala situación produjo, no
obstante, un hecho trascendental, como fue la unión de Aragón y Cataluña
en una misma entidad política mediante el matrimonio de su hija
Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona.
Con Alfonso II el “Casto” se inauguró la
etapa de expansión por Occitania, ya iniciada por los condes de
Barcelona, y preludio del ensanchamiento de las fronteras de Aragón
hacia el Mediterráneo, que se produciría con Pedro III el “Grande”.
Las buenas relaciones con Castilla,
iniciadas con Ramón Berenguer IV continuaron en este reinado, culminando
con la empresa común de la conquista de Cuenca en 1171.
El impulso reconquistador de ambos
reinos les llevó a la firma del Tratado de Cazola, que siguió al de
Tudején, por el que se fijaban el ámbito territorial musulmán que les
correspondía a cada uno para sus futuras conquistas.
La alianza castellano-aragonesa se
mantuvo con Pedro II, que se unió a Alfonso VIII de Castilla,
participando en la batalla de las Navas de Tolosa, junto al rey  Sancho
VII de Navarra. Inmediatamente se volvió hacia tierras occitanas donde
pereció en las inmediaciones del castillo de Muret.
Llegamos así a la entronización de Jaime
I, quien durante su largo reinado culminó el proceso de reconquista
aragonés con las conquistas de Baleares y Valencia, quedando sus
fronteras definitivamente delimitadas en el tratado de Almizra (1244).
Es un momento cumbre en la historia de España, en la que Fernando III en
Castilla y Jaime I en Aragón dieron un impulso extraordinario al
dominio cristiano sobre la Península.


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Desde: 30/Oct/2012 ·
#188 · 01/Ago/2014, 09:20

Recorriendo la historia de Aragón: de Jaime I a los Reyes Católicos

Reino_Aragon


Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).
La magnífica labor desarrollada en vida
por Jaime I estuvo a punto de frustrarse con su testamento, mediante el
cual el reino se vio desmembrado en dos (Aragón y Mallorca), lo que
trajo como consecuencia recelos y traiciones. Asimismo, sus sucesores
tuvieron que luchar contra la especial idiosincrasia de la nobleza
aragonesa, empeñada en limitar los poderes del monarca. Una y otra
situación llegó, en ocasiones a momentos de tan graves enfrentamientos,
que pusieron en peligro la propia existencia del reino.
En el campo exterior, el reino de Aragón
volvió su mirada al único espacio que se abría ante sus ojos, el
Mediterráneo. El éxito acompañó a esta empresa, pero como efectos
secundarios, le llevó a un enfrentamiento tanto con Francia como con el
papado, llegando al extremo de soportar una invasión del reino del
Norte, afortunadamente abortada por la gran habilidad guerrera de Pedro
III.
Lamentablemente su reinado tan solo duró
nueve años, y aún menor fue el de su hijo, Alfonso III, pero fue
suficiente para que el reino de Aragón se convirtiera en una potencia
mediterránea.
La tónica expansionista y victoriosa de
los reyes de Aragón se acentuó durante el largo reinado de Jaime II el
“Justo”. Aunque la Reconquista había finalizado para Aragón con el
reinado de Jaime I, su nieto consiguió adelantar sus fronteras hacia el
sur, si bien no combatiendo contra los musulmanes, sino contra Castilla,
reino con el que mantuvo unas relaciones irregulares. No obstante,
también existieron períodos de acercamiento, cooperando a las guerras
que contra Granada llevaron a cabo tanto Sancho IV como Fernando IV, y
que si bien se saldaron con las conquistas de Tarifa y Gibraltar para
aquella, ningún beneficio material le reportaron a los aragoneses.
En el exterior, Aragón logró la paz con
Francia y el papado a costa de renunciar a sus derechos sobre Sicilia,
si bien compensados con la donación pontificia de Córcega y Cerdeña, que
no obstante hubo de conquistar por la fuerza de las armas.
Se produjo asimismo, durante el reinado
de Jaime II de Aragón, la expedición almogávar al Imperio de Oriente,
aún cuando ésta tuvo realmente un carácter independiente, manteniendo
apenas vínculos con Aragón.
El espacio de tiempo que transcurre
entre 1327 y 1387, lo llenan: en Castilla, la mayoría de edad de Alfonso
XI y los reinados de Pedro I el “Cruel” Enrique II Trastamara y Juan I;
y en Aragón Alfonso IV el “Benigno” y Pedro IV el “Ceremonioso”.
El período considerado podemos definirlo
como de gran convulsión y de enfrentamiento entre todos ellos, en
especial entre Aragón y Castilla, que dio lugar a la larga guerra de
“Los dos Pedros” (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón), e incluso a
una coalición de todos los reinos cristianos peninsulares contra
Castilla, ya en tiempos de Enrique II.
Los 23 años que comprenden los reinados
de Juan I el “Cazador” y Martín I el “Humano”, pusieron fin a la
dinastía de la casa de Aragón y Barcelona, iniciada con el matrimonio de
Petronila de Aragón y el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
La muerte de Martín I el Humano sin
haber designado sucesor, dio lugar a un período que se conoce como El
Interregno (1410-1412), durante el que la Corona de Aragón careció de
monarca.
El problema se solucionó mediante el
Compromiso de Caspe, establecido en 1412 por representantes de los
reinos de Aragón, Valencia y el principado de Cataluña para elegir como
nuevo rey a Fernando de Trastamara, el de “Antequera”, sobrino de Martín
el Humano, produciéndose así el inicio de la dinastía Trastamara en la
Corona de Aragón.
La vocación italiana de los reyes de
Aragón, iniciada con Pedro III el Grande, alcanza su máxima expresión
con Alfonso V el Magnánimo, que permanecerá ausente de sus estados
peninsulares durante 29 de los 42 años que ocupan su reinado, asentando
el dominio de Aragón sobre los reinos de Nápoles, Sicilia y Cerdeña.
Tan dilatada ausencia obligó a dejar los
asuntos del reino, primero a su esposa doña María, y posteriormente a
su hermano don Juan, rey de Navarra, posteriormente Juan II de Aragón.
En relación con Castilla, el inmenso
poder acumulado por Fernando I el de Antequera, pasará a sus hijos, los
“Infantes de Aragón”, que conseguirán sentarse en el trono de los cuatro
reinos cristianos de España y que, junto a parte de la nobleza, serán
causa de inestabilidad y luchas cruentas en el reino de Castilla.
El reinado de Juan II fue un período
convulso, ya que, en primer lugar hubo de sortear el problema de la
sucesión al reino de Navarra, que correspondía a su hijo, el Príncipe de
Viana, pero al que no estuvo nunca dispuesto a cedérselo. La prisión de
éste, junto a los problemas provocados por los remensas, dieron lugar a
la primera guerra secesionista de Cataluña, que se prolongó durante
diez años, y durante la cual intervinieron en diversas etapas: Castilla,
Portugal y Francia.
Aunque en un contexto diferente, el
conflicto con esta última provocó la primera pérdida de los territorios
ultrapirenaicos del Rosellón y la Cerdaña.
Con Juan II finaliza la monarquía
independiente de Aragón, ya que su hijo y heredero, Fernando II de
Aragón y V de Castilla, mediante el matrimonio con Isabel I de Castilla,
unificará en sus personas ambos reinos.
La extraordinaria personalidad y visión
de futuro de la infanta Isabel de Castilla, que se enfrentó a su propio
hermano y a parte de la nobleza, eligiendo al infante don Fernando de
Aragón como el marido más conveniente para los intereses del reino, dio
origen a la unión política de ambos reinos al menos en cuanto a sus
cabezas rectoras, así como a una política exterior que en lo sucesivo
será única.


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#189 · 06/Ago/2014, 21:38


UN COPON RESPLANDECIENTE

El siguiente hecho ocurrió en la histórica ciudad de Huesca (España).
Durante la noche del 29 al 30 de noviembre del año 1648, fue robado en
la iglesia catedral un copón con las Sagradas Formas, sin que, por
desgracia, se diera cuenta persona alguna del horrible sacrilegio. Al
amanecer del día siguiente, subió el campanero, según era su costumbre, a
tocar el Ángelus y a dar la señal para la Misa primera. Al terminar, un
hecho extraño llamó poderosamente su atención. En un montón de
estiércol que había en un campo cercano al seminario, vio un objeto que
brillaba de una manera extraordinaria. Extrañado de aquel fenómeno, bajó
a la iglesia a decirlo al sacristán, y ambos se dirigieron enseguida al
lugar de donde salía tan fuerte resplandor. Cuál no fue su sorpresa al
ver que la luz procedía del interior del montón, y que, al excavar por
aquel punto, aparecía un copón resplandeciente, que contenía la Sagrada
Eucaristía.


La noticia de este prodigio se divulgó por toda la ciudad con la
velocidad del rayo. Con gran concurso del pueblo y piadosísima
reverencia, el copón milagroso fue devuelto a la iglesia, y se pudo
comprobar, sin ninguna clase de duda, que era el mismo que, el día
anterior, estaba en el Sagrario y que unas manos impías se habían
atrevido a robar.
En memoria de este prodigio, se tomó el acuerdo de
que perpetuamente, el día 30 de noviembre, aniversario del robo
sacrílego, se cantara un Te Deum en la catedral, después de Tercia, en
acción de gracias, y que, por el mismo motivo, la Misa conventual y las
Vísperas de aquel día se celebrarían con la exposición de Nuestro Señor.
También, en el lugar de tan rico hallazgo, fue levantada una capilla,
que la acción del tiempo ha arruinado totalmente.


(La historia de este prodigio se lee en la cuarta parte del Ceremonial Oscense, del canónigo doctoral doctor Novellas).


(Texto extraído del libro Prodigios Eucarísticos, de P. M. Traval, S. J.)




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#190 · 09/Ago/2014, 21:17

Cortes de Aragón

Hist.) Asamblea del rey Buscar voz...
con los representantes de los estamentos en que se divide la sociedad
del reino. Su denominación, que empieza siendo utilizada en singular, es
decir, cort o corte, resulta del romanceamiento del término latino curia Buscar voz...,
que entre los romanos ha designado la asamblea del pueblo, y que en la
Edad Media denomina la reunión de un rey, conde o señor con sus
principales consejeros, fundamentalmente para ejercer la administración
de justicia. La forma plural, cortes, se aplica cuando se simultanean
diversas asambleas; por ejemplo, cuando se reúnen al mismo tiempo las de
aragoneses, catalanes y valencianos, o cuando se alude a varias de
ellas en el pasado, pero la tendencia renacentista y barroca a
magnificar las instituciones consagra la sustitución del singular por el
plural.


La corte en la alta Edad Media no es sino una variedad del consejo Buscar voz...,
órgano abierto y constituido por todos aquellos súbditos que, en virtud
del deber general de prestar «consejo y ayuda» al rey, son convocados
por éste para cada caso concreto, en la cuantía y composición que estima
más oportuno; ello determina que las personas que por su influencia
política o técnica son consultadas con mayor frecuencia lleguen a ser
consideradas coma los consejeros del rey por antonomasia, aunque ni han
de ser llamados forzosamente, ni ellos han de constituir exclusivamente
el consejo. La corte es una de las modalidades del consejo, a la que
caracteriza la presencia de jueces o expertos en la administración de
justicia, ya que ordenar ésta es la función para la que la convoca
preferentemente el rey.


Al menos en 1188, en Huesca Buscar voz...,
y en 1208, la reunión de la corte se realiza públicamente, es decir,
con la presencia del pueblo del lugar donde se verifica la asamblea e,
incluso, la de representantes llegados de otras ciudades, villas y
villeros o lugares, o, como sucede en Monzón Buscar voz...
en 1217, con la presencia de ciudadanos y burgueses. La incorporación
de esta representación tan amplia determina el nacimiento de la corte
solemne, plena o general, términos que aparecen con referencia a Aragón
hacia 1218 y 1236, y que significan el paso de un órgano exclusivo del
rey a un órgano conjunto del rey y del reino.


Durante el primer período del reinado de Jaime I Buscar voz...,
en que todavía no se ha planteado una división precisa territorial de
los reinos, no se distingue entre una corte de los aragoneses y una
corte de los catalanes, aunque influye el lugar de la celebración, pues
las que se celebran en Zaragoza Buscar voz...
o en Huesca están compuestas de aragoneses, y de catalanes las que
tienen lugar en Barcelona o en Tortosa, en tanto que aparecen unos y
otros en las que se celebran en Monzón y en Lérida. Sin embargo, al
divorciarse de su primera mujer y tener hijos con la segunda, Jaime I
proyecta la división de sus reinos, y utiliza precisamente las Cortes
para fijar los límites territoriales de Aragón y de Cataluña, sobre
todo, cuando aquéllas se reúnen para establecer la paz y tregua en
Cataluña, sin que por ello llegue a cortes nacionales, ni por otra
parte, la institución aparezca diferenciada, pues dentro de la sociedad,
sólo la nobleza Buscar voz...
está próxima a constituir estamento, es decir, grupo social cerrado con
intereses propios, y están ciudades y villas todavía lejos de ello; y
aun la Iglesia, en cuanto forma parte de una organización supranacional.


La evolución se consuma en 1283, cuando Pedro III Buscar voz...,
encontrándose en peligro a causa de su política mediterránea, se ve
precisado a celebrar una corte plena a los aragoneses y concederles el Privilegio General Buscar voz...,
en el que la corte es del rey, pero también del reino, con función
eminentemente judicial: resuelve todas las cuestiones judiciales a
través de sus correspondientes jueces y de la asistencia al Justicia de Aragón Buscar voz..., y ha de celebrarse una vez al año y en la ciudad de Zaragoza, lo que ratifica Alfonso III Buscar voz... en 1288, precisando el mes de noviembre como fecha.


Dado lo costoso de reunir Cortes, Jaime II Buscar voz...,
que ha establecido el bienio para Cataluña en 1299, lo establece
también para Aragón en 1307, precisa la festividad de Todos los Santos y
autoriza al rey a celebrarlas en el lugar que elija; y aún alarga el
plazo al trienio en 1311, de la misma forma que lo hace en Valencia. Las
Cortes generales de toda la Corona se celebran en puntos equidistantes,
como Monzón —adonde acuden, incluso, los mallorquines en 1383 y 1435—, y
que los catalanes reivindican por estar situada a la derecha del Cinca;
son los valencianos los que más protestan por tener que salir de su
reino. También se practica el que los reinos se reúnan en lugares
propios, pero cercanos, y así, en 1429, catalanes, valencianos y
aragoneses se reúnen en Tortosa, San Mateo y Valderrobres Buscar voz....
En 1427, se determina que el lugar de celebración de las Cortes en
Aragón no pueda ser inferior a cuatrocientos hogares o fuegos, a fin de
poder absorber la importante población flotante que crean estas
asambleas.


La convocatoria corresponde al rey. Suscita protestas el que lo haga
otra persona en su nombre, incluso aunque esa persona sea la reina o el
primogénito —casos que, sin embargo, se toleran cuando tienen aquéllos
la condición de lugartenientes Buscar voz...
generales o de gobernadores generales—; disgusta asimismo la extensión
de estas facultades a los lugartenientes generales de la Edad Moderna o
virreyes. La carta de convocatoria debe contener los negocios por
tratar, recurriéndose a cláusulas de estilo que permiten abordar otros
no previstos. También debe indicarse el lugar de celebración, que suelen
ser iglesias mayores o conventos.


Los convocados son los componentes de los estamentos representados o brazos Buscar voz..., que en Aragón son cuatro, a saber: el de la alta nobleza, constituida por barones Buscar voz... y ricos hombres; el de la baja nobleza, integrada por caballeros e hidalgos o infanzones Buscar voz...; el del clero, representado por prelados y abades; y el de las universidades o concejos Buscar voz....
Estas representaciones no empiezan a estar bien precisadas hasta
principios del siglo XIV, pues el clero, por ejemplo, no se incorpora a
la actividad de las Cortes hasta 1301. Los componentes han de ser
regnícolas, y sólo se admite algún foráneo por ser heredado en el reino,
como es el caso del catalán Guillén de Moncada en 1311. Las mujeres no
intervienen por sí, pero lo hacen a través de representantes desde 1387.


Si las Cortes no pueden celebrarse el día previsto, cabe sean
prorrogadas o aplazadas, lo que debe hacer el propio convocante, y antes
de que se hayan iniciado. El Justicia Buscar voz...
es la figura predominante de las Cortes aragonesas, pues es el juez
superior de ellas, y también lo es en las Cortes de la Corona, durante
las que se sienta en medio, en las gradas del solio real pero su
asistencia es protestada, frecuentemente, por valencianos y catalanes.


Las sesiones se inician con la proposición o discurso del rey, donde
éste revela sus intenciones. La respuesta de bienvenida corresponde al
brazo eclesiástico y, en las de la Corona, al prelado aragonés. El
Justicia denuncia las ausencias o contumacia Buscar voz...,
que se justifican, generalmente, por accidentes naturales, como la
crecida de los ríos, o por el orden público, en virtud de las
bandosidades.


Los brazos se reúnen por separado, nombrándose habilitadores para
comprobar la legitimidad de los representantes o procuradores;
promovedores o promotores para seleccionar las materias de discusión, y
tratadores para negociar los brazos entre sí, así como recogedores y
examinadores de greuges Buscar voz...,
con la misión de estudiar los agravios o abusos cometidos por los
oficiales del rey, y que éste ha de reparar debidamente si quiere
obtener el asentimiento de los estamentos.


En las Cortes, el rey busca el consejo del reino y su colaboración,
especialmente, en el orden económico, pues el reino es el que ha de
suministrar a aquél el dinero que precisa para sus empresas militares.
El reino, por su parte, además de la reparación de los agravios,
pretende la moderación en las cargas fiscales y militares, así como la
concesión de un ordenamiento jurídico basado en privilegios para los
distintos estamentos según la fuerza de éstos (que es lo que denomina
fueros); obtiene con ello una fuerte limitación en el poder real y un
régimen político basado en el equilibrio de fuerzas entre rey y reino, a
través de la concepción de la ley como pacto. Esta concepción se abre
paso merced a una ideología sustentada en el mito de los Fueros de Sobrarbe Buscar voz..., uno de cuyos principales representantes, el cronista Jerónimo de Blancas Buscar voz..., es precisamente el autor de la obra más importante sobre las Cortes aragonesas, publicada por Juan Francisco de Ustarroz Buscar voz... en 1641.


La actividad de las Cortes se mantiene durante el período de los
Austrias, aunque el equilibrio entre rey y reino se altera cada vez más
en favor del primero, que dispensa con largueza mercedes de todo tipo en
favor de los que intervienen en defensa de sus pretensiones,
especialmente nuevos pedidos o servicios, concesiones en dinero para
apuntalar la deficiente Hacienda real Buscar voz.... Como las restantes instituciones públicas aragonesas, las Cortes desaparecen con el advenimiento de la dinastía borbónica.


• Bibliog.:
Arregui Lucea, F.: «La Curia y las Cortes en Aragón»;
Argensola. Revista del Instituto de Estudios Oscenses, 13, Huesca,
1953, pp. 1-36.
Capmany, A.: Práctica y estilo de celebrar Cortes en
el Reino de Aragón, principado de Cataluña y reino de Valencia; Madrid,
1821.
Colás Latorre, G., y Salas Auséns, J. A.: «Las Cortes
aragonesas de 1626. El voto del servicio y su pago»; Estudios del
Departamento de Historia Moderna (Zaragoza), IV, 1975 pp. 87-139.
González Antón, L.: Las Cortes aragonesas; Librería General, Zaragoza, 1978.
Lalinde
Abadía, J.: «Los Parlamentos y demás instituciones representativas en
la Corona de Aragón desde Alfonso el Magnánimo a Fernando el Católico
(1416-1516)»; IX Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Nápoles,
1978, vol. I, pp. 103-179.
Sarasa Sánchez, E.:Las Cortes de Aragón en la Edad Media; Zaragoza, 1979.


CONTINUA....




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#191 · 09/Ago/2014, 21:19
•Hist. Med.: Las Cortes de Aragón constituyeron, desde sus orígenes
medievales, asambleas representativas de los estamentos del reino
—progresivamente incorporados a las mismas— para el control del poder
absoluto de la monarquía y la participación en las tareas del Estado
como garantía política y legal de la defensa de los intereses
aragoneses, de sus leyes y libertades públicas y privadas. O, como
escribía Jerónimo de Blancas Buscar voz... —cronista sucesor de Zurita Buscar voz...
en la segunda mitad del siglo XVI «el ajuntamiento universal en el que
el rey y los cuatro brazos [o estamentos] del reino intervenían en forma
pública y solemne».


Concebidas inicialmente con carácter consultivo por parte de la
realeza, y como un deber de los súbditos hacia su señor natural, pronto
se celebraron independientemente de las Cortes generales de la Corona y
se consideraron como el verdadero parlamento de Aragón cuando las altas
dignidades eclesiásticas, la nobleza, los caballeros y los
representantes de las ciudades y lugares del reino —los cuatro
estamentos o brazos, bajo la presidencia real y en presencia del Justicia Buscar voz...,
alta magistratura del país y juez conciliador entre la administración y
los aragoneses—, exigieron la reunión periódica de dichas asambleas
para discutir y acordar con el monarca los términos de la política
exterior e interior, de la legislación o de las finanzas.


Sin embargo, a pesar del espíritu que animó desde un principio dicha
participación, no siempre fueron los aragoneses quienes restringieron la
iniciativa de la monarquía sin reparos sino que, asimismo, los reyes se
sirvieron de las Cortes para pulsar la opinión de los súbditos más
poderosos e influyentes y vigilar sus aspiraciones. Para ello se
reservaron el derecho de convocatoria y periodicidad, de presidencia y
selección de los integrantes de las Cortes, que podían quedar excluidos
si su ausencia se hacía repetidamente injustificada y sospechosa, siendo
declarados por ello en contumacia Buscar voz....


El equilibrio de fuerzas conseguido se debió más al acuerdo tácito de
los integrantes de estas asambleas que al sentimiento verdaderamente
consciente y asumido sin reservas de democratizar las leyes (que
seguirían amparando al poderoso especialmente) y potenciar la
colaboración activa de la colectividad aragonesa en el quehacer
comunitario. Así se llegó al mantenimiento de cierto orden interno y
corporativo en el que los súbditos sabían perfectamente hasta dónde
podían pedir y los reyes hasta cuánto debían conceder sin arriesgar su
predominio.


La dispersión de fuerzas y contraposición de intereses estamentales,
así como el empecinamiento, a veces radical, de ciertas posturas
unilaterales por parte de la nobleza sobre todo, actuando como grupo de
presión con el consentimiento de la monarquía y la anuencia del conjunto
de los procuradores—, llegarían a convertirse en males crónicos del
procedimiento que perjudicaría la eficacia de las atribuciones y
competencias en cuanto a la aceptación de decisiones globales y
responsabilidades de conjunto; resultando una manifestación más de la
decadencia aragonesa al término de la época medieval y comienzos de la
moderna.


A pesar de todo, las Cortes de Aragón constituyeron un organismo
institucional vivo que fue creando sus propias normas de conducta y
funcionamiento interno y externo a lo largo de su trayectoria,
canalizando las aspiraciones aragonesas y aglutinando las nuevas fuerzas
sociales incorporadas sucesivamente a la vida política, social y
económica del reino. Aun con sus deficiencias, e incluso a veces escasa
efectividad, las Cortes defendieron a los aragoneses de los agravios, o greuges Buscar voz..., infligidos por el rey y sus oficiales a sus personas, complementaron la actividad política del Consejo real Buscar voz...,
legislaron y ordenaron las medidas de salvaguarda del cuerpo social en
momentos especialmente críticos, regularon el sistema de prestaciones
personales y económicas que las circunstancias hicieron obligatorias a
los súbditos en determinadas coyunturas y lograron o al menos lo
intentaron mantener abierto un cauce de participación e incluso de
oposición ante cualquier empresa presentada por el rey a la asamblea
como justificada para el progreso, defensa o libertad del territorio y
de sus moradores.


Desde esta perspectiva de conjunto, cabe reseñar el evidente retraso
de los estudios sobre las Cortes aragonesas en general y las de época
medieval en particular con respecto a Castilla o Cataluña, donde cuentan
desde el siglo pasado con repertorios de fuentes y obras dedicadas a
este tema. En primer lugar, se puede afirmar, sin apenas reservas, que
hasta «ayer mismo» la concepción liberal de las Cortes de Aragón no ha
sufrido los violentos y desmitificadores ataques que han desarticulado
en buena parte a las Cortes castellanas del estatismo decimonónico que
las había encorsetado durante tanto tiempo. En segundo lugar, la
transcripción y consulta directa de los textos que recogen las actas de
los Procesos de Cortes aragonesas conservados en los archivos (Archivo de la Corona de Aragón Buscar voz..., en Barcelona, y Archivo de la Diputación Provincial Buscar voz...,
en Zaragoza) no se ha iniciado con relativa continuidad hasta la década
de los 70. En tercer lugar, la concepción jurídico-política de los
historiadores de las instituciones medievales españolas ha venido
condicionando fuertemente el criterio sobre las asambleas en cuestión.
Y, finalmente, apenas en la década de los 70 comenzaron a aparecer
tímidamente los primeros estudios parciales o globales con rigor
científico y aprovechamiento integral de los fondos disponibles.


1. Génesis y consolidación de las cortes: No se puede confirmar una
fecha determinada para el origen de las Cortes aragonesas a pesar de que
la historiografía clásica desde Zurita en adelante ha venido otorgando
dicho carácter a reuniones parciales y esporádicas celebradas con
anterioridad al siglo XIII; sobre todo si de las mismas se derivaron
acontecimientos importantes para la vida del reino: tal ocurre con las
llamadas Cortes de Borja Buscar voz...
de 1134 que congregaron a la nobleza, caballeros y representantes del
tercer estado (cuarto brazo, en Aragón), al objeto de decidir sobre la
sucesión de Alfonso I el Batallador Buscar voz...;
con las de Huesca de 1162, que sirvieron para informar a los súbditos
de la Corona de las disposiciones del príncipe de Aragón (y conde de
Barcelona) Ramón Berenguer IV Buscar voz...; o también con las celebradas en Daroca Buscar voz... en 1196 para recibir del monarca Pedro II Buscar voz... el juramento de observancia de los Fueros y privilegios del reino.


Sin embargo, es a lo largo del siglo XIII, y más concretamente en el dilatado reinado de Jaime I Buscar voz...
(1213-1276) debido a que el término de la reconquista peninsular volcó
los esfuerzos de los aragoneses en los problemas internos, cuando se
sentaron las bases de lo que posteriormente iban a constituir las magnas
asambleas que conocemos en las centurias posteriores. Surgidas de la
transformación y adaptación de la Curia regia o de las aspiraciones
propias del elemento aristocrático, primero, y del resto de las fuerzas
sociales después, a iniciativa de la monarquía o independientemente de
su voluntad, son varias las ocasiones en que Jaime I se reunió con sus
barones, obispos y procuradores de las ciudades y villas aragonesas y
catalanas, o sólo aragonesas, para buscar el «consejo, favor y ayuda» en
empresas llamadas a tener una gran trascendencia futura: así por
ejemplo, las Cortes generales de Monzón de 1236, que trataron de asuntos
tan dispares al menos en apariencia como la conquista de Valencia o la
confirmación de la moneda jaquesa: las particulares de Huesca de 1247,
famosas por derivarse de las mismas la recopilación de los Fueros de
Aragón (Compilación de Huesca) bajo la dirección del obispo Vidal de Canellas Buscar voz...; y las celebradas en Ejea Buscar voz...
en 1265, que confirmaron las atribuciones y competencias del Justicia
mayor del reino. No obstante, todas estas reuniones se alternaron y
combinaron con otras convocatorias parciales del rey a nobles y
caballeros aragoneses, obligados a acudir a dicha llamada por deberes
feudales, sin especificarse los motivos de las mismas; no quedando claro
—como sucede asimismo en las Cortes del reinado si el «derecho de
reunión» se impuso al «deber del consejo» para los súbditos, o si fue
éste el que predominó, por encima de un auténtico espíritu
parlamentario.


Con Pedro III Buscar voz... (1276-1285) y Alfonso III Buscar voz... (1285-1291), el conflicto de la Unión Buscar voz...
propició la necesidad de fijar determinados acuerdos en reuniones
periódicas, identificadas con las Cortes, para evitar o corregir los
desequilibrios políticos, sociales y económicos puestos de manifiesto en
el enfrentamiento nobleza-monarquía, con la institucionalización de los
instrumentos que garantizaran la participación del reino en las
decisiones del Estado y en las tareas de su control y administración;
obligando a la monarquía a sentirse vinculada a las Cortes, a su
procedimiento, atribuciones y acuerdos, «La revuelta unionista»
(1283-1298) constituyó, pues, el marco adecuado en el que fue posible la
fijación de las bases en que se asentaría definitivamente el parlamento
aragonés. En este sentido, las Cortes de 1289 que corroboraron la
vigencia del Privilegio General de 1283 y anularon, en cambio el Privilegio de la Unión Buscar voz...
respaldaron la actitud de la junta de nobles y representantes
ciudadanos (universidades) que por iniciativa propia se había reunido en
Tarazona para reclamar de Pedro III una participación efectiva en la
política exterior e interior, y que sentaron las bases de la futura
actuación de las Cortes del reino como tarea comunitaria y con autonomía
propia.


Los reinados de Jaime II Buscar voz... (1291-1327) y de su sucesor Alfonso IV Buscar voz...
(1327-1336) conocieron un total de nueve y dos, respectivamente,
convocatorias de Cortes particulares de Aragón con largos períodos de
inactividad parlamentaria: destacan las Cortes de 1300 y 1301 en
Zaragoza, por las ayudas extraordinarias recabadas por el monarca para
satisfacer el endeudamiento que la corona arrastraba de la etapa
anterior, por la política exterior de los últimos años del siglo XIII; y
las de 1307, entre Zaragoza y Alagón, que vieron las protestas de los
zaragozanos por la decisión real de no celebrar necesariamente dichas
asambleas en Zaragoza, y aprobaron la bianualidad nunca cumplida de las
convocatorias, así como la adopción de medidas fiscales, con la
introducción de nuevos impuestos y la regulación de los ya existentes
como el del monedaje Buscar voz...
con vistas a un saneamiento económico. Daroca (en 1309), Huesca (en
1314) y de nuevo Zaragoza (en 1316, 1320, 1325, 1328 y 1336) fueron
sedes de Cortes, sucesivamente en estos años, sin trascendencia futura
ni especial interés en cuanto a los acuerdos tomados en ellas.


2. Las Cortes de Pedro IV y los últimos Reyes de la Casa de Barcelona: En los primeros años del largo reinado de Pedro IV Buscar voz...
(1336-1387) no se celebraron reuniones parlamentarias, sino más bien
algunas entrevistas del soberano con magnates y eclesiásticos (en
Castellón, Gandesa, Daroca), o con el Consejo real, para tratar asuntos
de política extranjera especialmente. La coronación Buscar voz... y el juramento de los Fueros de Aragón Buscar voz...
precedieron, como en otras ocasiones, a las primeras Cortes de la nueva
etapa, que no tuvieron lugar hasta 1347 y en Zaragoza, bajo la tensión
provocada por el recrudecimiento de la Unión tras ser acusado el monarca
de actuar en contrafuero al confirmar los derechos de su hija como
heredera frente a los de su hermano don Jaime de Urgel Buscar voz....
En esta ocasión, el aristocratismo unionista consiguió la
rehabilitación del Privilegio de la Unión de 1287 y la exigencia de la
celebración anual de Cortes incumplida también, como la bianualidad;
acuerdos que el rey se vio obligado a aceptar junto con otras
disposiciones generales.


Pero el triunfo decisivo de Pedro el Ceremonioso en la batalla de Épila Buscar voz...
frente al ejército unionista, en 1348, cambiaría el panorama de las
Cortes del reino: ya las de ese mismo año, convocadas de nuevo en la
capital, pudieron ratificar tan sólo el Privilegio General de 1283 (y su
confirmación de 1325), a costa de ver anulado definitivamente el de la
Unión, destruido personalmente por el propio monarca (según la
tradición) en sesión celebrada en el refectorio de los frailes
predicadores o dominicos (hoy antiguo ayuntamiento, en la plaza de Santo
Domingo), donde se reunieron habitualmente las Cortes aragonesas,
alternando con La Seo para las sesiones más solemnes de apertura o solio
(clausura).


Las Cortes de 1349, 1350 y 1352, también en Zaragoza, apenas tuvieron
importancia, caracterizándose por su brevedad. El descalabro de las
pretensiones aragonesas de la Unión y las secuelas de la peste que entre
1348-49 asoló la península ibérica contribuyeron a ello
sustancialmente, antes de que una nueva calamidad se cerniera sobre las
cabezas de los sufridos súbditos hundiendo todavía más las esperanzas
del resurgimiento político y económico de Aragón.


La cruenta y demoledora guerra con Castilla Buscar voz...,
que se mantuvo con intervalos de calma entre 1356 y 1375, obligó al rey
a convocar a Cortes a los aragoneses en repetidas ocasiones, al objeto
de recabar los subsidios y prestaciones de personal y dinero necesarios
para sostener el ejército destinado a defender el territorio y
salvaguardar los intereses de la Corona. A esta motivación obedecieron
las asambleas de 1357 (Cariñena), 1360 (Zaragoza), 1362-63 (generales,
para toda la Corona, en Monzón), 1364 y 1365-66 (Zaragoza), 1367
(Tamarite-Zaragoza), 1371-72 (Caspe-Alcañiz-Zaragoza) y 1375 (Tamarite).
En todas ellas, Pedro IV acosó a los aragoneses con continuas
contribuciones a la guerra, lográndose a cambio escasas compensaciones
para el reino. El peligro de invasión castellana condicionó la
localización de algunas asambleas, que tuvieron que celebrarse lejos de
las fronteras con Castilla y sin tiempo para mediar en los planes de la
alta política o en la conveniencia o no de concluir el conflicto,
aspectos que seguirían tratándose en asambleas reducidas o en el Consejo
real.


De las Cortes generales de Monzón de 1363 continuadas después
particularmente en Aragón, Valencia y Cataluña sobresale el discurso
programático de inauguración, a cargo de Pedro el Ceremonioso, y las
discusiones en torno a la contratación de tropas mercenarias. Y de las
dos últimas del período bélico los sustanciosos préstamos económicos
para sostener los ejércitos nacionales y extranjeros. Pero en general
cabe destacar el hecho de que la monarquía logró fortalecer su prestigio
exterior y consolidar los éxitos de los intereses de la Corona tanto en
la península como en el Mediterráneo a cambio de muy contados logros,
que fueron más estamentales que de conjunto, por ejemplo en el caso de
la consolidación de los poderes absolutos y jurisdiccionales de la
aristocracia señorial.


Terminada la guerra castellano-aragonesa, pasaron seis años antes de
que Pedro IV volviera a reunir Cortes, en 1381 y en la ciudad de
Zaragoza. Las últimas del reinado, abiertas en 1383 en Monzón, fueron
concluidas por Juan I, su sucesor, en 1389, con asistencia de
aragoneses, valencianos, catalanes y mallorquines, tras una serie de
interrupciones y prórrogas. Con Juan I Buscar voz... y Martín el Humano Buscar voz...,
entre 1387 y 1410, sólo en tres ocasiones se celebraron Cortes, que
obtuvieron algunos resultados prácticos y favorables a los intereses de
Aragón en lo referente a Fueros, administración territorial, fiscalidad y
atribuciones de la diputación permanente o Diputación general Buscar voz...;
sirviendo además para que los monarcas prestaran juramento a las leyes
del reino según se había establecido como preceptivo en las Cortes de
Zaragoza de 1348. Dichas asambleas se juntaron sucesivamente en Monzón
(1390), Zaragoza (1398-1400) y Maella (1404), manifestándose en estas
últimas la necesidad de poner remedio con urgencia a las penurias
económicas del país y a la falta de seguridad pública por la alteración
del territorio, por encima de los unilaterales y exclusivos intereses de
la monarquía representada en Martín el Humano, que se limitó en esta
ocasión a presidir las sesiones sin más alternativa por su parte.


3. Las Cortes de los Trastámara: Tras el paréntesis del Interregno Buscar voz... (1410-1412) y la introducción en Aragón de la dinastía castellana de los Trastámara Buscar voz... en la figura del infante don Fernando de Antequera, elegido en el Compromiso de Caspe Buscar voz..., las Cortes aragonesas comenzaron a funcionar de inmediato. Con Fernando I Buscar voz...
(1412-1416) se reunieron dos veces, ambas en Zaragoza. En las primeras
(1412) se manifestó la voluntad de continuismo por parte de los
estamentos y el respeto del nuevo monarca por las instituciones genuinas
del país; se arbitraron las medidas oportunas para resolver con
prontitud los problemas arrastrados desde la etapa anterior sobre todo
los de orden interno (sediciones, revueltas, alteraciones, etc.); y se
intentó paliar la crisis económica y el desorden fiscal del reino. En
esta asamblea, el rey y su heredero juraron los Fueros de Aragón,
aludiendo a los ordenamientos legales que el rey Pedro IV había jurado
asimismo en 1348 y que comprendían los «privilegios, libertades, usos y
costumbres de la tierra» como orden constitucional que cumplir;
reafirmándose en la permanente unidad de todos los reinos y territorios
de la Corona que don Fernando había recibido con su elección.


Las Cortes de 1414, celebradas inmediatamente después de la
coronación real en febrero de dicho año, mantuvieron simplemente los
presupuestos de las anteriores, obteniendo el rey un nuevo préstamo de
la asamblea que completaba el de la precedente e intentaba cubrir los
gastos derivados de la nueva situación y de la reparación de cuanto era
preciso, tanto en el orden político como económico.


La prematura muerte del primer Trastámara aragonés dejó en el trono a su heredero primogénito, que reinaría con el nombre de Alfonso V el Magnánimo Buscar voz...
durante cuarenta y dos años (1416-1458), avecinándose un período de
tensiones y desórdenes que tuvieron que soportar los aragoneses
estoicamente, por la prolongada permanencia del rey en Nápoles y la
responsabilidad de la reina doña María como lugarteniente. Las Cortes de
Aragón en esta etapa se inscriben dentro de la marcha de los
acontecimientos en el territorio. Las primeras, reunidas en Maella en
1423, se celebraron ya con la ausencia del monarca, y tan sólo las de
Teruel en 1427-28 y las de Valderrobres en 1429 fueron presididas por el
rey en un ambiente de guerra con Castilla. En las tres ocasiones los greuges Buscar voz..., las generalidades Buscar voz...
y el capítulo legislativo tuvieron especial dedicación: destacándose en
las de Teruel la ordenación de las famosas Observancias de Martín Díez de Aux Buscar voz...,
de un interés jurídico evidente, que se recopilarían finalmente diez
años después; y en las de Valderrobres, la generosa respuesta de los
aragoneses ante la ayuda solicitada por Alfonso V para pertrechar un
ejército que defendiera el territorio de los castellanos, así como la
fijación de que no se reunieran Cortes en lugares con menos de 400
casas.


Las sucesivas asambleas parlamentarias fueron presididas ya por la
reina o por don Juan de Navarra, hermano del rey, debido a la
instalación definitiva del monarca en Italia a partir de 1432, atraído
por la corte humanista de que supo rodearse hasta su muerte. En esta
segunda etapa del reinado de Alfonso V hubo Cortes aragonesas en 1435-36
(Monzón y Alcañiz), 1439 (Zaragoza), 1441-42 (Alcañiz-Zaragoza),
1446-1450 (Zaragoza) y, finalmente, en 1451 (también en Zaragoza). En
todas ellas, la constante que señalar está en los préstamos aprobados en
las sesiones y destinados al regreso del monarca desde Nápoles, así
como en la amenaza del territorio por parte de castellanos y mercenarios
franceses. Todo ello dentro de un ambiente saturado de preocupación y
descontento aragonés, por el descontrol de las instituciones y
organismos del Estado y por el progresivo deterioro del orden público,
tanto en el medio rural como en el urbano. Este descontento haría mella
en el ánimo de los súbditos y sería la causa de la excesiva duración de
las Cortes de Zaragoza que, iniciadas en 1446 se prolongaron hasta 1450;
dividiéndose los estamentos respecto a la intervención en el conflicto
bélico con Castilla y demorando las decisiones finales concernientes a
los subsidios de las tropas precisas. Algo similar sucedería con la
última asamblea del reinado, prorrogada una y otra vez antes de su
clausura definitiva, en 1454, tras varios intervalos de total
inactividad.


Con Juan II Buscar voz...
(1458-1479) las Cortes se resentirán de los problemas inherentes a la
política del autoritario monarca, a la división de los territorios de la
Corona por la cuestión de don Carlos, príncipe de Viana Buscar voz...,
y a la guerra de Cataluña. Problemas que atraerían y absorberían toda
la atención del soberano prolongando en cierta medida la sensación de
orfandad que sintieron los aragoneses desde la etapa de Alfonso V.


Las primeras Cortes tuvieron lugar entre Fraga, Zaragoza y Calatayud a
lo largo de los años 1460-61, con la jura de los Fueros por parte de
Juan II y la intención de algunas familias notables del reino de
reconocer como heredero de la Corona al primogénito don Carlos antes de
que éste muriera, en 1461, en extrañas circunstancias. Fallecimiento que
favoreció el reconocimiento de don Fernando segundogénito del rey y
hermanastro del príncipe de Viana como sucesor de don Juan, en 1464, de
forma inapelable.


También hubo Cortes entre 1466-69 (Zaragoza, Alcañiz) y 1469-70
(generales en Monzón y prorrogadas para los aragoneses en Zaragoza, como
era habitual), señalándose la falta de atractivo que para Aragón tenía
la política llevada a cabo por Juan II ya que, en estos años, se alejaba
de los intereses del reino y de sus habitantes. El resto de las
asambleas del período se celebraron todas ellas en la capital del reino
(en 1474, 1475, 1476 y 1478) con continuas interrupciones y prórrogas
que hacen confundirse unas con otras dentro de un clima de inestabilidad
y provisionalidad, reflejado en otras manifestaciones del momento y
prolongado hasta la muere del soberano en 1479.


Finalmente, las Cortes de Aragón en el atractivo y contradictorio reinado de Fernando II Buscar voz...
a caballo entre la Edad Media y la Moderna supondrán en conjunto un
continuo debate en el que el rey y el reino medirán sus fuerzas y
lucharán por sobreimponerse con argumentos contrarios; tal vez con la
misma buena voluntad por parte de todos, aunque sin llegar a entenderse
del todo debido a la dislocación del método y de los recursos utilizados
para ello indistintamente.


• Bibliog.:
González Antón, L.: Las Cortes de Aragón; Zaragoza, 1978.
Sarasa Sánchez, E.:Las Cortes de Aragón en la Edad Media; Zaragoza, 1979.


CONTINUA....




Cuanto mas conozco a la gente, mas quiero a mi gata Osca y es que En siendo de Aragón que me llamen como quieran.





Si tu supieras lo que pienso de ti, aun hablarias peor de mi.





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Desde: 30/Oct/2012 ·
#192 · 09/Ago/2014, 21:20
• Hist. Mod.: Los estudios sobre el parlamentarismo aragonés en la
modernidad han arrastrado durante años el lastre polémico, centrado de
modo particular en las Cortes celebradas en Tarazona durante el año
1592; sin embargo, los esfuerzos de algunos historiadores por alcanzar
unos resultados científicos constituyen un jalón sin precedentes en la
historiografía sobre el tema, que tropieza con la dificultad de la
escasa publicación de sus fuentes más genuinas: registros de los
«brazos», y los redactados por los notarios de las Cortes (procesos).


Un núcleo importante de este tipo de fuentes está localizado en el
archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, pero ha de ser
completado con los fondos del Archivo de la Corona de Aragón (Consejo
Supremo de Aragón) y algunas copias y resúmenes existentes en otros
depósitos.


1. Los comienzos de la modernidad parlamentaria (1460-1512):
Modernidad entendida como resultado del quehacer parlamentario, no en el
sentido de modificación estructural. En este orden puede hablarse de
Cortes «modernas» de las primeras habidas con Juan II, soberano con
rasgos claramente modernos (autoritarismo, o inclinación a él, y
política expansionista que prepara el camino de su hijo Fernando). En
este período la influencia del soberano en las Cortes iría aumentando,
para declinar a fines del reinado de Fernando II.


En 1460 Juan II se encuentra con unas Cortes aragonesas acostumbradas
a pocas presiones por parte de la monarquía; por ello el soberano, nada
más cumplir las formalidades de rigor apertura solemne y jura de los
Fueros, sale para Cataluña y sería una «diputación» compuesta de 72
miembros la encargada del quehacer parlamentario. Lo importante de estas
Cortes desde el punto de vista de la mentalidad aragonesa queda
reflejado en la legislación elaborada, en especial lo referente a la
intervención de catalanes y valencianos en asuntos aragoneses, bajo pena
de muerte; a la nacionalidad aragonesa para el canciller, vicecanciller
y regente de la Cancillería Buscar voz...
real, a la par que se define la naturaleza aragonesa, en la que se
incluye a los hijos de los reyes, aunque no hubieran nacido en el reino
aragonés. También se identifican los privilegios aragoneses con la
religión cristiana, consiguiendo pena de prisión contra moros y judíos
que no respetaran el paso del Santísimo Sacramento, así como la
prohibición de incluir el nombre de Mahoma en las llamadas a las
mezquitas. Una serie de medidas de tipo proteccionista para la propia
industria y comercio completan el marco de las claras tendencias
«nacionalistas».


Comenzadas estas Cortes el 3-VIII-1460 en Fraga, pasaron a Zaragoza
el 9-II-1461, terminando el 14 de diciembre en Calatayud, adonde se
habían trasladado el 15 de julio. El resto de las sesiones de Cortes
hasta 1484 (1466-69, 1469-70, 1474, 1475, 1476, 1478, 1481) no parecen
haber tenido un notable relieve.


Es en 1484 cuando, de forma paralela a las decisiones parlamentarias,
se introduce la nueva Inquisición en el reino, constituyendo un síntoma
el que la asamblea hubiera dado poder a su soberano —Fernando II— para
poner tasa a los gastos extraordinarios del reino. Es evidente que la
situación precaria de la Hacienda aragonesa iba a permitir el desarrollo
del incipiente autoritarismo fernandino. En la misma dirección de
aumento de la autoridad real tuvieron lugar las actividades de las
Cortes de 1493, estableciendo en Zaragoza, o donde residiera la corte
del Justicia, un consejo de cinco juristas, nombrados por el rey
mediante propuesta de los diputados, para aconsejar y votar las
sentencias que los oficiales del reino hubieran de pronunciar en los
casos del fuero de homicidiis y en otros delitos graves.


La necesidad de conocer las posibilidades fiscales del reino tanto
para la monarquía como para los privilegiados— llevaron, en las
siguientes Cortes de 1495, a un recuento de la población, notable
actividad llevada a cabo en años subsiguientes y cuyos registros,
conservados actualmente, permiten conocer las nóminas de contribuyentes
(vecinos) a efectos de tributación general del reino, así como la
posibilidad de un cálculo global de la población aragonesa de la época.


Todavía parece que hubo actividad parlamentaria a fines y principios
de la centuria siguiente (1498-99 y 1502-3), pero se suelen destacar dos
momentos importantes para la monarquía: 1510 y 1512 (ambos en Monzón).
En las primeras se suprimió la Hermandad, sistema represivo
probablemente innecesario para la monarquía ya que había logrado
introducir y asentar un notabilísimo instrumento de actuación en los
mecanismos internos: la Inquisición. Por otro lado se fortalecía la
justicia real en el territorio con la consolidación de las Audiencias,
en éstas y en las posteriores Cortes de 1512 presididas por la segunda
mujer de Fernando, Germana de Foix claramente favorables al poder real.


2. El intento autonomista (1515- 1585): En 1515 se produce un
fenómeno parlamentario que provoca una censura en la historia de las
Cortes aragonesas: la debilidad del soberano viejo y enfermo y una serie
de factores internos poco conocidos permiten que los estamentos actúen
con un vigor autonomista a la vez que insolidario entre sí, frente a la
monarquía. El enfrentamiento fue de modo manifiesto con la nobleza y
caballeros en la situación de señores de vasallos, que sujetarían la
concesión del servicio real a la revocación de los recursos de sus
vasallos al soberano (perhorrescencias). A pesar de los buenos oficios
del arzobispo Alonso de Aragón, no hubo acuerdo entre los brazos, y el
resultado fue una auténtica desbandada, con grave deterioro de la
monarquía, si bien los brazos eclesiástico y de las universidades
aceptaron el servicio, e incluso se tiene conocimiento de que algunos de
los componentes de éste último pagaron su parte correspondiente.


Las Cortes subsiguientes, que coincidieron con el advenimiento de una
nueva dinastía Austrias bastante alejada de los intereses del reino de
Aragón y completamente inclinada a problemas de hegemonía en Europa,
tuvieron una libertad de acción que únicamente fue desapareciendo con la
intervención del príncipe Felipe Buscar voz... como lugarteniente de su padre el emperador Carlos V Buscar voz....
Una prueba de la desvinculación con respecto al poder real se observa
en los comienzos del reinado: comenzadas las primeras Cortes del futuro
emperador el 20-V-1518 en Zaragoza, donde terminarían el 17-1-1519, se
pudo experimentar el rechazo hacia un soberano que a duras penas se
reconoció como tal en vida de su madre, y ello con la complicada fórmula
de considerarle correinante. Uno de los frutos del momento sería la
elaboración o compilación de un reglamento para la Diputación Buscar voz..., que de este modo se convertía en una institución sólida del reino.


En 1528 volvieron a reunirse los estamentos, con asistencia de
Carlos, en Monzón (1 de junio), prorrogándose el 23 de julio para
Zaragoza como particulares de Aragón. La labor intensa de la monarquía
consiguió reestructurar la Real Audiencia, estableciendo un consejo de
cuatro letrados, sin cuyo dictamen no se podrían pronunciar las causas
civiles ni criminales, a la vez que en la acuñación de moneda de oro se
prescribía que fueran de ley y peso de las de Castilla.


También presidió Carlos ya emperador las Cortes de 1533 (19 de junio,
hasta 20-I-1534), donde se concedió a los diputados la facultad de
proveer los cargos de lugarteniente de sobrejuntero, así como para
demarcar los distritos de las sobrejunterías. Nuevas reuniones en 1437 y
1542 muestran un momento de aparente calma, mantenida hasta las Cortes
de 1547 presididas por el príncipe Felipe, quien juró, y había sido
jurado como tal, en las Cortes anteriores, quedando habilitado para
celebrar Cortes en Aragón aunque con las condiciones de no ejercer
jurisdicción sin volver a jurar en el templo de La Seo de Zaragoza
(según hizo el 18-X-1542), y que, aunque después de hacer este juramento
quedaba habilitado para tener las Cortes, únicamente deberían ser
convocadas por el emperador. Los ilustrados del reino conseguían
introducir en las Cortes de 1547 un elemento fundamental para la
fijación de la superestructura: la figura del cronista. Otras medidas de
importancia interna en las siguientes Cortes (1553), también presididas
por el príncipe Felipe, fueron: intento de unidad metrológica vieja
aspiración, ya que se prescribió que todos los pesos y medidas debían
ajustarse al patrón de Zaragoza (se excluía a Teruel y Albarracín), y
una ley suntuaria bajo el epígrafe de «Reformación, prohibición y
limitación de vestidos y atavíos de personas, así hombres, como mujeres»
para sanear la vida económica del país.


La acentuación de la inestabilidad del orden público en el interior
del reino (entre cuyos factores cabe señalar la presión de la monarquía,
con instrumentos como la Inquisición, la actuación de algunos grupos
aragoneses a favor de las tendencias autoritarias, y las crisis sufridas
por la economía que aumentaban las diferencias socioeconómicas)
permitió que los estamentos representación de los privilegiados del
reino, pero a la vez conciencia de lo aragonés—cedieran en las Cortes de
1563-64 permitiendo un fortalecimiento de la Audiencia Real, aunque
también se benefició la Diputación del reino, ya que se ampliaba el
capítulo de gastos de los diputados a seiscientas libras para gastos
ordinarios y a dos mil trescientas lo que se les permitirá gastar en
defensa de las «libertades» o en beneficio del reino. Las quejas contra
la Inquisición y sus notorias actuaciones fuera de «fe», fueron un punto
de fricción que intentó resolverse mediante concordia en 1568,
determinando sus funciones y reduciendo el número de «familiares» con
proporción al vecindario de cada población.


Monzón, 28-VI-1585; Binéfar, 9-XII-1585, constituyeron el marco de
las últimas actuaciones parlamentarias de este período. Felipe I de
Aragón cedía ante las peticiones de los señores de vasallos,
permitiendo, de acuerdo con los estamentos, que se aplicase la pena de
muerte a los vasallos rebeldes, incluyendo a aquellos que no acudieran
en auxilio de su señor, lo cual suponía una confirmación del «absoluto
poder» en cuyo mantenimiento se implicaba el Justiciazgo y la Real
Audiencia.


Una lejana aspiración del reino alcanzó su objetivo: el que los
aragoneses pudieran obtener en América oficios, beneficios, prelacías y
dignidades eclesiásticas y civiles como los naturales de los reinos de
Castilla.


La práctica parlamentaria produjo el fenómeno de los «reglamentos» de
las Cortes, cuadernos manuscritos que partiendo del modelo de Blancas
(Modo de proceder en Cortes de Aragón) fueron utilizadas después de
1585.


3. El período autoritario (1592-1646): En 1591 la sociedad aragonesa
llega a un momento de conflicto intenso por la crispación de tensiones
acumuladas por los factores ya indicados: el principal, o el más
espectacular, se produciría en Zaragoza. Son las conocidas alteraciones Buscar voz....
La complejidad de las relaciones socioeconómicas entre los aragoneses
impediría una respuesta unánime ante la «invasión» del ejército real,
que atentaba contra el orden foral, de modo que en un clima de ocupación
y por tanto sin libertad —aunque también debe tenerse en cuenta la
presencia de aragoneses incondicionales de la Corona— se reunieron
Cortes en Tarazona el 15-VII-1592, presididas por el arzobispo de
Zaragoza, Andrés Cabrera y Bobadilla y, después de su fallecimiento, por
Juan Campi, uno de los regentes del Consejo Supremo de Aragón. El rey
asistió a la clausura, que tuvo lugar el 2 de diciembre.


En teoría, los cambios introducidos en las estructuras políticas del
reino parecen importantes: Se termina expresamente con la ley de
unanimidad de individuos y estamentos, aunque se discute que tal
práctica se iniciara en este momento porque ya existían precedentes,
pero se debe hacer la observación de que en los casos conocidos
(incluido 1515) la iniciativa partió de los mismos brazos en decisión
libre, situación que al parecer no se dio en 1592. Se ponen límites a la
presentación de agravios (greuges). La Guarda del Reino quedaba a
disposición del presidente de la Audiencia Real (antes dependía de la
Diputación). El cargo de Justicia se declaró revocable a libre voluntad
real. A los diputados se les prohibía convocar sin permiso regio a los
municipios o particulares. Se abolía la libertad de imprenta. El
soberano podría designar a voluntad el virrey hasta las siguientes
Cortes. A quien «apellidara» libertad se le podría aplicar hasta la pena
de muerte.


La aplicación de estas normas, así como sus resultados, quedan
pendientes de estudio y, de un intento de interpretación. Un hecho ha
sido constatado: el servicio al monarca se elevó a la cantidad de
700.000 libras, que, según los representantes aragoneses, era «grande
según las pocas fuerzas deste reino, y mayor de lo que jamás hasta aquí
se ha hecho por nuestros antecesores». Medio millón lo conseguiría
Felipe I obligando a los diputados del reino a que vendieran censales Buscar voz... (títulos de deuda pública), ya que era obvia la imposibilidad de disponer de semejante suma.


De acuerdo con una revisión de las fuentes, se corrigieron los
«reglamentos» de las Cortes, realizando nuevas redacciones Jerónimo
Martel en 1592 (antes de las Cortes) y 1601 (Forma de celebrar Cortes en
Aragón) introduciendo en este último los cambios producidos por las
Cortes de 1592.


Durante el reinado de Felipe II (III de Castilla) no hubo reunión de
Cortes, pero sí juntas o congregaciones de brazos (como en 1516 y 1520)
en 1599 y 1601, que pudieron servir de distensión. Realmente, 1592
enlaza con la actividad parlamentaria de 1626, en pleno auge del
conde-duque de Olivares, frustrado constructor del «autoritarismo» de
Felipe III (IV de Castilla). Los estudios relativos a estas Cortes han
permitido conocer las presiones de la monarquía y su naturaleza, donde
se encuentran procedimientos que rayan en la extorsión y el soborno,
cuando no en la violencia mental y física: el rey o sus representantes
compraron votos, amenazaron a personas y a municipios de distintas
universidades, e incluso se actuó contra ellos. El resultado: una gran
presión fiscal a pesar de las reducciones, ya que el reino debería pagar
144.000 libras durante quince años, medida contraproducente si se tiene
en cuenta la despoblación por las violentas salidas de moriscos y la
correspondiente crisis económica dentro de una coyuntura general
desfavorable.


En ese espacio de tiempo, y al parecer, hubo tres congregaciones de
brazos: 1632 (Teruel, con dudas si se llegó a realizar), 1634 (Zaragoza)
y 1641 (Zaragoza; actualmente en estudio). Los problemas tardaban en
resolverse y por ello comenzó el rey Cortes en Zaragoza, iniciándose las
sesiones el 20-IX-1645 y teniendo la clausura el 3-XI-1646. Unos
estamentos poco firmes ante la adversa coyuntura económica y los embates
de la monarquía accedieron a recargar los aranceles aduaneros en un
tres por ciento con objeto de poder pagar el servicio real, a la vez que
se prescribía una sisa para la cual se ordenaba una nueva figuración y
se reducían las medidas proteccionistas.


4. Hacia una reactivación parlamentaria (1677-1702): En el reinado de
Carlos II y merced a la coyuntura política estancias de Juan José de
Austria se inició un movimiento fuerte de examen interno,
constituyéndose una Junta la Junta Magna para reactivar la vida
económica y sacar al país de su lenta agonía. Partidarios de un
proteccionismo a ultranza se enfrentaron con los inclinados al «libre
comercio», pero nada podía hacerse sin una reunión de Cortes.


En 1677, y debido a los intereses políticos de Juan José de Austria
se abrirían unas Cortes en las que se iba a volcar todo el país para
intentar un lanzamiento de la deprimida industria nacional aragonesa
frente a la presión francesa. Los conflictos con la monarquía habían
sufrido una distensión que iba a permitir una actividad libre de trabas,
a excepción de las internas que nunca desaparecieron: el estamento de
caballeros e infanzones aparece como uno de los motores de la iniciativa
y del progreso, hasta el punto de hacerse partidario de suprimir el
«absoluto poder» de los señores de vasallos. Los vasallos, continuando
en sus antiguas reivindicaciones en paradoja con la decadencia
industrial y comercial, ofrecían pagar ellos solos el servicio real,
concediendo 800.000 reales (80.000 libras jaquesas) si se les eximía del
«absoluto poder». Los privilegiados señores reaccionaron y la propuesta
no siguió adelante. Las prácticas «mercantilistas» se pondrían en
funcionamiento durante seis años, al cabo de los cuales se reunirían de
nuevo los estamentos.


En 1684, y en virtud de lo dispuesto en 1678, hubo nueva reunión de
Cortes, con un largo desarrollo, ya que no finalizaron hasta 1687. El
fracaso proteccionista fue claro, pero no atemorizó a sus partidarios y
estimuló a sus detractores. Los incipientes estudios llevados a cabo
sobre estas actividades parlamentarias muestran una serie de propuestas e
intentos de agilizar el sistema, además de un claro signo de
liberalizar el comercio. En buena medida, los problemas abordados en
este congreso fueron probablemente resueltos y ya no llegaron a las
últimas Cortes privativas del reino de Aragón, celebradas en Zaragoza en
1702, que, habiendo sido convocadas el año anterior, no pudieron tener
comienzo hasta el día 26 de abril del citado año, en Zaragoza; y,
presididas por la reina María Luisa de Saboya en medio de la mayor
expectación e inquietud, no pudieron desarrollar una labor intensa,
prorrogando los Fueros y actos de Cortes temporales, entre otras
medidas, y ofreciendo a la reina un donativo de 800.000 reales (80.000
libras).


5. Disolución y asimilación castellanista (s. XVIII): En el siglo
XVIII las Cortes de Aragón, tal y como habían funcionado en los siglos
anteriores, fueron suprimidas, no volviendo a aparecer hasta junio de
1808 en un contexto social y político ya revolucionario. Durante la
Guerra de Sucesión, como castigo al apoyo de una parte de los aragoneses
al bando del archiduque Carlos, y tras la conquista de Zaragoza
(25-V-1707) por las tropas del futuro Felipe V, los decretos de «nueva
planta» de 20-VI-1707 (rectificado parcialmente por decreto de
29-VII-1707) y 3-IV-1711 abolieron los Fueros de Aragón en lo tocante a
su dimensión pública (subsistiendo parcialmente algunos derechos y
privilegios individuales) haciendo desaparecer las Cortes de Aragón, y
reorganizaron el gobierno del reino en torno a la Audiencia y el
Tribunal o Junta del Real Erario, institución esta última que sustituía a
la Diputación del Reino, pero cuyos miembros no eran ya nombrados por
las Cortes.


La supresión de los fueros suscitó numerosas protestas en Aragón; no
así, según parece, la supresión de las Cortes, ya que Felipe V mantuvo
el privilegio de voto en Cortes (desde entonces en las Cortes de
Castilla) a las ciudades aragonesas cuyos representantes fueron
considerados fieles a su causa en el conflicto. Desde fines del siglo
XVI en las Cortes de Castilla los procuradores cobraban el 1,5 % de los
servicios concedidos al monarca lo que individualmente suponía bastante
dinero y debió ser un incentivo para los nuevos procuradores aragoneses.
En 1709 las Cortes de Castilla contaban con procuradores de las
ciudades de Zaragoza, Tarazona, Jaca, Calatayud, Borja y Fraga. En 1771
solicitó voto en Cortes también la ciudad de Teruel, consiguiéndolo en
1778, y ese año lo solicitó también Huesca. El partido de las Cinco
Villas, probablemente a través de su capital, Sos, obtuvo el voto en
Cortes entre 1803 y 1805.


En el siglo XVIII el ejercicio del poder de la nueva casa de Borbón,
basado en el derecho de conquista y no en tradiciones pactistas, supuso
la culminación del Estado patrimonial y el ejercicio del poder absoluto
sin la limitación de órganos de contrapeso político tradicionales como
las Cortes, que no desaparecieron pero desempeñaron un papel político
marginal y secundario.


Las Cortes castellanas celebraron sesiones al menos en 1709, 1712,
1724, 1760 y 1789, ya no para ejercer las que habían sido sus funciones
clave, legislar y aprobar impuestos pedidos por el rey, y sí
principalmente para asuntos sucesorios: jurar al heredero del trono (el
futuro Luis I, 1709; el futuro Fernando VI, 1724; Carlos III, 1760),
fijar la línea de sucesión (duque de Saboya, 1712) o dar visto bueno a
la derogación de la ley sálica (1789). La condición de procurador o
diputado se entendía como una merced del Rey, no un derecho propio.
Conocemos algunos de los aragoneses que acudieron a algunas de ellas: en
1712, por Zaragoza, los regidores Marón de Altarriba y Exea y Manuel de
Foyas; en 1760, por Zaragoza, Joaquín de la Justicia y Pedro Pablo
Fernández de Heredia; por Tarazona, Francisco Gil y Añón y Juan del
Corral y Orobio.


El único asunto político de cierta relevancia tratado en Cortes en el
siglo XVIII fue un memorial de agravios (en catalán memorial de
greuges) presentado en 1760 por los diputados de Barcelona y aceptado
por los de Zaragoza, Valencia y Palma de Mallorca, en que básicamente
los firmantes, representando sus propios intereses estamentales
privilegiados, se quejaban al rey de la exclusión de hecho de los
naturales de países de la antigua Corona de Aragón de la mayor parte de
cargos públicos en los territorios de la monarquía (20 plazas de 56 en
Audiencias de la antigua Corona de Aragón, 3 de más de 100 en el resto,
sólo un intendente de ejército y provincia «aragonés», 7 mitras
episcopales de casi 100). No hubo reivindicación de los perdidos Fueros,
ni otras peticiones territoriales específicamente políticas.


• Bibliog.:
Moreu Rey, E.: El «memorial de greuges» del 1760; Barcelona, 1968.
Peiró, A.: Las Cortes aragonesas de 1808. Pervivencias forales y revolución popular; Z. 1985.
Id.: La defensa de los fueros de Aragón (1707-1715); Z., 1988.
Redondo Veintemillas, G.: «El privilegio de voto en Cortes para Teruel en 1775», Teruel, 54 (1979), 43-60.




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#193 · 10/Ago/2014, 07:12

MAÑOS Y LA BASÍLICA DEL PILAR

 
Actualmente me encuentro en Zaragoza por un mes y medio de trabajo, y
ahora que he tenido tiempo de visitar varias cosas, empiezo una serie
de posts sobre esta ciudad aragonesa.

LOS MAÑOS Y LOS MAÑICOS


De la fabla aragonesa se han hecho mil
y una bromas, pero la característica que más me gusta a mi es los
diminutivos añadiendo-ico:mañicos, vuelticas, raticos, etc.
La otra es la manera de llamarse unos a
otrosmaños. "Oye maña, ¿Ya está abierta la exposición?". Me parece
mucho más bonito y curioso que llamarse tío, macho, quillo, tú o
derivados. 
Maño es el gentilicio popular de los
zaragozanos, y aunque su origen no es 100% seguro, he leído por la red
que la palabra maño viene del latín "magnus" o grande. Consultad esta página para
más detalles. En un inicio, maño era el calificativo de los mudéjares
aragoneses para llamarse entre ellos con cariño, como compañeros de
infortunio de un pueblo sometido. Pero con el tiempo paso a significar
hombre del pueblo, conservando el carácter afectivo de hermandad
inicial.
 
LA BASILICA DEL PILAR
El imprescindible de esta ciudad es la
Basílica del Pilar, uno de los destinos marianos más importantes de la
cristiandad. Algunos creeréis más otros creeremos menos, pero la
tradición de esta virgen es una de las más destacadas en España.

La aparición de la Virgen
Cuenta la tradición (una manera
respetuosa de decir leyenda) que el Apóstol Santiago el Mayor llevaba
predicando un tiempo en tierras hispanas y se encontraba en la romana
Caesaraugusta, a las orillas del Ebro. La predicación por estas tierras
de tradiciones politeístas había sido una tarea muy dura, nadie hacía ni
caso de las palabras del apóstol y apenas tenía en ese momento 7
seguidores. Tan desanimado estaba, que ya se daba por vencido, cuando se
le apareció la Virgen. Tened en cuenta que ésta aun no había muerto,
por tanto se apareció en lo que se llama "carne mortal", y le animó y
dio fuerzas para seguir con la predicación de las enseñanzas de su hijo.
La Virgen se apareció rodeada de
ángeles y sobre un pilar de jaspe el día 2 de enero del año 50 y le
encargó que le levantara un templo en aquel mismo lugar.
Aparición de la Virgende Goya, en el museo de Zaragoza 
Aparición de la Virgen de Pablo Gargallo, en la fachada sur de la Basílica del Pilar
La basílica
De los primeros edificios en honor a
la Virgen poco podemos decir, seguramente se erigió en el S. I una
pequeña basílica, tal vez de las primeras del culto mariano de la
cristiandad y fue cambiando a lo largo del tiempo hasta el actual
edificio gigantesco en estilo barroco.

La tradición dice que la capilla primitiva fue respetada durante
la ocupación musulmana y que fue sustituida por una románica tras la
reconquista. De este templo románico es este frontón que se encuentra en
la fachada de la plaza del Pilar, decorado con un sencillo crismón.
Tras un devastador incendio, se construyó un templo en estilo
gótico-mudéjar que fue finalizado en 1515.



Pero la devoción a la Virgen del Pilar iba en aumento y se
planteó la necesidad de una construcción mucho más grande, adecuada para
un culto cada vez mayor. El Cabildo convocó un concurso para emular la
mayor iglesia en ese momento de Zaragoza, la Catedral del Salvador, pero
con el estilo  barroco vigente. Para ellos se tomó el modelo de la
iglesia más importante de la cristiandad: San pedro de Roma.
La
basílica es un edificio monumental, de proporciones admirables y con
unas bóvedas de gran tamaño. Del encargo de la basílica se ocupó Felipe
Herrera el Mozo y de la Santa Capilla, Ventura Rodríguez. Las obras
acabaron en 1765, aunque las 4 torres serán lo ultimo en construirse, la
última en 1961. Es monumento nacional desde 1904 y catedral desde 1675,
compartiendo título con la Seo o Catedral del Salvador.


 




La tradición de los niños acercándose a la Virgen se puede
disfrutar especialmente este mayo, mes de Primeras Comuniones. Las
únicas personas que pueden acercarse a la Virgen son los niños que aún
no hayan hecho la Primera Comunión, y son los "infanticos" los que los
colocan mientras los padres les hacen una foto. Yo me encontré un sábado
una cola larguísima, de más de una hora, de familias engalanadas para
ese momento.



Los "infanticos" es como se conoce popular y cariñosamente a los
niños del Colegio-Escolanía de Infantes de la Basílica. Esta
institución se remonta hasta el S. XVII los forma como monaguillos y
como cantores del coro. Estos niños reciben una educación primaria
gratuita con un fuerte componente religioso y musical, con grupos
reducidos y, a partir de 3º, en régimen de internado.


La Patrona
La
Virgen del Pilar es patrona de Zaragoza y de Aragón y reina y patrona
de la Hispanidad. De las columnas veréis colgar banderas de los países
hispanos y por tanto el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, se
celebra el día de la Hispanidad. 



La Virgen
La Virgen del Pilar, o
la Pilarica, o simplemente "la Virgen" para los maños, es una escultura
de madera de 36 cm de alto, labrada en estilo gótico por Juan de la
Huerta. La Virgen sostiene al niño desnudo con la mano izquierda y se
agarra al manto de su madre con la mano derecha. Su última restauración
fe en 1990.
La imagen está colocada sobre un pilar o columna de
jaspe de 1.70 m, forrada de bronce y plata. La tradición dice que este
pilar jamás ha cambiado de lugar desde la aparición. De este estupendo
blog http://gozarte.wordpress.com/2012/10/05/los-mantos-de-la-virgen-del-pilar/ he sacado algunas fotos que no he podido hacer yo por motivos históricos.

En el templo apenas se percibe la columna de jaspe, cubierta de bronce y
plata, ya que generalmente está cubierta por el manto. La columna se
cubrió con un forro bronce en el S. XV o XVI para protegerla ya que
algunos fieles se llevaban pequeños trozos de piedra.


Columna forrada de bronce.
Pero dejaron una pequeña "ventanita" que permite ver, tocar y besar
el Sagrado Pilar. Los fieles normales no se pueden acercar más a la
Virgen y el Papa Juan Pablo II cuando la visitó quiso seguir esta
tradición de los fieles normalitos y corrientes. En el S. XVIII se
fabricaron dos forros de plata, uno completo para los días en los que no
lleva manto y uno más corto para los que sí.


Los
mantos de la Virgen son tan numerosos, casi incontables, son resultados
de la donación de creyentes, fieles, cofradías, empresas... costumbre
que se remonta al S. XV. Hay un dicho popular que dice que tiene "más
mantos que días tiene el año", actualmente supera los 450 mantos. Son de
materiales y colores muy diversos, de los más ricos a los más
sencillos, y la norma para elegirlos es que los colores del manto deben
coincidir con los ornamentos de la misa de ese día. El más antiguo que
se conserva es el del Cabildo y es de 1762, y se coloca el día del
Pilar. Los hay de seda, de papel, de ganchillo, de piedras preciosas, de
encaje de bolillos y hasta de pajaritas de papel.
Tres días al mes,
el 2, 12 y 20 (conmemorando la Venida de la Virgen, la Solemnidad y la
Coronación) se puede ver a la columna sin el manto.
Manto del cabildo
Los mantos de la Virgen tienen, ya desde el S. XVIII, la
misión de acompañar a los enfermos más graves de la ciudad de Zaragoza.
Se les atribuye un poder "casi milagroso" y la frase de "Murió bajo el
manto de la Virgen del Pilar" aparecía en las esquelas de aquellos
personajes más importantes, desde Papas hasta reyes. 
Pero bien pronto se dieron cuenta que eran insuficientes para atender
a todos los maños, y mucho menos a los enfermos de otras ciudades. Para
atender las necesidades de estos fieles enfermos, se crearon, hace ya
más de 300 años, las "medidas" de la Virgen, unas cintas de color de
36,5 cm, la altura de la talla de la Virgen. Es
una costumbre de los zaragozanos y de la mayoría de los turistas,
comprar y llevar estas cintas en lugares tan variados como las maletas,
carteras, bolsos y en los retrovisores de los coches. Mi compañera de
trabajo de Zaragoza me regaló esta tan estupenda de color amarillo, que
acabará colgada de mi maleta o mochila por medio mundo. A pesar de no
ser creyente, el valor de la cinta es la del cariño de la persona que te
la regaló que quiere acompañarte allá donde vayas. ¡Gracias Maite!




BOMBARDEO SOBRE LA BASÍLICA
El último dato curioso es que el 4 de agosto de 1936, al inicio de la Guerra Civil Española, un avión del bando republicano bombardeó la
basílica. Lanzó cuatro bombas, una de ellas cayó en el Ebro, otra en la
plaza y dos de ellas atravesaron el techo de la basílica, y aún se
pueden ver los agujeros. Las bombas no estallaron, no por milagro de la
Virgen, sino porque estos misiles, de unos 50 kg, necesitan ser lanzados
desde una altura de varios cientos de metros para activar la espoleta y
aquel avión volaba apenas a 150 m del suelo. Estas dos bombas aún se
pueden ver, adosadas a uno de los pilares.






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#194 · 10/Ago/2014, 07:17
ZARAGOZA (Zaragoza)
Basílica de Ntra.Sra. de El Pilar
(antes iglesia de Santa María la Mayor)

Descripción: Circular,
trinitario, de seis brazos ribeteados con sogueado doble, y aro marco de
roleos sucesivos dispuestos entre el borde interior adornados a juego
con los brazos- y el exterior de mediacaña.Tilde de cruz debajo del vano
de pico de la P, con Alfa capital y Omega cerrada que se desgajan de su
brazo como en Jaca; S muy fina y ligeramente abierta en su bucle alto.
En cada espacio libre del círculo -seis en total-, se posa una roseta de
margarita cuyo número de pétalos es variable (7-9). El exterior,
profusamente recargado, muestra en el pie seis medias margaritas de
pétalos resaltados, sobre las que apoyan otras más pequeñas calzando, a
las dos grandes y diferentes que escoltan a la pieza; éstas, distintas,
muestran el claro ejemplo comparativo entre la sobriedad y el fasto,
quizás buscando un simbolismo. La acaracolada cenefa de tallos que
enmarca el redondel y algún juego de hojas que salvan el horror vacui,
completan el conjunto. Pieza vinculada a la mejor temática oscense y
jacetana.


Relaciones: En 1118 ya
existía un templo en la ciudad, donde se veneraba a la Virgen. Las obras
del templo románico debieron de iniciarse de inmediato si tenemos en
cuenta que la consagración de la Seo (mezquita mayor) se lleva a cabo en
1121, supliendo la posibilidad de uso de El Pilar. Las aportaciones de
la familia de Gastón de Bearn a las obras pilaristas son probadas, y el
templo que no debió ser muy lujoso, por la premura, no resistió el acoso
del tiempo.


Ubicación: Empotrado en el muro sur del templo


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#195 · 10/Ago/2014, 07:20

EL CRISMÓN DEL PILAR.

Publicado por Ángel Jiménez Jiménez on enero 27, 2013 at 10:17pm


Único
resto que queda en la Basílica del Pilar de la primitiva iglesia
mozárabe que, hasta el siglo XII, se levantaba en el espacio que hoy
ocupa la casa de la Pilarica.



A
través de esta interesantísima presentación se trata de dar explicación
al "mensaje oculto" que puede transmitir esta pieza única, que debió
tener una importancia tal que fue respetada y "engullida" por el nuevo
templo. Espero que sea de tu agrado.  



Pincha en el enlace adjunto:


El%20Crismo%26%23769n%20del%20Pilar.pps




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#196 · 10/Ago/2014, 07:54

El alminar de San Gil en Zaragoza

J. Miguel Pinilla Gonzalvo. Arquitecto.



Zaragoza. San Gil. Planta. En verde, alminar. En rosa, iglesia fortaleza mudéjar. En rojo y verde torre mudéjar.

La
iglesia de San Gil Abad de Zaragoza aparece ya mencionada en 1118, año
en que Alfonso I el Batallador la cede al obispo Esteban de Huesca en
pago a los servicios prestados en la toma de la ciudad. Obviamente una
fecha tan inmediata a la toma de Saraqusta por Alfonso I, indica que la
iglesia cedida al obispo de Huesca sería la mezquita recién consagrada (1). La historiografía oficial (2)
dice que se edificó un templo románico (del que no hay ningún resto ni
documentación) para posteriormente ser sustituido por otro mudéjar. Esta
hipótesis viene siendo repetida en este caso y para otras iglesias
zaragozanas si bien hasta hoy los únicos restos románicos conservados en
la ciudad son los ábsides de la Seo, el crismón del Pilar y fragmentos
escultóricos de la desaparecida iglesia de Santiago, lo cual indica que
la mayoría de esas supuestas iglesias románicas no se llegaron a
levantar, manteniéndose la antiguas mezquitas consagradas hasta que la
mejora de las condiciones económicas permitieron su sustitución por
nuevos templos generalmente en estilo mudéjar (3).


En
consecuencia, la iglesia mudéjar de San Gil Abad debió de construirse
en el siglo XIV, tras derribar la mezquita que hasta entonces se habría
utilizado como iglesia. En su estado inicial su tipología respondía a lo
que se ha dado en llamar “iglesia fortaleza”, es decir de nave única de
dos tramos con crucería sencilla, capillas laterales entre
torres-contrafuerte y testeros planos. Al exterior, como remate, la
característica galería de arcos apuntados a modo de tribuna entre las
torres-contrafuerte. En época barroca sufrió una remodelación profunda
en la que además de cambiarle la orientación y eliminar sus testeros
rectos para convertirlos en poligonales, se derribaron las bóvedas de
crucería originales y se transformaron los dos tramos iniciales en tres.
De la fábrica mudéjar prácticamente sólo quedaron los muros laterales y
la torre.




Zaragoza. San Gil. Fachada norte.
A
la derecha, alminar zagrí y sobre él la torre mudéjar. La torre de la
izquierda, la de la derecha (desmochada) junto al campanario y la
galería de arcos corresponden a la iglesia fortaleza mudéjar.  El
contrafuerte que interrumpe la galería pertenece a la reforma barroca.


Precisamente
la torre es el elemento más singular de la iglesia. Está ubicada junto
al muro norte de la nave, pero no a la altura de los pies o de la
cabecera como sería habitual, sino adosada a una de las
torres-contrafuerte. Su estructura es de alminar con machón central,
alrededor del que se desarrollan las escaleras cubiertas por las
características falsas bovedillas sargeadas de ladrillo. Tiene tres
cuerpos diferenciados, separados por impostas de mensulillas de ladrillo
en saledizo. En su parte inferior es de planta cuadrada y a la altura
de las tribunas, pasa a rectangular por medio de un arco apuntado que
apea en el muro de la iglesia. Esta forzada solución que permite crear
un cuerpo de campanas de amplitud suficiente es calificada de
“ingeniosa” (4) por los
especialistas, sin reparar en la evidencia de que todas estas anomalías
no pueden obedecer a capricho, imprevisión o impericia de los alarifes
que empezaron a construir la torre, sino al hecho de que como en otros
casos, se aprovechó el alminar preexistente.




Aunque el
recrecimiento mudéjar de la torre se hizo con la intención de integrar
perfectamente la obra zagrí anterior, se pueden apreciar diferencias
entre los motivos ornamentales de ambas. Así la decoración de la parte
baja es más sencilla y consiste en bandas de esquinillas, de zig-zag, de
cruces rehundidas formando rombos (una de ellas con platos en su
interior), motivos que aparecen en otras torres aragonesas que muy
probablemente son también alminares reutilizados como Ateca, Aniñón,
Terrer o Azuara. El cuerpo intermedio, donde se produce la transición de
la planta cuadrada a rectangular, emplea bandas de arcos mixtilíneos y
lobulados entrecruzados, separados por bandas de esquinillas. Finalmente
el cuerpo de campanas presenta grandes vanos geminados, dos en cada una
de las caras mayores y uno en las menores. Por encima otra serie de
vanos en arco túmido, cuatro en las caras mayores y dos en las menores.
En este último cuerpo la decoración es a base de series de paños de
ladrillo formando rombos. La torre se remata con murete almenado y
chapitel octogonal.


Como
se ha comentado anteriormente, a pesar de las anomalías constructivas y
las diferencias decorativas entre el cuerpo bajo de la torre y el
resto, se ha venido considerando el conjunto torre e iglesia como una
obra unitaria, llevada a cabo en la primera mitad del siglo XIV. Al
estar construida según la tipología de las iglesias-fortaleza mudéjares,
la de San Gil seguiría el mismo esquema que Tobed, Torralba de Ribota,
Azuara o Herrera de los Navarros, pero con la singularidad de que en San
Gil se reutilizó el alminar preexistente como en Azuara, aunque de
forma distinta.


Vamos
a desarrollar los argumentos que demuestran que el cuerpo bajo de la
torre de San Gil no pertenece a la fábrica mudéjar, sino que es anterior
y por lo tanto es zagrí.




1) Orientación de la iglesia

Las iglesias
medievales cristianas se orientaban canónicamente con dirección
aproximada O-E, con el ábside hacia el sol naciente. Las mezquitas en
cambio, giraban su eje hacia el sur, con direcciones variables alrededor
del SE. Cuando la iglesia ocupaba el solar de una mezquita y éste
quedaba constreñido por el entorno construido, muchas veces la
orientación de la nueva iglesia ha conservado la de la primitiva
mezquita. Esto ocurrió en la Zaragoza medieval con San Gil, la Seo o la
Magdalena. En cambio San Miguel o San Pablo, fuera de la primitiva
medina musulmana (el recinto amurallado romano), en un entorno
construido menos denso pudieron ser orientadas canónicamente. El hecho
de que además se reutilizaran restos de la mezquita anterior, como en el
caso de San Gil o la iglesia de Azuara en las que se conservan parte de
los alminares en su nueva construcción, también influiría en el
mantenimiento de la orientación de los edificios preexistentes.




2) Situación de la torre con respecto a la iglesia

Zaragoza.
San Gil. Vista desde el actual ábside, en la calle Cinegio. Hasta el s.
XVII era la fachada principal, ya que por esta calle se accedía a la
Puerta Cinegia, la antigua BAaB SINHAJA. La apertura de la calle San
Gil, que accedía directamente al puente de Piedra, propició el cambio de
orientación de la iglesia y la adición de este ábside. La torre de
primer término estaba alineada con el hastial de la antigua iglesia
fortaleza mudéjar.




Las iglesias-fortaleza se
caracterizan por tener en común una tipología muy característica de nave
única con torres-contrafuerte flanqueando las fachadas que se rematan
con galerías de arcos apuntados. Una de estas torres-contrafuerte de
mayor tamaño situada junto a los pies se suele destinar a campanario,
pero siempre integrada en el programa constructivo y decorativo del
resto de la iglesia. El ejemplo más representativo es la iglesia de San
Félix de Torralba de Ribota. En la iglesia de San Gil, en cambio, la
torre se adosa lateralmente a una de las torres-contrafuerte del lado
norte (actualmente desmochada) de forma muy forzada en planta, alterando
la perfecta simetría de la misma. En alzado lo forzado de la solución
es más evidente con el aumento de volumen del cuerpo de campanas y la
necesidad de apearlo con una gran bóveda apuntada sobre el muro de la
iglesia.




3) Decoración de la torre oculta por la iglesia

Gracias a las magníficas fotografías de José Antonio Tolosa (5)
hemos podido saber que la decoración del cuerpo bajo de la torre que
recae hacia la nave en la zona de la galería, está perfectamente
conservada. Se trata de una franja de rombos con cerámica vidriada que
sólo tiene sentido si la torre hubiera sido proyectada exenta en esa
altura. El hecho de que la fábrica mudéjar oculte estos paños evidencia
una datación para la parte baja de la torre anterior al resto de la obra
mudéjar. Por otra parte, el gran arco apuntado que apea el cuerpo
superior por su cara este, presenta un acabado poco cuidado que difiere
del resto. Esto indica que no se hizo para ser visto, ya que la
torre-contrafuerte adosada al campanario lo ocultaría hasta que fue
desmochada.




Restitución del alminar de San Gil por Agustín Sanmiguel, en el que, de un modo peculiar y característico en él,
instaba al arquitecto restaurador a excavar la parte inferior de la
torre, supuestamente enronada, en la que era factible que apareciesen
restos del antiguo alminar.



Tras todos estos
argumentos tenemos que concluir que el cuerpo bajo de la torre de san
Gil Abad es un ejemplar modesto pero fundamental de alminar de una
mezquita de barrio de la Saraqusta del siglo XI. Y resulta fundamental
porque a pesar de su pequeño tamaño y de la sencillez de sus elementos
decorativos, nos da muchas claves del repertorio formal y constructivo
de los alminares zagríes que luego se siguió utilizando en las torres
mudéjares. Agustín Sanmiguel recreó con su habitual maestría su posible
aspecto en el dibujo que acompañamos.




(1)
CORRAL LAFUENTE, José Luis, El urbanismo de Zaragoza entre los siglos
XII y XV: la cristianización de la ciudad. Zaragoza 2005.
(2) V.V.A.A., Guía Histórico-Artística de Zaragoza. Págs. 172-177. Excmo. Ayuntamiento de Zaragoza 1982.
(3)
CORRAL, José Luis / PEÑA, F. Javier, La Cultura Islámica en Aragón, “La
arquitectura religiosa, por J. Peña y J.M. Pinilla”. Pág 20. DPZ.
Zaragoza 1986.
(4) BORRAS GUALIS, Gonzalo M., Arte Mudéjar Aragonés, Vol 2 . Pág 464. CAZAR y COAATZ. Zaragoza 1985.
(5) Para una documentación más amplia de la iglesia véase: http://www.aragonmudejar.com/zaragoza/sangil/sangil1.html





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#197 · 10/Ago/2014, 20:13

El Santo Cáliz de Valencia

Historia anterior a 1437

 

  Es posible reconstruir la historia del Santo Cáliz de Valencia hasta el día de  la Última Cena.

  Nadie
puede dudar seriamente del carácter histórico de la Última Cena, a la
que se refieren  los evangelistas y también las cartas de San Pablo. En
 palabras de la investigadora Janice Bennett, "es innegable que Jesús
utilizó una copa para la consagración y que esta copa es un objeto
histórico, no un mito". El dueño del cenáculo en el que se celebró debía
ser una persona acaudalada, como podemos deducir de lo que se dice en
el evangelio de Marcos 14,13-15. Los apóstoles contactaron con el dueño
del cenáculo porque les salió al encuentro "un hombre que lleva un
cántaro de agua", lo que supone que se trataba de un criado; por lo
tanto, el dueño de la casa tenía criados. Por otra parte, se trataba de
"una habitación en el piso de arriba grande y amueblada". No hay duda de
que se trataba de la casa de alguien de un nivel económico elevado.

   Jesús
celebró allí la Pascua. Para ello debió utilizar una copa de bendición.
Esta era una copa especial que se utilizaba en la pascua judía. Si el
propietario del cenáculo tenía un nivel económico elevado, la copa de
bendición utilizada por Jesús debía ser de calidad. El Santo Cáliz de
Valencia, como ha acreditado el estudio del profesor Beltrán, reúne las
condiciones exigibles para su uso como copa de bendición por una familia
acomodada en la primera mitad del siglo I. Las copas de bendición
judías no podían ser de madera o de metal, sino que tenían que ser de
cristal o piedra. Una familia acomodada utilizaría como copa de
bendición de un material semiprecioso como el Cáliz de Valencia.

   Es
evidente el importante papel que la primera comunidad cristiana otorgó a
las palabras pronunciadas por Jesús en esa Cena. Siendo ello así, no
nos puede extrañar que después de los acontecimientos ocurridos
inmediatamente después de la Cena (crucifixión, sepulcro vacío,
apariciones,...), la copa o cáliz utilizado esa noche por Jesús fuera
diligentemente conservado por la primera comunidad cristiana.

  La profesora Bennet explica del siguiente modo el proceso por el cual el Santo Cáliz pasó de Jerusalén a Roma:

   "Muchos
estudiosos creen que el Cenáculo --la habitación en la que tuvo lugar la
Ultima Cena--, y el Santo Cáliz eran propiedad de la familia de san
Marcos, el evangelista, que hizo de intérprete de san Pedro en Roma.

    San Marcos y san Pedro vivían en relación estrecha y parece tener
sentido que san Marcos diera la Santa Copa a san Pedro, por la simple
razón de que era muy importante para los primeros cristianos usar
reliquias en la liturgia, y Pedro era la cabeza de la Iglesia.
   
La tradición española afirma que san Pedro se llevó el Santo Cáliz
consigo a Roma, donde lo pasó a sus sucesores hasta la persecución de
Valeriano, en el año 258".

  La
tradición nos indica que el Santo Cáliz fue conservado y llevado luego a
Roma, donde era utilizado por los primeros Papas. El profesor Antuñano
ha señalado que existen indicios de que el verdadero Cáliz fue utilizado
por los primeros Papas en la celebración de sus misas solemnes. El
canon litúrgico romano de los primeros Papas, en el momento de la
consagración, decía textualmente "...tomando este
glorioso cáliz...",  con lo que se hacía específica referencia a que en
la consagración se estaba utilizando precisamente el mismo cáliz
empleado por Jesús en la Última Cena. En contraste con el canon romano,
en la fórmula de consagración del canon oriental se decía "...tomó la
copa con el vino...". Esto se explicaría porque se sabía que en las
celebraciones que presidía el Papa se utilizaba el mismo cáliz empleado
por Jesús en la Última Cena. Una de las conclusiones del I Congreso
Internacional del Santo Cáliz celebrado en Valencia en noviembre de 2008
ha sido precisamente la de que el estudio de las peculiaridades del
texto del canon de la consagración romano supone un avance notable para
datar la existencia en Roma del Santo Cáliz en la primera mitad del
siglo III.

   Nos
situamos así en el año 258, en el que era  Papa Sixto II. Se desató
entonces una persecución contra los cristianos, promovida por el
emperador Valeriano. Con el fin de impedir que el Santo Cáliz sufriera
algún daño, el Papa Sixto II lo entregó en custodia a uno de los
diáconos de Roma, llamado Lorenzo, cuyos padres era originarios de
Huesca.

Monedas de la época del emperador Valeriano

    La
intervención de Lorenzo salvando el Santo Cáliz y enviándolo a España
se cuenta con detalle en "La Vida de San Lorenzo" contada por el
agustino San Donato en el siglo VI. El original de este manuscrito no se
ha conservado. Sí se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid la
traducción  al castellano del manuscrito original en latín efectuada por
el también agustino Lorenzo Mateu y Sanz en el año 1636. Según el
traductor el texto por él traducido (y que no se ha conservado) lo
encontró en el colegio de San Fulgencio de la Orden de los agustinos
cuando Mateu estaba allí de lector. Según el traductor, que el autor del
escrito era Donato se extraía de su título  y del contenido del
capítulo octavo; el escrito original habría sido encontrado por los
agustinos que, después de reconquistado el Reino de Valencia, fueron al
antiguo monasterio de Servitano (donde fue abad Donato) y recuperaron
algunas antigüedades que quedaban en las ruinas.

    San
Donato fue un religioso de la orden de los agustinos que llegó a
Valencia procedente del sur de África. Hacia el año 570 Donato era abad
del monasterio valenciano de Servitano. La información sobre la vida de
Lorenzo antes de que éste viviera en Roma la le fue transmitida a Donato
por los presbíteros de más edad de Valencia. En el relato de Donato que
se conserva (que como hemos dicho es la traducción efectuada por otro
miembro de su orden el año 1636) se cuenta que los padres de Lorenzo,
Orencio y Prudencia, se trasladaron desde Huesca a Valencia huyendo de
las persecuciones a las que fueron sometidos los cristianos. Según
Donato, Lorenzo nació en Valencia, y no en Huesca, como se recoge en
otras tradiciones. Siendo Lorenzo todavía un niño pequeño, los padres
deciden ir en peregrinación a los Santos Lugares. Sin embargo, durante
la travesía una tormenta obliga a desviar el barco y finalmente la
familia se refugia en Italia, en la ciudad de Capua. Estando el joven
Lorenzo, de unos catorce años, en el pueblo italiano de Osca conoció el
que luego sería el Papa Sixto II, que se lo llevó consigo. Si bien la
historia que nos cuenta Donato es verosímil, lo cierto es que existe
otra tradición según la cual Lorenzo nació en Huesca y sus padres
Orencio y Prudencia permanecieron hasta su muerte en esa localidad. Debe
señalarse que la historia del viaje de Orencio y Prudencia de Huesca a
Valencia y el nacimiento valenciano de San Lorenzo se cuenta también en
la obra Anales del Reino de Valencia, de Francisco Diago, del año 1613.

  
  Tanto Sixto II como el que luego se convertiría en San Lorenzo
murieron como mártires en las persecuciones de Valeriano. El Papa Sixto,
antes de que lo mataran, encargó a Lorenzo que salvara las reliquias y
que repartiera las riquezas entre los pobres.  Según el relato de
Donato, Lorenzo comenzó a cumplir lo ordenado por el Papa y acudió a la
vecindad de Patricia, donde entró en la cueva de Hepociana, donde
estaban muchos cristianos con el presbítero Justino. Según Donato:

   "Entre los
que habían encontrado refugio allí, vio a Precelio, su condiscípulo y
conciudadano, porque era un español de la ciudad de Hippo en Carpetania (
la actual Toledo).
Le confió algunas memorables reliquias para que pudiera enviarlas a
España, entre las que se encontraba la más distinguida Copa en la que
Cristo nuestro Dios y Maestro consagró su preciosa sangre la noche de la
Última Cena".

   La
entrega del Santo Cáliz por parte de San Lorenzo a un soldado podía
verse también en unos frescos dibujados en las paredes de la Basílica de
San Lorenzo Extramuros de Roma, que se remontarían a comienzos del
siglo XIII. Estos frescos fueron destruidos como como consecuencia de
los bombardeos de la II Guerra Mundial.

Fotografía del fresco de la Basílica de San Lorenzo
Extramuros antes de su destrucción. Arriba a la izquierda el Papa Sixto
II entrega a Lorenzo el Cáliz. Arriba a la derecha, Sixto se lo entrega a
un soldado

    De
este modo, sería este cristiano español llamado Precelio, que se
hallaba en Roma, el que se encargaría de trasladar la reliquia a España.
Con seguridad Lorenzo le encargó que trasladara el Santo Cáliz a Huesca
que lo entregara a la familia que Lorenzo conservaba en esa localidad.
Según Donato, los padres de Lorenzo permanecían entonces en Italia,
donde murieron. Como hemos dicho, según la historia de Donato Lorenzo
nació en Valencia, pero allí no tenía más familiares. Su familia (tíos y
primos) seguía estando en Huesca, por lo que era lógico que ordenara a
Precelio que se dirigiera a Huesca. Debe recordarse que San Vicente
Mártir era primo de Lorenzo, pues el primero era hijo de una hermana
menor de la madre del segundo. Vicente nació en Huesca y después
permaneció en Zaragoza; como consecuencia de una nueva persecución
contra los cristianos, fue capturado y trasladado a Valencia, donde
moriría martirizado a comienzos del siglo IV. Para la tradición que
sostiene que los padres de Lorenzo, Orencio y Prudencia, permanecieron
siempre en Huesca, no existe ninguna dificultad en explicar que el
primer  refugio en España del Santo Cáliz fuera Huesca: Lorenzo dio
instrucciones de que se remitiera la reliquia a sus padres, que ya se
encargarían de guardarla en sitio seguro.

 El Santo Cáliz permanecería escondido en Huesca hasta el año 711, se supone que guardado en la Iglesia del Santo Pedro el Viejo de dicha localidad.

Iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca

  El año 711
comenzó la invasión árabe de España. Con el fin de proteger el Santo
Cáliz, el obispo de Huesca, llamado  Acilso,  abandonó su ciudad junto
con el Cáliz y otras reliquias. La antigua sede episcopal de Huesca
iniciaría así un largo período itinerante, en el que sucesivamente iría
cambiando su emplazamiento. Cada cambio de sede episcopal suponía al
mismo tiempo el traslado de la ubicación del Santo Cáliz, que era la
reliquia más valiosa que se llevó consigo  el Obispo Acilso en su huía
de Huesca. Así, el Santo Cáliz iría recorriendo un largo itinerario,
pasando por las sucesivas sedes episcopales del antiguo Obispado de
Huesca. Así, el Santo Cáliz pasaría por los siguientes lugares:

   -En un primer momento, parece ser que se buscó refugio en la Cueva de Yebra,
en el Pirineo aragonés. De hecho, en la iglesia parroquial de Yebra se
conservan algunas reliquias que podrían dar testimonio de que allí
estuvo durante unos años la sede episcopal.

Cueva de Yebra

   -Algo más tarde el Santo Cáliz se localizaría en el Monasterio de San Pedro de Siresa,
en el municipio de Hecho. En este sentido, se conserva una Carta de San
Eulogio de Córdoba que menciona a  Ferríolo, "Obispo de San Pedro de
Siresa", que gobernó la Iglesia aragonesa los años 815-831. En Siresa
debió estar la sede episcopal por lo menos durante más de cien años.

Monasterio de San Pedro de Siresa

   -Posteriormente el Santo Cáliz se trasladó (al trasladarse también la sede episcopal) a San Adrián de Sasabe, en la localidad de San Adrián, cerca de Aisa.  Por lo menos hasta siete Obispos están sepultados en esta iglesia.

San Adrián de Sasabe

   -En tiempos del Obispo Mancio II (1014-1033) la Sede Episcopal (y con ella el Santo Cáliz) se trasladaron a la Iglesia de la Corte, que se hallaba en el municipio de Bailo. En Bailo el Cáliz debió permanecer del 1014 al 1045.

   -Hacia el
1045 la Sede Episcopal se trasladó a Jaca. El Santo Cáliz se ubicaría
primero en la Iglesia o Monasterio provisional, desde donde pasaría a la
nueva Catedral de Jaca, cuya construcción finalizó alrededor del año
1063.

Catedral de Jaca

  
-Finalmente, alrededor del año 1071 el  Santo Cáliz fue llevado desde la
Catedral de Jaca hasta el Monasterio de San Juan de la Peña, donde
permanecería hasta el año 1399.

Monasterio de San Juan de la Peña

   La larga
permanencia del Santo Cáliz en San Juan de la Peña (desde comienzos del
siglo XI hasta 1399) dio lugar a que surgieran las narraciones
medievales sobre el Santo Grial. Las tradiciones más conocidas son la
versión francesa de Chretien de Troyes (escrita entre 1181 y 1191) y la
alemana de Wolfram von Echembach (finalizada en 1215). Recientemente el
investigador alemán Michael Hesemann ha demostrado que la estancia del
Santo Cáliz de Valencia en el monasterio de San Juan de la Peña fue el
origen y modelo de la leyenda del Santo Grial narrada por von Echembach.

   Por otra
parte, la permanencia del Santo Cáliz en San Juan de la Peña pudo tener
un  reflejo iconográfico en la zona del pirineo español, zona en la que
prolifera la representación de Vírgenes portando el Cáliz. Una de las
conclusiones del I Congreso Internacional del Santo Cáliz de Valencia
celebrado en noviembre de 2008 ha sido precisamente que debe
profundizarse en el estudio de esta posible influencia.

Virgen portando el Cáliz de San Clemente Tahull siglo XII

     El año
1399 el rey de Aragón Martín el Humano solicitó de los monjes del
monasterio de San Juan de la Peña la entrega del Cáliz, pues deseaba
tener la reliquia en su casa en Zaragoza. Se conserva en el Archivo de
la Corona de Aragón en Barcelona (Pergamino nº 136 de la Colección de
Martín el Humano) el documento fechado el 26 de septiembre de 1399 de
entrega del Santo Cáliz a Martín el Humano. En este documento se hace
constar que "... sea a todos de manifiesto que, como el excelentísimo
Príncipe y señor D. Martín, por gracia de Dios Reay de Aragón, Valencia,
Mallorca, Cerdeña y Córcega, y Conde de Barcelona, del Rosellón y de la
Ciretánea, haya deseado y procurado, con ahinco, tener en su Capilla
Real, aquel Cáliz de piedra en
el cual Nuestro Señor Jesucristo, en su Santa Cena, consagró su
Preciosa Sangre, y que el bienaventurado Lorenzo, que lo recibió de San
Sixto, a la sazón Sumo Pontífice, cuyo discípulo era, y daácono de Santa
María in Dominica, envió y dio con una su carta
al Monasterio y Convento de San Juan de la Peña, situado en las montañas de Jaca del Reino de Aragón...".

   De este
modo, el Santo Cáliz fue llevado desde el Monasterio  de San Juan de la
Peña (donde había permanecido oculto más de trescientos años) hasta el Oratorio del Real Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Más tarde fue trasladado a la Residencia del Rey Martín el Humano en Barcelona.
 En el Inventario de Bienes hecho en 1410, a  la muerte de Martín el
Humano, consta que entre los bienes muebles del monarca en Barcelona se
halla el "Calix de vincle  e calcedonia, lo cual, segons se diu, fo
aquell ab que Jhsu Chist consegrà la sua Saneta e precisoa sanch lo
dijous sant de la Cena..." .

   Al morir
Martín el Humano le sucedió en el Reino, en virtud del Compromiso de
Caspe, su sobrino Don  Fernando de Antequera. Y, como ya hemos dicho
antes, fue su hijo y sucesor, Alfonso V el Magnánimo, el que hizo llevar
el Santo Caliz desde Barcelona a su Palacio Real de Valencia, por el
año 1414.



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#198 · 25/Ago/2014, 14:11

La lengua occitana y Aragón

 
El grupo de lenguas pirenaíco lo componen el occitano
(incluyendo el gascón), el catalán y el aragonés. Las tres lenguas
tienen muchas características en común comenzando por su mismo origen
pirenaíco. De estas lenguas, la más importante a comienzos del segundo
milenio fue el occitano ya que influyó decisivamente en las otras dos,
fue la que tuvo un mayor número de hablantes, contó con una literatura
admirada en toda Europa y tuvo una mayor proyección exterior. Incluso
Dante llegó a incluir versos en occitano en La Divina Comedia. La
cercanía con el catalán motivó una confusión entre ambas que perduró
hasta la Renaixença catalana de finales del XIX. Hasta entonces era muy
frecuente denominar al idioma catalán como lemosí (uno de los dialectos
del occitano)
Pon Nou de Canfranc

El área geográfica del occitano se extendía desde los Alpes
italianos hasta Limoges, Burdeos y el Béarn. Por el Sur la frontera
lingüística se encontraba en los Pirineos incluyendo el Valle de Arán y
también se hablaba un dialecto occitano en Canfranc hasta entrado el
siglo XIX. El occitano llegó a ser idioma de uso frecuente en las
cruzadas de Tierra Santa, sobre todo en los territorios como el condado
de Tripoli dependientes de la casa condal de Tolosa.
 
El occitano fue la base de la lingua franca, una mezcla de
lenguas utilizada como lengua común por los marinos en todo el
Mediterráneo y que los portugueses llegaron a utilizar en sus
expediciones a Asia, Africa y América. Emanuel d'Aranda, cautivo español
en Argel en 1640 y nacido en Flandes, nos dejó ejemplos escritos de
esta lengua en el relato en el que contó su cautividad.

Además
de haber sido un idioma hablado en una parte de Aragón hasta el siglo
XIX (dialecto canfranqués) el occitano tuvo en la Edad Media una gran
relación con Aragón. Las ordenanzas municipales de Jaca recogidas en el
Libro de la Cadena (Establimentz de Jaca) tienen abundantes rasgos
occitanos gascones. Datan de principios del siglo XIII.

Trovador en la corte real
También fue idioma de uso común de la corte de algunos
reyes aragoneses. Sobre todo durante los reinados de Alfonso II, Pedro
II, Jaime I (nacido en Montpellier) y Pedro III los asuntos de la
política occitana merecieron buena parte de sus esfuerzos. Todos ellos
acogieron en su corte a un gran número de trovadores occitanos. Zurita
nos dice en sus Anales que Alfonso II ennobleció a varios trovadores,
les dio posesiones e incluso les eximió de impuestos y hasta se conserva
una cançó en occitano compuesta por Alfonso II de Aragón cuyos versos
finales son los siguientes:

Quan mi membra dels comjatz
Que pres de lieys totz forsatz,
Alegres suy et iratz;
Qu’ab sospirs mesclatz de plors
Me dis: “Belhs amics, tornatz,
Per merce, vas de me cors.”
Per qu’ieu tornaray viatz
Vas lieys, quar autre baysatz
No m’es delietz ni sabors.

Entre los trovadores medievales aragoneses en lengua occitana están
Peire de Monzó, Peire Salvage o Thomás Périz de Fozes del que se
conocen dos poemas. Los siguientes versos corresponden a su poema “Trop
me desplay can vey falir”

Reys d’Arago, l’auta semensa
reyals don vos etz e d’Entensa
merçe totz temps ab cor franch e lial
ach, no guardan nuyl fayt descominal.

El profesor A. Ubieto señaló la posibilidad de que la Chanson de
Sainte Foy (canción de Santa Fe), poema narrativo compuesto entre los
siglos XI y XII, de autor desconocido y una de las primeras obras
poéticas de la lengua de oc, se escribiera en Aragón, en Ribagorza
concretamente.

Banderas de Occitania y Aragón

Actualmente, la mayor influencia occitana en Aragón la podemos ver
en dialectos orientales del aragonés como es el caso del benasqués
aunque en todo el Pirineo aragonés hay aportaciones lingüísticas
occitanas debidas al intenso contacto comercial y humano habido entre
las dos vertientes pirenaicas.
 
Enlaces:
 
Literatura aragonesa medieval en occitano - Enciclopedia Aragonesa On Line
 
 
 


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#199 · 01/Sep/2014, 15:21

¿Por qué aparecen cuatro cabezas de musulmanes decapitados en el escudo de Aragón?

Día 31/08/2014 - 16.13h
 

La comunidad islámica de Zaragoza pidió en
2004 la retirada de un símbolo que representa la victoria cristiana
sobre los musulmanes en la batalla de Alcoraz, donde la leyenda dice que
se apareció el mismísimo San Jorge

 
El escudo de Aragón se divide en cuatro elementos: el primero, situado en la zona superior izquierda, conmemora al legendario Reino de Sobrarbe; el segundo, a su derecha, representa la denominada «Cruz de Íñigo Arista», considerada desde el siglo XIV como blasón del Aragón antiguo; el tercero, y el más controvertido, es la Cruz de San Jorge cantonada con cuatro «cabezas de moro» (la llamada «Cruz de Alcoraz»), que recuerda, según la tradición, la ayuda del santo en la batalla por la conquista cristiana de Huesca en el siglo XI.
A razón de estas cabezas musulmanas, el escudo aragonés fue objeto de una fuerte polémica en 2004 cuando Marcelino Iglesias, expresidente de la Diputación General de Aragón,
sugirió que podía importunar a la comunidad islámica de Zaragoza. Para
el político maño, cambiar el escudo «es algo que nos concierne a todos,
por sensibilidad. Y más ante el fenómeno de la inmigración». No en vano, pese a las quejas de la comunidad islámica, la heráldica de Aragón sigue manteniendo un símbolo que forma parte de su patrimonio desde 1340.
Muchos años antes, en 1096, tuvo lugar la batalla de
Alcoraz en las cercanías de Huesca. Allí, el ejército aragonés, dirigido
por el rey Sancho Ramírez, asediaba la ciudad desde el campamento establecido en el Castillo de Montearagón cuando el rey de Saraqusta –el nombre musulmán de Zaragoza
envió a su amigo de Huesca un ejército tan grande que «cuando los
primeros estaban pasando el Gállego en Zuera los últimos todavía estaban
cruzando el Ebro». Según relata la leyenda, San Jorge y un caballero
alemán rescatado de Antioquía por este mismo santo apareció en el campo
de batalla «para ayudar a matar a esos 40.000 soldados».
Tras seis meses de asedio, el rey Pedro I, ya que Sancho Ramírez murió
mientras inspeccionaba las murallas, conquistaba la ciudad de Huesca. Y
fue al acabar la batalla cuando se encontraron sobre el campo las
cabezas de cuatro reyes moros.
¿Por qué aparecen cuatro cabezas de musulmanes decapitados en el escudo de Aragón?
ABC
Escudo actual de Aragón
Posteriormente a esta fecha, y sobre todo a partir del siglo XIII, se popularizó la protección del mítico San Jorge sobre la Corona de Aragón,
dando lugar a nuevas tradiciones sobre apariciones en combates. Además,
la conquista de Huesca permitió restaurar el obispado y el cristianismo
volvió a ser la religión predominante en la zona. El aragonés, nacido
en las montañas pirenaicas, sustituyó poco a poco al árabe como lengua
común, hasta la difusión y predominio del castellano a partir del siglo XV.

«Cabeza de moro», un elemento medieval

La «cabeza de moro» es un elemento iconográfico presente en
numerosos escudos de origen medieval e incorporado al código heráldico
donde se corresponde con la representación de una cabeza humana, de
perfil, generalmente coloreada de color negro (sable),
pero también de otros colores, y que puede estar adornada con una
cinta, turbante o diferentes accesorios. Sin embargo, pese al nombre,
los rasgos suelen ser los de una persona de etnia sub-sahariana, siendo también conocida como «cabeza de negro».
En la actualidad, la «cabeza de moro» prevalece como elemento incorporado a los símbolos de diversos territorios,
instituciones, organizaciones y personalidades de relevancia pública
que, en muchos casos, ha despertado distintas polémicas por estar
vinculados con episodios de violencia religiosa, como en los casos del
escudo de Aragón en 2004, el del emblema del papa Benedicto XVI en 2005, o el de la villa portuguesa de Évora en 2001.


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Desde: 30/Oct/2012 ·
#200 · 11/Sep/2014, 07:03
El poder y la gloria que dio la palabra ARAGON.




Aragon es el nombre de dos ríos hispanos y lo fue de otro del Caucaso;
el de un territorio con centro en Jaca que incluye los valles de Anso,
Hecho o Echo y Canfranc; el de un reino medieval que absorbió, primero;
al reino de Sobrarbe y Ribagorza y, luego al resto de lo que hoy
llamamos Aragon; es además el apellido que utilizo pronto la familia que
rigio ese reino; y, por ultimo, el nombre que recibió el conjunto de
soberanias y jurisdicciones que esa familia ejerció mucho mas alla de
los limites del reino del que habia tomado el nombre, pero a causa de
reinar en el.


El reino de Aragon tenia como soberano a un miembro de esa familia
que tomo para si el nombre del reino, por ser la familia de “Aragon” por
antonomasia,la mas conocida noble y poderosa; la de su soberano
legitimo. En la Edad Media no había apellidos propiamente dichos. Si
algún personaje noble necesitaba distinción patronímica, se anotaba de
quien era hijo, eso en castellano, cuando es vascopirenaico; añadir al
nombre de la persona el de su padre acabado en “EZ”. El segundo rey de
Aragon fue, como hijo de Ramiro , Sancho Ramirez. Y sus hijos no se
llamaron Ramirez, sino Sanchez, como hijos de Sancho. Fueron Sanchez
pues los tres hijos suyos que reinaron: Pedro Sanchez, Alfonso Sanchez y
Ramiro Sanchez. Como quiera que no había en todo el reino una familia
con esas características, su apellido en sentido laxo(el modo de
llamarles y llamarse) fue al poco tiempo “de Aragon”. No mucho mas
tarde,todos los miembros de la familia aunque no fueran reyes usaron
“Aragon”como nombre propio de su linaje o casa, de forma que un hermano o
sobrino carnal del jefe de la casa, o un hijo bastardo a quien
reconociera como suyo se llamaba, también, ”Aragon;” ejemplo son los
arzobispos Juan, Alonso y Hernando de Aragon. Aunque íntimamente unidos
el reino y su familia real eran cosas distintas. Todos los derechos de
soberanía que tuviese la casa de Aragon sobre otros territorios los
debía al hecho de que uno de sus miembros era,siempre,rey de Aragon.
Esto la permitió a la familia asumir por pacto o conquista soberanias
fuera del reino.No eran derechos del reino ,sino del linaje que reinaba.
Los derechos de soberanía de esa familia regia,(de la casa de
Aragon),cuyo titular era, por necesidad,costumbre y fuero, el rey de
Aragon,formaban un conjunto sin nombre especial al que mas tarde se puso
el muy adecuado de “Corona” de Aragon.





La Corona de Aragon era en esencia,el conjunto de soberanias que
asumia el miembro de la familia Aragon, que fuese coronado por los
aragoneses como rey en el reino de Aragon. La corona que ceñia el
personaje apellidado “Aragon” lo convertía en rey de Aragon y en unas
cuantas cosas mas. Ceñir esa “corona “significo el acceso a un poder de
gran alcance internacional. Pero el que accedia al poder no era el reino
de Aragon, sino su rey. Eso confería a los aragoneses y a su reino una
primacia indiscutible: sino daban rey, no había titular del reino, nadie
ceñia la “corona” que, otorgaba al personaje el conjunto de soberanias
de la familia o casa de Aragon, que llegaron a ser muchas. Eso no hacia a
los aragoneses ni a su reino titulares de dichas soberanias. El reino
aceptaba al rey si juraba los fueros y no debía tomar por rey sino al
heredero de la familia real de Aragon que tuviera mejor derecho. Aragon
hacia rey a un Aragon, era, además, conde de Barcelona (por matrimonio),
rey de Mallorca y de Valencia (por conquista), de Napoles y Sicilia
(por herencia),y asi sucesivamente. Aragon al darse rey,daba soberano a
numerosos reinos y estados. Pero eso no era efecto directo, sino
derivado, de la coronación del rey de Aragon. De este hecho, tan
comprensible en aquellos tiempos, se derivan confusiones hoy que nos
llevan a disparatar en torno a asuntos como el sempiterno de las barras (
un emblema de la familia antes que nada),o el de la procedencia de unos
derechos sobre otros en el archivo de la Corona de Aragon, cuya parte
esencial es el archivo de la Casa de Aragon en Barcelona.







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