jueves, 5 de febrero de 2015

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9191CCUN: SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS DE C RISTO EN LA CRUZ.

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  • Fbfugi Fugitivo
    21 mar 2008
    Comité de Contingencia
    Urb. Los Naranjos
    CCUN
     
     
         Caracas, Marzo de 2008

     
     
     
    SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ
     
     
    PRIMERA PALABRA
     
    “PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE
    HACEN”
    1.- Consideraciones teológicas previas
    La crucifixión era un suplicio muy cruel reservado sólo para los malditos, los
    Condenados a ejecución pública, los que atentaban contra el Imperio Romano. El  Crucificado moría por asfixia lenta. Alguna vez era aliviado por algún apoyo para su  Cuerpo que le impedía morir de muerte súbita. El suplicio era inhumano y terrible.
    Acababan de crucificar a Jesús en una colina, llamada Gólgota en hebreo, fuera  de la ciudad de Jerusalén. Trataron y mataron a Jesús como si fuera un proscrito, un  criminal
    público....Se
    cumplía la profecía de Isaías: “despreciable y desecho de hombres,
    varón de dolores y sabedor de dolencias” (Is.53,3). Jesús de Nazaret es
    el Señor, el Inocente que sufre por puro amor bajo el peso de la
    injusticia del mundo (Bruno Forte).
     
    Una pregunta inquietante
    Si Jesús es el Hijo de Dios -y lo es- , ¿dónde está su Padre ahora cuando es
    levantado en la cruz? Es un misterio verdaderamente insondable.
    En este “varón de dolores” (Is.53,3) se revela el mismo Dios. La imagen del Dios  cristiano
    queda
    configurada por la cruz de su Hijo Jesús. La cruz de Cristo nos abre a
    una nueva comprensión de Dios, como el Dios sufriente. Dios mismo está
    atravesado por  el mal en el sufrimiento de su Hijo en la cruz. Dios queda golpeado por el mal en la cruz  de
    su Hijo Jesús. Dios se revela en la cruz como aquel que no quiere usar
    su poder ni siquiera para defenderse. Es un Dios que escoge ser débil, y
    no quiere responder a la violencia con la violencia, sino con la
    mansedumbre.
    “Al sufrimiento del Hijo que me amó y se entregó por mí (Gál.2,20), corresponde  el
    sufrimiento del Padre: Dios sufre en la cruz como Padre que entrega,
    como Hijo que se entrega, como Espíritu que es el amor que emana del
    amor sufriente de ambos. La cruz es la historia del amor trinitario de
    Dios al mundo: un amor que no soporta el sufrimiento, 
    sino que lo elige. La cruz no es sólo un suceso entre el hombre y Dios, sino que en último  término es un suceso entre el Padre y el Hijo. Si el Padre y el Hijo son una misma cosa
    (Jn.10,30),
    si están uno en el otro (Jn.14,10-11) , el sufrimiento, abandono y
    muerte que tienen lugar en Jesús, se verifican, de un modo para nosotros
    incomprensible, en el mismo Dios. Por eso, el fundamento propio y
    verdadero del dolor de Dios lo debemos  encontrar en el
    interior del misterio trinitario. “Dios es capaz de ser golpeado por el
    mal, no sólo en la naturaleza humana de su Hijo, sino en lo más íntimo
    de su divinidad” (A.Galindo).
    En este sufrimiento de Dios en su Hijo alcanzado por el mal, se halla la única
    respuesta
    a la grave pregunta de la humanidad sobre la compatibilidad de la
    existencia de Dios y de un Dios misericordioso, con la realidad del
    mal...Dios ha querido compartir el dolor del mundo. No estamos solos en
    medio de nuestro dolor, pues nuestro Padre comparte todo el dolor del
    mundo en ese Hijo total, abandonado, que lo constituimos todos (J.M.
    Imizcoz).
     
    2.- Significado de estas palabras de Jesús: “Padre, perdónalos...”
    En
    medio de este suplicio y dolor, Jesús dice unas palabras impresionantes
    que sorprenden a todos, ya que nadie las esperaba: “Padre, perdónalos
    porque no saben lo que hacen” (Lc.23,33-34) .
    Jesús podría haberlos aniquilado y destruido, ya que tenía poder y fuerza para
    ello. Pero no lo hace porque ha venido no para destruir sino para salvar a todos.
    Jesús
    podría haberlos confundido con un prodigio o un portento. Pero no lo
    hace porque no quiere ser aceptado por la fuerza y el dominio, sino por
    el amor y la entrega.
    Jesús invoca la misericordia de su Padre para aquellos que lo acababan de
    crucificar.. ..
    El Nuevo Testamento representa la culminación del perdón de Dios.
    Jesucristo
    “librará
    al pueblo de sus pecados” (Mt.1,21). Esa era la misión del Mesías
    (Sal.130,8). Y a eso vino, “a llamar a los pecadores” (Mc.2,17).
    Jesucristo es el “Siervo” doliente de Yahvé, traspasado por nuestros
    pecados, machacado por nuestras iniquidades, herido de muerte por
    nuestros delitos (Is.53,1-11) . Fue clavado en la cruz “y murió por
    nuestros  pecados” (ICort.15,13) . Por eso, no es de
    extrañar que el Señor Jesús invoque la misericordia del Padre para que
    perdone a los que acaban de crucificarlo.
    Nos quedamos sobrecogidos cuando volvemos a escuchar las palabras que Jesús  dirige
    al Padre a favor de los que le acaban de crucificar. Nos quedamos
    desbordados por este gesto de Jesús. ¡Cuánto tenemos que aprender
    nosotros a quienes nos cuesta tanto
    perdonar, comprender, disculpar, olvidar...!
    Todo ser humano necesita el perdón; necesita ser perdonado. Tú y yo también
    necesitamos ser perdonados profundamente. Necesitamos el perdón de Dios; ese perdón  que
    llega y alcanza lo más hondo de nuestra conciencia. Necesitamos ese
    perdón que nos da alegría y gozo, esperanza y paz. Necesitamos escuchar
    la voz de Dios que nos dice:
    “vete en paz; tus pecados son perdonados” (Jn.8,11). Necesitamos el perdón de Dios que  nos llega a través del sacramento de la Penitencia.
    Al pedir perdón para nosotros, Cristo nos invita y nos urge a perdonar a quien
    nos haya ofendido. Como Cristo perdona a los que lo han crucificado, nosotros debemos  perdonar.
    No se trata de que nosotros perdonemos para que Él nos perdone; es al
    revés: puesto que Dios nos ha perdonado, nosotros debemos perdonar; “del
    mismo modo que el  Señor os perdona, así también vosotros debéis perdonaros” (Col.3,13).Dios perdona   para que nosotros perdonemos. “La regla es que imitemos nosotros a Dios y no Dios a  nosotros, cuando perdonamos” (J.Maldonado) . La medida del perdón es también Dios
    que perdona todo y siempre, pecados graves y pecados leves, y lo hace hasta setenta  veces siete (Martín Nieto).
    Por todo ello, hemos de recordar siempre que: Somos llamados a perdonar en las
    familias  Sois llamados a perdonaros en el matrimonio  Somos llamados a perdonar en las relaciones sociales Somos llamados a perdonar en el día a día, en todo momento.
    Con frecuencia reclamamos para nosotros el perdón de aquellos a quienes hemos  ofendido por nuestra debilidad, por nuestras culpa....A veces incluso exigimos una reparación pública...
    ¿Estamos dispuestos a perdonar a los demás?
    ¿Estamos dispuestos a perdonar sin ser perdonados?
    Que
    la puesta del sol no caiga sobre vuestro enojo. Que podamos rezar con
    verdad : “perdona nuestros pecados como también nosotros
    perdonamos a los que nos ofenden”.
     
     
    SEGUNDA PALABRA
     
    “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Jesús fue crucificado: sus manos y sus pies fueron taladrados con grandes clavos  y
    fijados a la cruz. Ya está cosido a la cruz. Jesús
    forma como un todo con ella. Jesús y la Cruz , la Cruz y Jesús. El dolor
    que recorre su cuerpo entero es tremendo y asombroso. El dolor se ha
    metido hasta las entrañas más íntimas de su ser.
    Los
    soldados se esfuerzan para colocar el palo transversal de la cruz y
    encajarlo en el palo vertical. Lo han conseguido. Los sufrimientos eran
    atroces. Cada movimiento de la cruz era una sacudida dolorosísima que
    recorría todo el organismo debilitado, deshidratado. ..de Jesús. Cristo
    crucificado fue colocado en medio de dos malhechores, uno a su derecha y
    otro a su izquierda.
    Una pregunta inquietante:
    ¿Tiene sentido el sufrimiento de Jesús que es inocente y santo?
    ¿Tiene sentido el sufrimiento del ser humano?
    ¿Por qué sufrimos?
    ¿Por qué Dios no suprime el sufrimiento?
    Queremos ofrecer unas respuestas acudiendo a la reflexión teológica actual sobre este mismo tema.
    Unos textos para la reflexión:
    J.Moltmann: “No sabemos por qué Dios permite el sufrimiento; y si lo
    supiéramos, no nos ayudaría para vivir. Pero si descubrimos dónde
    está Dios y lo sentimos presente en nuestro sufrimiento, habremos dado con la fuente de la que renace la vida”.
    P. Claudel: “Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento, tampoco ha venido a
    explicarlo; ha venido a llenarlo con su presencia”.
    J. Maritain: “Si los hombres supiesen...que Dios “sufre” con nosotros y mucho
    más que nosotros por el mal que aflige a la tierra, cambiarían sin duda muchas cosas, y se liberarían muchas almas”.
    J.R.Busto:
    “Dios puede y quiere acabar con el sufrimiento, pero no de cualquier
    manera. Dios lo hace sólo de una forma: compadeciéndolo, es decir,
    dejándose afectar por el dolor. La imagen de Dios revelada en Jesucristo
    muestra el compromiso de Dios para acabar con el sufrimiento; peor
    muestra también el modo utilizado por Dios para acabar con él: superarlo
    desde dentro; redimirlo. El discurso de la cruz pone de manifiesto la
    estrategia de la actuación divina....Dios asume el sufrimiento porque es
    la única forma en que puede superarlo. Porque salvador sólo es el amor.
    No el poder”.
    Bruno Forte: “Dios da sentido al sufrimiento del mundo ya que lo ha asumido
    hasta hacerlo su propio sufrimiento: este
    sentido es el amor.. La Cruz es historia del  Padre, del
    Hijo y del Espíritu Santo; es historia trinitaria de Dios: la Trinidad
    hace suyo el exilio del mundo sometido al pecado para que este exilio
    entre en Pascua en la patria de la comunión trinitaria.. ..En la cruz la
    “patria” entra en el exilio, para que el “exilio” entre  en
    la patria. En ella está la clave de la historia...La muerte en Dios por
    el mundo del viernes santo se transforma en pascua en la vida en Dios
    del mundo”.
    “El Dios cristiano no es ajeno al sufrimiento del mundo, no es espectador
    impasible
    de éste desde lo alto de su perfección inmutable, sino que lo asume y
    vive con la máxima intensidad, como sufrimiento activo, como don y
    ofrenda de donde surge la vida nueva del mundo. Desde aquel viernes
    santo, sabemos que la historia del sufrimiento humano es también la
    historia del Dios cristiano. Dios está presente en la historia para
    sufrir con el hombre y para hacerle ver el valor inmenso del sufrimiento
    por amor.
    J.M.Imizcoz: “En este sufrimiento de Dios en su Hijo alcanzado por el mal, se
    halla
    la única respuesta a la grave pregunta de la humanidad sobre la
    compatibilidad de la existencia de Dios y de un Dios misericordioso, con
    la realidad del mal. Su amor de misericordia es lo que le ha llevado a
    unir su destino al destino del hombre a quien ha creado a su imagen y
    semejanza. Dios ha querido compartir el dolor del mundo”.
    “No estamos solos en medio de nuestro
    dolor, pues nuestro Padre comparte el
    dolor
    del mundo en ese Hijo total, abandonado, que lo constituimos todos.
    Nadie está abandonado en su sufrimiento, en su soledad, ni siquiera en
    su muerte. Porque la muerte de Jesús no sólo fue partida hacia su Padre,
    sino también llegada con el Padre para hacer mansión en el hombre,
    acompañando y sufriendo su dolor El dolor de Dios acompaña el
    sufrimiento de sus hijos. El Dios que sufrió en la cruz por el hombre,
    ahora sufre en el hombre que sufre y sufre con él. Nuestro dolor, al
    igual que el dolor de Jesús, es el dolor de Dios”.
    A modo de síntesis
    Dios puede y quiere acabar con el dolor y el sufrimiento. Pero lo hace a su
    manera: “compadeciéndolo” , dejándose afectar por el dolor. En Jesucristo, Dios
    manifiesta su compromiso para terminar con el sufrimiento superándolo desde dentro, “redimiéndolo”.
    En Jesucristo Dios se revela y se manifiesta como Padre liberador del
    sufrimiento.
    Esta liberación o salvación no acontece negándolo o evitándolo desde
    fuera, sino asumiéndolo desde abajo y dejándose afectar de alguna manera
    por él.
    Tener siempre en el horizonte la resurrección
    Pero hay que decir
    una palabra más. Estas “teologías del dolor de Dios” como
    respuestas al problema del mal, serían dèbiles, se quedarían cortas, si no proyectasen su   reflexión
    sobre el horizonte último de la resurrección. La fe en la resurrección
    es la respuesta que judíos creyentes y cristianos vienen dando al gran
    interrogante suscitado por el mal, el sufrimiento humano y la muerte.
    Para los creyentes en Jesús, su  resurrección es la
    primacía que nos abre a la esperanza de la definitiva victoria de la
    salvación de Dios Padre sobre la dramática realidad del mal
    (J.M.Imizcoz) .
    2.- Significado de estas palabras de Jesús: “Hoy estarás conmigo....”
    Uno de los que habían sido
    crucificados con Cristo, falto de arrepentimiento por
    sus
    crímenes, se suma a la burla y a la blasfemia de unos y de otros que
    están allí, e insulta a Jesús: “¿no eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a
    ti y a nosotros! Haz el milagro si  eres Dios. Este hombre se ha quedado con su oscuridad y con sus tiniebla. Con todo,  dejemos el juicio en manos de Dios.
    En
    cambio, el otro le respondió diciendo: “¿Es que no temes a Dios tú que
    sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos
    merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho”
    (Lc.23,39-43) . Este hombre no mide a Jesús según sus criterios. No le
    dice cómo tiene que actuar. Sólo confía en Jesucristo. Por eso le dirige
    una petición: “acuérdate de mí, cuando vayas a tu Reino”. Este hombre
    aún conserva su dignidad y es capaz de escuchar el grito insobornable de
    su conciencia que pone ante sí sus pecados. Se confiesa pecador y
    necesitado de perdón y de misericordia.
    La
    respuesta de Jesús no se hace esperar. Aquel hombre crucificado escucha
    las palabras más importantes de su vida. Jesús le dice: “hoy estarás
    conmigo en el paraíso”.
    Jesús
    se muestra compasivo, rico en piedad, misericordioso. Jesús se deja
    ganar por un corazón pobre y humilde. Desde la cruz, Jesús abre el
    camino al cielo a este hombre pecador arrepentido, que muere en paz pues
    sabe que Jesús le ha perdonado.
    Un día nos encontraremos cada uno de nosotros al borde de la muerte. En ese
    momento
    tan importante y tan decisivo para nuestra vida presente y venidera no
    hemos de replegarnos sobre nosotros mismos. Es el momento de la verdad
    profunda de nosotros mismos y de nuestras existencias. Es el momento en
    el que tenemos que presentarnos ante Jesucristo, juez de la humanidad.
    Supliquemos
    al Señor que no nos trate como merecen nuestros pecados, sino que nos
    acoja en su infinita misericordia y nos conduzca a su Reino. Pongamos
    nuestra entera confianza en la misericordia infinita y entrañable del
    Señor.
    Sabemos
    que quien se fía del Señor nunca será confundido. Quien espera en el
    Señor nunca se perderá. Sabemos que quien vive y muere a la sombra de la
    Cruz de Jesucristo, despertará en el regazo del Padre para toda la
    eternidad. Dios escucha, acoge y
    perdona a todo aquel que lo invoca con humilde y sincero corazón.
    Sabemos que hay perdón para nuestros pecados, para todos nuestros pecados
    porque
    la misericordia de Dios es infinita. Abramos nuestra alma a la gracia
    salvadora de Dios que todo lo redime y todo lo perdona.
    Sabemos
    que no tenemos ciudad permanente aquí, sino que buscamos otra, la del
    cielo. Con la Iglesia confesamos: “creo en la resurrección de los
    muertos y en la Vida  eterna”. Señor, tómanos y llévanos contigo a la Casa del Padre.
     
    TERCERA PALABRA
     
    “MUJER, HE AHÍ A TU HIJO. JUAN, HE AHÍ A TU MADRE”
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Jesús
    lleva ya un rato largo clavado en la cruz. Le quedan pocas fuerzas. Se
    siente débil, abrasado por una sed muy intensa, respira con mucha
    dificultad. La sangre le va faltando. Le cuesta ya hablar.
    En
    la Cruz de Jesús aparece una vez más el realismo de la encarnación: “El
    Verbo se hizo carne” (Jn.1,14). Dios no juega con la
    naturaleza humana. La ha asumido y la respeta: “tuvo que hacerse
    semejante a nosotros, excepto en el pecado, para llegar a ser sumo
    sacerdote compasivo y fiel” (Heb.2, 17). Dios no hace trampas con la
    naturaleza humana.
    Dios se revela en la Cruz de Jesús como aquel que salva no al estilo del
    benefactor,
    sino como solidario. El benefactor salva desde fuera y desde arriba. El
    solidario salva desde dentro (haciéndose realmente hombre) y desde
    abajo (bajando hasta la muerte de Cruz). Realmente la Cruz es un
    misterio insondable.
    Dios mío, ¡cómo se nos caen ante Ti nuestros esquemas!. ¡Cómo nos sorprendes y desconciertas!
    2.-
    Significado de estas palabras de Jesús: “Mujer, he ahí a tu hijo...”
    Junto
    a la cruz de Jesús estaba su Madre María que “ mantuvo fielmente la
    unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se
    mantuvo de pie, se  condolió vehementemente con su
    Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo
    con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma” (LG
    58).
    María estaba de pie, junto a la cruz de su amado Hijo Jesús, inocente y santo.
    Sostenida
    y ayudada por Juan, el discípulo amado de su Hijo, soporta el dolor de
    la madre herida por su Hijo que está al borde de la muerte en la cruz.
    María llora en silencio.
    María
    medita en su corazón las palabras que un día, ya lejano, le dijera
    Simeón en el Templo cuando ofrecía al Padre a su propio Hijo: “una
    espada atravesará tu alma”.
    María recuerda también aquellas palabras que un día, ya lejano, ella misma había  dicho
    al Ángel en la Anunciación : “He aquí la esclava del Señor, hágase en
    mí según tu palabra”. En estos momentos se está cumpliendo el designio
    de Dios sobre su Hijo y sobre ella misma. María consiente con fe y amor.
    Ella es la celebrante misteriosa de un  misterio que Ella vive en el silencio y adoración.
    Jesús está llegando a su fin. Se mantiene en obediencia perfecta al Padre y en
    servicio sacrificial a favor de la humanidad. Antes de morir, Jesús nos quiere hacer un regalo inesperado.
    Pero ¿ le queda algo todavía a Jesús ?
    Nos
    había regalado su palabra y su perdón; nos había regalado la Eucaristía
    ; nos estaba entregando su vida...Parecí a que ya no le quedaba
    nada....
    Pero sí; le quedaba algo. Mejor dicho, le quedaba alguien a quien Jesús amaba
    profundamente:
    su bendita Madre; y quería darnos también a su Madre. Nos amaba con un
    amor desmedido, sin medida....que le llevó hasta regalarnos a su propia
    Madre para que fuera nuestra Madre. “En el momento de su muerte, que es
    también la
    hora de la salvación, Jesús propone al discípulo Juan considerar a
    María, la “mujer”, símbolo de la Iglesia , como su madre, como uno de
    sus bienes espirituales: la madre de Jesús es acogida por el Discípulo
    en un espacio interior que estaba constituido para él por su relación
    con Jesús; Juan la acoge como su madre, en la fe” (I.de la Potterie ).
    Jesús nos confió al cuidado y solicitud maternales de su Madre. Juan Pablo II
    afirma que “ la Madre de Cristo...es entregada al hombre -a cada uno y a todos- como  madre.
    Este hombre junto a la cruz es Juan, “el discípulo que Él amaba. Pero
    no está él solo. Siguiendo la tradición, el Concilio (LG 48 y 53) no
    duda en llamar a María “Madre de Cristo, madre de los hombres”. Pues
    está “unida en la estirpe de Adán con todos los hombres...; más
    aún es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber
    cooperando con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles” (RM 23).
    María
    vela por nosotros; con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo
    que todavía peregrinamos por este mundo hacia la Casa del Padre y nos
    encontramos  tantas veces en peligros y ansiedades hasta que lleguemos por la misericordia de Dios a la patria bienaventurada.
    María es Madre de la Iglesia , y por eso la Iglesia entera acude con confianza a
    María y le pide su ayuda para realizar la misión que su Hijo le ha confiado. “Ruega por   nosotros, amorosa Madre”.
    Permítenos, santa María, unir a tu dolor de madre el dolor de tantas madres del
    mundo que lloran desconsoladas la muerte de sus hijos víctimas de la droga, del hambre, de la guerra, de la violencia..
    Permítenos,
    santa María, unir a tu dolor de madre el dolor de tantas madres que
    lloran apenadas la muerte de sus hijos víctimas de accidentes, de
    maldades....
    Permítenos, santa María, acompañarte para aliviar tu dolor, para secar tus
    lágrimas, para estar a tu lado en esa tarde del primer Viernes Santo de la historia...
    Acojamos
    a María en nosotros, en nuestro corazón, en nuestra vida....como hizo
    Juan. De este modo, se hará realidad en nosotros la exhortación de Juan
    Pablo II: “ en la vida de todo cristiano debe haber una dimensión
    mariana”.
    María recorre con nosotros el camino de nuestra vida.
    ¡Santa María!, ven con nosotros a caminar.....
     
    CUARTA PALABRA
     
    “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿ POR QUÉ ME HAS ABANDONADO ?
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Nos encontramos con unas palabras de Jesús (cf.Lc.27,45- 47) que han hecho
    correr
    ríos de tinta para intentar explicar el significado profundo que
    contienen. En efecto cualquier persona que las lee o las escucha se
    siente inquietado por estos interrogantes:
    ¿Cómo es posible que Jesús haya dicho estas palabras?
    ¿Realmente abandonó Dios a su propio Hijo?
    ¿Se derrumbó Jesús al final?
    Para responder a estas preguntas, queremos hacer unas consideraciones:
    A) Jesús es consciente de que Dios es su Padre y de que Él es su Hijo
    Sabemos que Jesús había manifestado que tenía una relación con Dios tan
    especial que lo llamaba “Abba, Padre”. Jesús tiene conciencia de que Dios es su Padre y  de
    que Él es Hijo único. Jesús es consciente de que su persona no termina
    en la creaturalidad sino en el mismo misterio de Dios. Jesús pertenece a
    la esencia, a la naturaleza, a la misma definición de Dios.
    Sabemos que Jesús no sólo se sabe
    sino que se siente, se vive y actúa como Hijo de Dios. Su oración así lo
    pone de relieve. “La vida de Jesús testifica la conciencia de su   relación
    filial al Padre. Su comportamiento y sus palabras, que son las del
    “servidor” perfecto, implican una autoridad que supera la de los
    antiguos profetas y que corresponde sólo a Dios. Jesús tomaba esta
    autoridad incomparable de su relación singular a Dios, a  quien
    él llama “mi Padre”. Tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y,
    en este sentido, de ser, Él mismo, Dios” (Cong. para la Doctrina de la
    fe: “El Misterio del Hijo de Dios”).
    B) Jesús se sabía enviado por el Padre para dar la vida por todos
    “Jesús
    conocía el fin de su misión: anunciar el Reino de
    Dios y hacerlo presente en su persona, sus actos y sus palabras, para
    que el mundo sea reconciliado con Dios y renovado. Ha aceptado
    libremente la voluntad del Padre: dar su vida para la salvación de todos
    los hombres; se sabía enviado por el Padre para servir y para dar su
    vida “por la muchedumbre” (Mc.,14,24) (Cong. para la doctrina de la fe,
    ibd.).
    “La
    conciencia que tiene Cristo de ser enviado por el Padre para la
    salvación del mundo y para la convocatoria de todos los hombres en el
    pueblo de Dios implica,  misteriosamente, el amor de todos
    los hombres de manera que todos podemos decir que “el Hijo de Dios me ha
    amado y se ha entregado por mí” (Gál.2,20) (Cong.para la Doctrina de la
    fe, ibd.).
    Jesús sabe muy bien que su vida, su historia y su ministerio manifiestan en
    este  mundo el designio amoroso y salvador de Dios. Jesús jamás rompió su unión con Dios.
    C) Jesús fue obediente a su Padre
    El mismo Jesús manifestó al entrar en este mundo: “heme aquí para hacer tu
    voluntad”;
    y más tarde dirá a sus discípulos que su vida está puesta bajo el signo
    de la obediencia al Padre: “mi comida es hacer la voluntad de mi
    Padre”. Y otro día, en el inicio de su pasión, en el huerto de
    Getsemaní, suplicó a su Padre que “pasara de Él el cáliz de la pasión”,
    pero acto seguido afirmó: “no se haga mi voluntad sino la tuya”. San
    Pablo años más tarde dirá: “Jesucristo se hizo obediente hasta la muerte
    y una muerte de cruz”. A la luz de toda la vida y ministerio de Jesús
    podemos
    afirmar que Jesús se mantuvo fiel y obediente a su Padre. Por su
    obediencia justifica a la humanidad.
    “Para poder realizar la obediencia perfecta, Jesús renuncia libremente (Fil.2,6-9) a  todo
    lo que podía entorpecer esta actitud. No quiere, por ejemplo, servirse
    de las legiones de ángeles que podría tener (Mt.26,53); quiere crecer,
    como un hombre,”en sabiduría, en edad y en gracia” (Lc.2,52); aprender
    la obediencia (Act.5,8); afrontar las tentaciones (Mt.4,1-11); sufrir.
    Esto no es incompatible con las afirmaciones de que Jesús “sabe todo”
    (Jn.16,30), que “el Padre le ha mostrado todo lo que hace” (Jn.16,30),
    si estas afirmaciones se comprenden en el sentido de que Jesús recibe de
    su Padre todo lo que le permite cumplir su obra de revelación y de
    redención universal (cf. Jn.3,11.32; 8,38.40; 15,15; 17,8). (Cong.para
    la Doctrina de la fe, ibd.).
    D) Jesús fue abandonado de todos, excepto de su Madre, de Juan y unos
    pocos.
    Las
    palabras, los gestos, el ministerio de Jesús había desconcertado a
    muchos. Los Jefes del Pueblo lo habían rechazado; las gentes sencillas
    habían pedido su condena. Un discípulo lo traiciona, otro lo niega y
    casi todos huyen y lo dejan solo ante el suplicio de la Cruz. Se cumple
    así la profecía: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Al
    final Jesús se queda solo en soledad.
    ¿También lo abandona Dios, su Padre?
    De ningún modo, como ya lo hemos afirmado.
    2.- Sentido de las palabras de Jesús: Padre ¿por qué me has abandonado?
    Hemos de excluir cualquier interpretació n que afirmara que el Padre desamparó y  abandonó
    a su propio Hijo en la cruz. Jesús nunca dejó de existir en el Padre,
    ni el Padre en Él. Su voz y su grito, por tanto, no son una protesta,
    una queja, una rebelión.
    Las palabras de Jesús son las primeras palabras de un salmo-lamentació n que
    concluye
    con una acción de gracias a Dios. Por eso es necesaria interpretarlas
    en el conjunto de este salmo que, en última instancia, es un canto de    esperanza dentro del dolor  
    y la persecución.
    Las
    palabras de Jesús no eran blasfemas, sino expresión del sufrimiento del
    justo como experiencia de abandono de Dios. Las palabras de Jesús
    manifiestan su angustia profunda pero reflejan también su oración
    confiada. El que ora no rechaza a Dios, sino que deja que Dios sea Dios
    en él; él ora, cumple la voluntad de Dios. Jesús se pone en las manos de
    Dios, su Padre, y acepta sus designios para Él. Su muerte no era un
    fracaso. Jesús era el siervo que carga con los pecados y los crímenes de
    los pecadores y da su vida en rescate por al multitud. Su muerte tuvo
    sentido ya que era la entrega amorosa y total de sí mismo por la
    multitud como bien lo exponen los relatos de la instituciòn de la
    Eucaristía.
    Ni la desesperación, ni la rebelión contra Dios, ni la protesta airada hacen
    mella
    en
    la conciencia de Jesús. En efecto, Jesús sigue dialogando con Dios su
    Padre; sigue hablando a Dios su Padre; sigue dirigiéndose a Él; sigue
    confiándose a Él. Jesús sabe que su Padre le responderá a su tiempo y en
    su momento. Por eso, Jesucristo no fue derrotado, ni acabó en un
    fracaso total, ni sucumbió a la desesperación. En medio del dolor, Jesús
    espera en el Padre.
    Es
    verdad que Cristo pasó por la cruz y por la muerte. Pero no terminó
    todo ahí. Hubo para Jesús una mañana de luz y de vida: la resurrección. A
    Jesús le esperaba la vida divina que sólo Dios conoce. El Padre
    acreditó a Jesús.
    También nosotros hemos de pasar algún día por el sufrimiento y la muerte.
    Hagamos
    nuestra la experiencia de Jesús. Pongámonos en las manos de Dios y no
    nos apartemos jamás de él. Aunque no veamos con claridad todas las
    cosas; aunque no dominemos nuestro futuro...confiemos en Dios que no
    abandona nunca y siempre llega a punto.....Con el salmo oremos: “el
    Señor es mi Pastor, nada me falta....Aunque pase por cañadas oscuras,
    nada temo, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”.
     
    QUINTA PALABRA
     
    “ TENGO SED
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Había pasado ya más de un día desde la agonía de Getsemaní en la que Cristo
    sudó
    sangre y quedó profundamente debilitado; habían transcurrido varias
    horas desde la flagelación de Jesús con la pérdida de sangre abundante;
    había pasado ya tiempo desde que Cristo llevará la cruz por las calles
    de Jerusalén: desde la Torre Antonia hasta el Calvario.... con los
    destrozos que causo a Jesús este caminar doloroso...
    A
    Jesús lo acaban de crucificar. Colgado del madero, la asfixia va
    agotando sus fuerzas y la deshidratació n de su cuerpo maltrecho por la
    tortura que ha sufrido le ha
    debilitado por completo. Jesús está extenuado.
    2.- Significado de estas palabras de Jesús: “Tengo sed”.
    A) Jesús está sediento
    No es extraño que Jesús sienta sed; tenga una sed inmensa que abrasaría sus
    entrañas...
    (Jn.19,28-29) San Marcos (15,23) nos informa de la costumbre
    humanitaria de los soldados de dar a los que han sido crucificados “vino
    mezclado con mirra”, para aliviarles el dolor. A Jesús se lo
    ofrecieron, pero no lo aceptó, ya que quería conservar la plena lucidez
    en la hora oscura y    dolorosa que está viviendo.
    San Mateo (27,34) recuerda el salmo 69: “veneno me han dado por comida, en
    mi
    sed me han abrevado con vinagre” (v.22) y ve cumplida la Escritura en
    el gesto de los soldados que mezclan el vino con hiel. Jesús ya no puede
    rechazar el vinagre y deja que el hisopo enjugue su boca lastimada y
    sus labios resecos. Pero hay más, toda la amargura del mundo toca los
    labios de Jesús.
    Mas la sed de Cristo no la puede ni apagar ni colmar más que su Padre ya que
    solamente
    Él puede reconocer su obediencia sacrificial y acoger su muerte como
    pacificación del mundo. Jesús tiene sed de Dios y de la fe de los hijos
    de Dios. La fe de aquellos que le miran y la fe de aquellos que un día
    creerán
    en Él por la palabra de sus  discípulos (cf. Jn.20,29).
    B) La sed de Jesús es más profunda que la sed física.
    Jesús
    tiene sed, como tierra reseca, de la fe y del amor de la humanidad por
    la que está entregando su vida hasta el final. Jesús tiene sed de ti y
    de mí.
    Jesús tiene sed de tantos jóvenes que con tanto afán e ilusión se abren a la vida.
    Buscad a Cristo. Dirigid vuestros pasos a Cristo y saciaréis para siempre vuestra sed de  verdad y de amor, de esperanza y de vida, de paz y felicidad.
    C) Jesús es la fuente de agua viva
    Jesús
    ha venido a este mundo para que nadie perezca de sed. Él es la fuente
    de agua viva que salta hasta la vida eterna. “Si alguno tiene sed, venga
    a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura : de su seno
    correrán ríos de agua viva” (Jn.7,37).
    ¿En qué consiste esta agua?, nos preguntamos.
    La
    respuesta nos la da el propio evangelista Juan: “Jesús hablaba del
    Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él” (Jn.7,39).
    Acerquémonos a esta fuente y bebamos de balde.
    Jesús quiere que no
    seamos tierra árida que no da frutos de vida y de santidad, de  paz y de amor, de justicia y de libertad...
    Jesús
    quiere saciar la sed de tantos seres humanos. A todos nos llama y nos
    invita a que busquemos las corrientes de agua viva y a que no acudamos a
    cisternas de aguas corrompidas. ...
    Recordemos las palabras de Jesús a la mujer samaritana: ”Si conocieras el don de  Dios,
    me pedirías que te diese de beber de esa fuente que salta hasta la vida
    eterna”. Esa fuente es el costado abierto por la lanza del soldado. De
    esa fuente mana y brota el agua  viva.
    Quien tenga sed de amor, que venga a esta fuente y beba.
    Quien tenga sed de sabiduría, que venga a esta fuente y beba
    Quien tenga sed de santidad, que venga a esta fuente y beba.
    Quien tenga sed de felicidad, que venga a esta fuente y beba.
    Quien tenga sed de alegría, que venga a esta fuente y beba.
    Jesús
    es el Buen Pastor que conduce y guía a sus ovejas hacia fuentes de agua
    viva. Dejémonos guiar por Cristo a las fuentes de agua viva.
     
    SEXTA PALABRA
     
    “ TODO ESTÁ CUMPLIDO”
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Refiere
    San Juan, testigo de los padecimientos y de la muerte de Jesús en la
    cruz, que Jesús tomó el vinagre. Lo necesitaba. Su boca y sus entrañas
    ya no aguantaban la sed abrasadora.
    Llegaba el momento de la entrega suprema y definitiva de Jesús. Toda su vida
    estaba puesta bajo el signo de
    la obediencia al Padre y de la entrega por la humanidad.
    Han pasado muchos años desde el instante de la Encarnación , puesta bajo el signo de la  obediencia al Padre y de la entrega, hasta el momento de su muerte en la Cruz que corona la obediencia y la entrega de Jesús.
    El
    camino de Jesús fue un continuo descenso: había comenzado en las
    entrañas del Padre y llegaba a la agonía de Getsemaní, a la cima del
    Gólgota, a las entrañas de la tierra... Se había vaciado de sí mismo, se
    había hecho esclavo pasando por la vida como uno de tantos....Habí a
    cargado con el pecado del mundo... Más aún había sido hecho pecado por
    nosotros para que nosotros nos salváramos en Él y por Él. El camino de
    Jesús había comenzado en lo más alto, en el corazón del Padre, y había
    llegado a lo más bajo,
    a
    la
    muerte. “Siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de
    Dios...Se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz...”(Fil.
    2,6-11).
    El camino de Jesús fue también un camino de gracia y de perdón, de amor y de
    misericordia
    para la humanidad. Ungido por el Espíritu, pasó por la vida haciendo el
    bien y curando a los enfermos. Comió con los pecadores a quienes
    ofreció y regaló el perdón de Dios para sus pecados. Acogió a los pobres
    a quienes anunció la buena noticia del Reino de Dios. Se acercó a los
    oprimidos a quienes liberó de la esclavitud del pecado,
    de la injusticia y de la iniquidad. Jesús trajo un
    año de gracia del Señor. Manifestó el nombre de Dios a quien glorificó con su vida y con su muerte.
    2.- Significado de las palabras de Jesús: “Todo está cumplido”
    Todo se ha consumado. Jesús ha corrido su carrera; ha cumplido su misión; ha
    guardado todo lo que el Padre le había encomendado. Ha realizado fielmente el designio y la obra del Padre.   
    Ahora
    llegó el momento final. Ahora tendrá lugar su Pascua, es decir, su
    vuelta a la casa del Padre de donde salió para conducir a los hombres
    hasta ella. Es verdad que “esta vuelta a la Casa de donde salió” tiene
    un camino peculiar. Cristo ha de
    adentrarse por los caminos de la pasión y de la cruz; Cristo ha de pasar
    por el desfiladero angosto y doloroso de la Pasión para llegar a la
    Casa del Padre, en la que “nos preparará un sitio, porque quiere que
    donde está Él, estemos también nosotros un día”. Por eso, te pedimos,
    Señor,
    que no te vayas sin nosotros; que no nos dejes abandonados en la cuneta
    de la historia. Queremos estar contigo siempre y para toda la
    eternidad. No te olvides de nosotros, Señor. Te queremos mucho, con todo
    nuestro corazón. Tú lo sabes, Señor Todo está cumplido, dice Jesús
    suspendido de la cruz.
    Quedaba aún una cosa. Escuchemos este relato de Juan: “como era el día de la  Preparación para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado  era muy solemne-, los
    judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los  retiraran.
    Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del
    otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como le hallaron ya
    muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le
    atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua...y
    él sabe que dice verdad” (Jn.19,31-35) .
    Esto es lo que faltaba. Del costado de Cristo, nuevo Adán, dormido en el árbol de la cruz nació la Iglesia  y,
    con ella los sacramentos de la vida: la Eucaristía y el Bautismo.
    Muerto Cristo, nacen la Iglesia y los sacramentos. Cristo muerto en la
    cruz dejó abierto el camino al Espíritu Santo.
    Se ha cumplido la profecía de Ezequiel: “el agua bajaba del lado derecho de
    la
    Casa, al sur del altar...Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva, vivirá” (47,1.9).
    Ahora
    ya tiene todo sentido. Por todos los caminos Cristo ha pasado. Ya no
    hay callejones sin salida. Ya no hay rutas oscuras y sin sentido. Los
    caminos del hombre, si coinciden con los caminos de Cristo, desembocarán
    en el corazón de Dios. Hemos de mirar y entender las cosas desde el
    designio de Dios que se hizo realidad en Jesucristo.
    Todo queda iluminado por el Señor.
    San Pablo lo decía con palabras muy claras:
    “Todo
    es vuestro, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios”.
    “Para los que aman a Dios todo coopera para su bien”.
    “Nada podrá apartarnos del amor de Dios revelado en Cristo; ni la vida ni la
    muerte, ni el dolor ni el sufrimiento, ni la persecución ni las enfermedades. ..”
    (Rm.8, 31-39).
     
    SÉPTIMA PALABRA
     
    “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”
    1.- Consideraciones teológicas previas
    Nadie me quita la vida; soy Yo quien la doy”, había dicho Jesús en su vida..
    Podemos
    decir que toda la vida de Jesús estuvo puesta bajo el dinamismo de una
    palabra: “entrega”. Vale la pena que digamos unas palabras sobre el
    misterio de esta  “entrega” de Jesús.
    El
    Padre entregó a su Hijo por nuestra salvación: “Tanto amó Dios al
    mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no
    perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn.3,16)”. San Pablo afirmará: “El
    que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por
    todos nosotros” (Rm.8,32).
    Judas Iscariote entregó a Jesús a los judíos (Mc.14,10); éstos lo entregaron a
    Pilato
    (Mc.15,1); el pueblo pide a Pilato que crucifique a Jesús (Mc.15,11).
    Pilato entrega a Jesús a los soldados para que lo azotaran y
    crucificaran (Mc.15,15).
    Jesús mismo se entrega a la muerte: “nadie me quita la vida, soy Yo quien la
    entrega”.
    San Pablo dirá: “Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el
    Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” (Gál.2,20). “Haced del amor
    la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo que nos amó y se
    entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a
    Dios” (Ef.5,2).
    “Con
    esta entrega, escribe B.Forte, el Crucificado carga sobre sus hombros
    todo el dolor y el pecado del pasado, del presente y del futuro del
    mundo; lleva hasta el final su exilio de Dios para asumir el exilio de
    los pecadores en el ofrecimiento y en la  reconciliació n pascual: “Pero Cristo nos ha liberado de la maldición de la ley haciéndose por nosotros maldición” (Gál.3,13)”.
    De todos modos, hemos de afirmar que quien entrega a Jesús no son los hombres,  ya
    que a estos será entregado; ni será Él sólo quien se entregue, ya que
    el verbo
    está en pasiva (cf. Mc.9,31). Quien lo entrega es Dios, su Padre. En
    esta entrega que el Padre hace de su propio Hijo por nosotros es
    precisamente donde se revela la profundidad de su amor a los hombres:
    “El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él
    nos amó primero y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados”
    (IJn.4,10).
    Llega el momento prefijado por el Padre para su Hijo Jesús. Es el momento
    decisivo: pasar de este mundo al Padre. Jesús muere siempre unido con su Padre.  
    Posiblemente
    era el día 7 de Abril del año 30. Para la Ley judía es el día en que
    muere el blasfemo; para el Poder romano es el día en que muere el
    subversivo; para la Fe cristiana es
    el día en que, en ese Inocente que muere, Dios ha muerto por nosotros .
    2.- Significado de estas palabras de Jesús: “Padre, en tus manos...
    A) Jesús no muere negando a Dios, ni renegando de sí mismo
    Jesús no muere desesperado ni alejado de Dios.
    Jesús no muere ni rebelándose contra Dios ni blasfemando contra Él.

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